—¿Que fais tu? —preguntó Louis recostada del marco de la puerta, ella observaba a Lucy en silencio desde hace rato con curiosidad.
—Recojo mis cosas.
—Ser bastante obvio, ¿mais pourquoi? Si es porque no agradar a mi madre, no tienes que preocuparte, de hecho no agradas a muchas personas, y creer que vives con ese hecho perfectamente bien —decía entrando a la habitación y dando un salto a la cama con su peculiar sonrisa relajada.
—No es por ello Louis... —alegó con un semblante agotado—. Espera, ¿no le agrado a tu madre? Pero, ¿por qué? Yo pensaba que si —argumentó frunciendo el ceño algo confundida y pausando lo que estaba haciendo.
—¡Oh ciel sacré! Pensé que ya lo sabías, acaso no ser evidente sus sonrisas forzadas cada que te ve.
—Yo pensé que se alegraba mucho al verme —espetó sentándose al lado de Louis con desgane—. Además es francesa, no sé diferenciar como sonríen los franceses... Espera, acabas de decir qué hay más personas a las que no les agrado.
—Oh si si.
—¿Pero quiénes?
—Premier están algunos compagnons de tu oficina.
—No podrías saberlo, nunca has hablado con ellos, ni siquiera sabes quiénes son.
—Tonta Lucy, conocerlos en una fiesta.
—¿Qué fiesta?
—La asiática dar buenas fiestas.
—Tú fuiste invitada a esa fiesta.
—Oui biensur.
—Aguarda un segundo, Sarah también asistió… por que comienzo a sospechar que suelen hacer cosas sin incluirme.
—Oui, espera no. Se suponía que ser secreto, chica mandona hacerme prometer que no diría nada, para, para... Era algo relacionado con... ¡Ah sí! —exclamó recordando aquello que no debía decir—. Para no lastimar los sentiments de la puritana Lucy.
—Y a quién más no le agrado aparte de Yuan y algunos compañeros de la oficina.
—¡Oh, ser muchos! Está la anciana octogenaria que regalar galletas del segundo piso, Larry, el de la cafetería de la esquina, también está esa guardia de cruce y Brusch.
—Espera, no le agrado a Wanda.
—¿A quién? —Louis respondió poniendo la cabeza ladeada mientras arrugaba la frente.
—La guardia de cruces.
—Oui, Layla.
—Su nombre es Wanda.
—Estar segura, tener la cara de Layla —alegó mientras observaba hacia arriba algo pensativa.
—Completamente, además eso es ridículo sobre que no le agrado a Wanda —aseguró soltando una carcajada un tanto afligida—. Incluso tenemos apodos, ella suele llamarme chica molesta o poco desarrollada, también se preocupa por mi seguridad, sabes…
—¡Ah sí! ¿Y cómo preocuparse?
Louis, cruzó las piernas con una sonrisa burlesca mientras le clavaba una mirada de esas afiladas.
—Pues la semana pasada hablaba por teléfono con Mirlaba, la chica de redacción, y estaba un poco distraída para prestar atención a la calle, a lo que ella me gritó “¡Por un demonio vas a cruzar la maldita calle de una vez!” ¡Si, eso es lo nuestro! —agregó fingiendo una sonrisa despreocupada.
—¿Enserio...?
—¡Cielo santo, no! Creo que quizás no le agrado mucho.
—¿Enserio...?
—Bueno me odia, es lo que querías escuchar. Pero no entiendo, ¿por qué? Si soy amable todo el tiempo con ellos. Soy una buena persona; donante de órganos, sangre, ayudo en albergues y les leo a los niños en la biblioteca. ¿Cómo alguien así puede no agradar a los demás? —argumentó con un notorio estado de inquietud—. Además reciclo, yo salvo el planeta.
—¡Ah, si que ser irritante! Todo lo que escucho es bla, bla, bla, yo... bla, bla, bla, yo...
—¿Qué?
—Que seas tan bonne constantemente irrita, ser una madre de la caridad todo el tiempo.
—No entiendo, me odian porque soy buena.
—No. Te odian porque eres extremadamente buena, servicial e irritante, y eso hacer que los demás se sientan miserables consigo mismos por no querer hacer la basura que haces para tener la aprobación de extraños.
—Aún no entiendo cómo pueden odiarme solo por eso. Tal vez si les hago ver o los convenzo de que me conozcan mejor, podrían cambiar de opinión. Puedo hornear pastelitos, tía Anne, decía "que no hay nada que no solucione un buen postre."
Lucy, continuaba hablando con algarabía y preocupación sobre las cosas que podría llegar hacer para intentar agradar, mientras Louis trataba de ahogar el incesante parloteo tarareando una canción en su cabeza.
—¡Pour l'amour de Dieu basta! —gritó, haciendo que ésta guardara silencio de una vez por todas—. Tu tía si que te estropeó. Eso es lo que hacer constantemente, buscas la aceptación de los demás, no agradarle a todos y debes de superarlo. A la merde. Lu, ponerlo así, vivir contigo es como vivir en la casa de dulces de la bruja malvada pero sin la bruja, cosa que lo hace aburrido. Eres predecible, aburrida, mojigata y tus postres saber horribles... de hecho no, son délicieux pero eso no compensar todo lo demás.
Al escuchar el diminutivo de su nombre, Lucy abrió los ojos de par en par seguida de una amplia sonrisa. Está era la primera vez que le llamaba así. Tal vez ser una persona insistente y no desfallecer en su propósito de ganar su amistad al fin daba frutos.
«Por qué sonríes, Lucy acaba de llamarte mojigata, todavía peor insulto tus postres, pero me acaba de llamar Lu y en cierto modo creo que está preocupada por mi. Mantén la compostura no hagas un escándalo de esto, un movimiento en falso y se asustara, aunque eso quiere decir que quizás me considere su amiga… estoy tan emocionada».
—¿Por qué sonreír cómo tonta? —inquirió Louis interrumpiendo los pensamientos de Lucy—. Ser tan... rara...
—Yo... Por nada —respondió mientras negaba con la cabeza y trataba de disimular la emoción—. Retomando el tema, tratas de decirme qué debo ser una mala persona.
—En partie, no lo suficiente para dejar de llevar mi ropa a la tintorería, pero si lo assez para llamar a tu ex promis fils de pute —alegó Louis sin sutileza— ¡Ah, cómo terminar hablando de ta vie! Yo solo preguntar por qué empacar tonta Lucy.