—Lu, ¿qué diablos estás haciendo? —preguntó Sarah entrando a la cocina.
—Acaso no es obvio —respondió, con un pequeño llanto saliendo de ella—, trato de suicidarme —agregó con la cabeza dentro del horno.
—No seas tonta Lu, así nunca podrías conseguirlo —alegó su compañera caminando hacía ella—. La hornilla del horno está cerrada —apuntó a la hornilla mientras Lucy sacaba la cabeza de él con torpeza—: Ves.
Lucy dejó escapar un suspiro de frustración, cerró la puerta del horno y procedió a sentarse en el piso de madera al lado de la estufa.
—No suelo ser muy inteligente a veces, y no tomo buenas decisiones cuando estoy bajo presión, ¿cierto? —se cuestionó a sí misma observando a Sarah descender—. Entre las postales de mi madre que vendrá de visita para acción de gracias, la situación con Oliver y los email de odio de Yuan, y sabes es asiática, ser competitiva es su segundo nombre según, Alexandra. Incluso la descripción del correo decía "plañirás por esto Lucy Andrews"
—Que de buenas fiestas no justifica el hecho de que sea tan intensa —manifestó Sarah sentada a su lado, haciendo que Lucy apoyará la cabeza en su hombro—. Pero creo que no es motivo suficiente para “intentar” de una manera muy patética, acabar con tu vida —añadió entre comillas.
—No puedo lidiar con estas cosas, yo no soy buena para eso... Espera dijiste que da buenas fiestas.
—Lu, por favor eso no es lo que importa ahora. Escucha, las cosas mejoraran con el tiempo y algún día adquiridas el valor para confrontar a tu madre, supongo, por todo los años de abandono —agregó en un tono neutral—. Listo ya te conforte ahora levántate y vámonos al aeropuerto, solo Dios sabe que no me gustaría perder el vuelo a París, porque enserio, enserio, enserio quiero ir a París. ¿Ya te he contado que nunca he ido a París?
—Pero, pero... Aún me siento miserable. Además y si arruino el proyecto de París —argumentó al apurado entusiasmó de su amiga—. ya no tendré empleo. Y luego está lo de Oli, me duela demasiado.
—Bueno Lu, Oliver es... él es... cómo ponerlo en palabras que comprendas. Él es un ser egoísta, ambicioso y manipulador. Es su hábitat natural —expresó levantándose con brusquedad del piso— ¡Vamos Lu, nunca he estado en París! Y no soy buena para este tipo de cosas. Además quiero beber un café delante de la torre Eiffel. Es cliché pero supongo que es una de las cosas que haces cuando vas a París —argumentó observando la cara de tristeza de su amiga—. Es que la única cosa que el tipejo ese tenía que hacer era no lastimarte para yo no tener que lidiar con estos inconvenientes —dejó resonar un suspiró de frustración.
—Entiendo, tal vez nunca has pasado por algo así. Después de todo, tú nunca compartes tus sentimientos conmigo, de hecho no sé mucho sobre ti —agregó Lucy con un leve gimoteo—. Y si lo piensas es algo loco ya que nos conocemos desde la universidad.
—¡Yo no soy insensible, si! Y no hay mucho que saber sobre mí —exclamó con rudeza—. Es solo que compartir tus emociones no soluciona nada, en cambio suelen empeorar las cosas. Yo vengo del Bronx, de una familia con pocas mujeres, la mejor forma de hablar en mi familia cuando algo te molesta es jugando una partida de Basketball o comiendo pollo frito. Cuando era pequeña yo no soñaba con ser princesa como tú —le señaló esbozando una sonrisa de resignación.
Sarah. Con su piel bronceada lleva la huella del son y la historia de su herencia latina, su cabello castaño qué caía en ondas suaves acariciando la nuca y su nariz un poco más grande de lo convencional, la que añadía carácter a su rostro. Ella, criada en una familia atípica. Su padre, un general retirado de la marina de los Estados Unidos, la crió con disciplina y silencio. La pérdida temprana de su madre dejó un vacío que solo su abuela, una mujer cariñosa pero reservada, intentó llenar. En su hogar, las palabras eran escasas, y los deportes se convertían en mandamientos sagrados.
Aunque Sarah no recibía trato especial por ser la única chica entre sus cuatro hermanos, aprendió a expresar sus emociones de manera distinta. Su corazón, como un río silencioso, fluía con profundidad y misterio. Las palabras eran como barcos que navegaban en la penumbra, y las acciones, como faros que iluminaban su camino. Por ello todavía no lograba entender la necesidad de Lucy, de hablar constantemente de sentimientos.
—Entiendo, yo... —musitó mientras abría la puerta del horno nuevamente de manera dramática.
—¡Oh vamos Lu! Si te cuento una pequeña anécdota de alguien, no de mí, si no de alguien más que conocí una vez por casualidad —Volvió a sentarse al lado de Lucy con desencanto—. Podrías considerar irnos al aeropuerto ya, y dejar de chantajearme emocionalmente.
Lucy pasó las manos por su rostro limpiando las lágrimas y movió la cabeza en modo de afirmación mientras prestaba atención a las palabras que salían de Sarah.
—Cuando estábamos en la universidad conocí a una chica que estaba muy enamorada de un muchacho —dijo rodeando los ojos y dejando salir un suspiró amargo—. Resulta que está chica pensaba que su relación con esté chico sería para siempre. Se casarían algún día, luego tendrían bebés y algo así con un final feliz, no lo sé... Sin embargo, un día todo eso se acabó, en parte porque la chica comenzo a sentir sensaciones nuevas y debía descubrir que significaba. Y aunque aquella chica le costó un poco de tiempo reconocer que siempre tuvo dudas sobre lo que creía que quería, ella sólo lo superó y siguió adelante. No digo que sea fácil, pero no es imposible. El cambio, a veces, es bueno.
—¿Espera, eso no tiene sentido? Me niego a creer que si se amaban mucho y ninguno de los dos engaño al otro... es simplemente absurdo que no lucharan por su amor…
—¡Ah! Lucy acaso prestaste atención. A veces las cosas se terminan sin haber engaños de por medio. Ella quería cosas distintas a él y comenzó a explorar. Así que como todo, tuvieron un final pero no fue feliz, ni tiste, solo fue un final. Y luego ambos lo superaron y continuaron adelante. Debes de comprenderlo algún día Lu. Tú eres fuerte, vas a superar esto y mil cosas más que se atraviesen