La cenicienta de Queens

Capítulo 11: Efectivamente somos amigas

—¡No puedo creer que hayas hecho eso!
—Lucy le repetía lo mismo a Louis como por cuarta vez en el ascensor. Louis en cambio tarareaba la relajante canción de espera sin prestar la más mínima atención a la extasiada morena de voz chillona.

Aún seguía eufórica. No podía creer que Louis había renunciado a tener ventaja sobre alguien más, solo por ella, eso sin dudas era un lindo gesto. Ahora gracias a ella no perdería su empleo. Sin embargo, al pasar de unos cuantos segundos, la euforia prontamente  comenzó a disminuir tras el cuestionamiento. 

«Acaso ahora soy cómplice de un crimen, yo no sabía nada hasta ahora, pero me beneficié gracias a ello. Yo soy muy tierna para ir a prisión, las chicas tiernas e ingenuas suelen comérselas vivas en ese lugar o al menos es lo que he leído en las novelas policíacas. El cual es el género favorito de Oli…». 

Un imprudente y desgarrador recuerdo, llegó de la nada mientras meditaba consigo misma.

—¿Cómo has podido hacer eso Louis?
—ahora su tono de excitación había cambiado a reproche—. Mira que extorsionar a una persona normal ya de por si es malo, pero a Sabrina Rousser ¡Yo no quiero ir a prisión! No puedo ir al baño mientras me observan —exclamó angustiada. 

Cosa que a Louis le pareció divertido ver su cara de preocupación. 

—Ser mi cómplice ahora tonta Lucy. Si yo caigo, tú caerás conmigo —argumentó con seriedad—. Al menos... tal vez, no querer saberlo. 

—¿Al menos qué, al menos qué? 

—Ser prófugas de la justice desde ahora 
—sonrió divertida—. Ya no tener con que controlarla y decir que la maldita ser una perra vengativa. 

Al escuchar aquello, Lucy, comenzó a hiperventilar. 

—Es un lugar muy pequeño… —aseguró tocando las frías paredes de metal y con la respiración entre cortada. 

—Évident ser un ascensor. 

—¡Oh por dios! Tía Anne ha criado a una criminal ¡Oh dios mío, tía Anne se volvería a morir si se enterara de esto!
—argumentó respirando más fuerte, acercándose a la puerta y botones del elevador que presionaba con bastante insistencia, de repente las luces se apagaron y el ascensor se detuvo de manera abrupta. 

Louis borro con desencanto su sonrisa al ver el estado de Lucy, está sacó el móvil para que pudieran ver. 

—Nadie ir a prisión —comentó—. Yo inventarlo todo ¡Ah, justo faltar eso! Que a tonta Lucy le diera un ataque de pánico. 

—¿Có-Cómo lo sabes? —preguntó agitada. 

—Primero tratar de inhalar y exhalar —decía mientras observaba a Lucy hacerlo con ella— ¡Parfait! Segundo solo bromear. 

En un impulso de desesperación Lucy sujetó la mano de Louis, está observo el gesto guardando silencio y apretando su mano con un poco de empatía. 

—¿Cómo terminaste extorsionando a un icono de la moda? —preguntó recuperando la respiración de a poco. 

—Yo... —Louis dudó por unos segundos—, yo la conocí en el brunch. Para ser lo más corto, ella consiguió pruebas de la infidelidad de su ex esposo, las cuales necesitaba para divorciarse de él y dejarlo sin un solo centavo y todo gracias a mi ayuda —sonrió con encanto y satisfacción por un trabajo bien hecho, como si todo lo que decía se tratase de un juego retorcido—. Y antes de venir con tu moralidad y ojos juzgones puritana Lucy. Informar que ser su dinero, ella trabajó por él, hasta el último centavo; no sería justo que él se quedará con la mitad porque ella cometer la estupidez de enamorarse. 

—¿Y qué cosa tan importante tenía la memoria? Que hasta aceptó darme una primicia de su próximo proyecto. Y espera, lo que escuche es que tú tomas el brunch, allá en Nueva York… 

—Ella confesaba haber pagado para obtener las pruebas de que su esposo era infiel, y te sorprendería los secretos interesantes y turbios que puedes llegar a saber un domingo a mediodía rodeada de la élite de Manhattan, cuando están bien entonaditos hasta el cul de mimosas. 

—Pero... ¿Qué tiene de incriminatorio enterarse que su ex esposo le era infiel? 

—Oh nada, al menos que lleves a cabo un retorcido plan donde lo orillas a serte infiel. 

—¡Ya veo! —exclamó—. Sabes, estoy muy agradecida contigo Louis. 

—¡Oh, tonta Lucy ya basta! 

—No, déjame terminar por favor. Renunciaste a tener el control sobre alguien solo por ayudarme y eso hacen las amigas —expresaba Lucy llena de sentimentalismo—. También quiero que sepas que soy consciente de que todos tenemos un pasado y cargamos cosas a cuestas, no siempre se puede contar todo supongo, pero puedes intentar compartir tus preocupaciones conmigo si algunas vez quieres hablar. 

Louis sintió una repentina punzada de tristeza que la abrumó. Justo ahora se sentía a bordo de en un carrusel de emociones; había pasado ya un poco de tiempo desde la última vez que sintió una especie de tirantez en el pecho.

—Bueno... tú, ser muy... 

Las luces se encendieron de golpe y el ascensor comenzó a funcionar interrumpiendo lo que Louis iba a decir, llegando al piso de abajo en un instante y abriendo las puertas. 

—¡¿Señoritas se encuentran bien?! —preguntó el gerente del hotel con preocupación—. Juro que esto jamás había pasado antes y de parte del hotel le ofrecemos nuestras más sinceras disculpas. Si gustan pueden pasar al spa, todos los gastos corren por nuestra cuenta. 

Louis carraspeo la garganta y retiró su mano de la de Lucy, arregló el flequillo de su cabello y caminó hacía afuera dirigiéndose a la salida del hotel con la cabeza en alto y llena de superioridad sin detenerse a esperarla. 

—Así qué... Ahora somos amigas, amigas cercanas —alegó Lucy acercándose a ella. 

Está solo la ignoro mientras esperaba un taxi. 

—Tener suficiente de puritana Lucy por un día           —aseguró en un tono neutral subiendo al auto. 

—No importa, porque definitivamente somos amigas —sonrió con vivacidad. 

—Conduzca lo más lejos que pueda de esta loca         —Louis le explicó al taxista cerrando la puerta y sacando la cabeza por la ventanilla para gritar       algo—: ¡No, no lo somos! —entró la cabeza, se acomodó en el asiento y dejó visualizar una amplia sonrisa de simpatía. 




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