Habían permanecido en silencio por más de diez minutos, en el proceso, Ryun entre abría y cerraba la boca con dificultad para tratar de decir algo.
—¿Puedes simplemente decirlo? —soltó Lucy un poco incómoda sin siquiera mirarlo.
—¿Debes, aborrecerme?
Lucy se quedó pasmada ante aquellas palabras. ¿Por qué se supone que debía odiarle?
—Yo...
—No tienes que tratar de justificarlo Lucy, me lo merezco —interrumpió creando todavía más confusión en ella—. Sé que también te mentí mientras Oliver jugaba a una doble vida.
Se quedó en silencio supuestamente pensativa. Era mejor callar que admitir al mejor amigo de Oliver, que ella se había olvidado de su existencia por completo.
—Pues... admito que... —divagaba tratando de encontrar las palabras correctas— Automáticamente en el momento pensé, en cómo pudo Ryun encubrirlo e igual que Oliver verme la cara de estúpida durante tanto tiempo, pero eres su amigo supongo que era... era tu deber como tal.
—Bueno sí, pero aún así no se justifica —dijo bastante aquejado—. Hablé con él en más de una ocasión y se lo dije de frente, porque chicas como tú aparecen cada milenio —enunció mientras sus palabras de culpa hacían que Lucy se sintiera mal, a medias por olvidarlo.
—Nunca me han contado la historia de cómo se conocieron —preguntó de imprevisto algo enérgica tratando de desviar aquel tema. No quería seguir escuchando como se reprochaba así mismo por los errores de otros.
—Eso depende de que Oliver te haya contado... —respondió esquivó.
Él no sabía que tanto había llegado Oliver a contarle sobre su vida. Así que debía tratar de ser lo más perspicaz que pudiese, porque ante todo estaba la lealtad.
—Peleas, drogas, prostitución, contrabando. Tú eliges el tema —alegó la chica en un tono horrorizado enumerando con los dedos. Aunque ahora su voz se escuchará más suave al hablar de ello.
—¡Gigoló... Ja! —exclamó él con gracia dejando salir carcajadas mientras Lucy suspiraba con resignación y desviaba la vista por unos cuantos segundo en dirección a Oliver— ¡Oh mierda, lo siento! ¡Soy un imbécil! —Volvió exclamar al darse cuenta de su gran estupidez.
Lucy forzó una pequeña sonrisa de incomodidad ante su disculpa, esto volvió a causar que el silencio se hiciera dueño del momento otra vez.
—Nos conocimos traficando cuando llegó a Nueva York —manifestó serio sin despegar la vista del camino.
Lucy, observó por el rabillo del ojo al chico risueño y de risa graciosa que conducía. Debía desechar aquel estereotipo sobre que los tipos malos son escorias de la sociedad, con tatuajes, cicatrices y demás.
—¿También creciste en las calles?
Él, negó con la cabeza ante su pregunta tímida.
—No todas las personas que están o estuvieron en el negocio, tienen una trágica historia Lucy. Yo por ejemplo, crecí al sur de Manhattan en un suburbio de Wall Street, colegios de paga, padres felizmente casados aún, domingos de parrilladas y vacaciones familiares en Disneyland.
—¿Entonces por qué? —preguntó incauta y con curiosidad sin poder entender como alguien que no es víctima de las consecuencias y tropiezos de la vida termina en ese negocio.
—¡El dinero mueve al mundo Lucy!
Ella volvió a quedarse en silencio, no tenía nada más que agregar o preguntar. Simplemente debía asumir que no todos tienen una poderosa razón que los orille a cometer errores. Y tal vez su madre no era la excepción.
—Te haré una pregunta y quiero que seas totalmente sincera.
Afirmó con la cabeza, dudosa, aún no había ni siquiera formulado la pregunta y ya presentía que se trataba sobre Chad.
—¿Crees qué tu amiga acepte salir conmigo en una cita?
—¡No, solo somos amigos...! —alegó nerviosa sin siquiera haberle prestado atención a la pregunta y tratando de esconder su temor a toda costa.
—¡¿Qué?!
—¿Qué preguntaste tú?
—Me refería a tu amiga... cómo se llama... —empequeñeció los ojos tratando de recordar el nombre— ¡Ah! Sarah, la hermosa Sarah.
—¡Sarah! ¡Mi Sarah...! —exclamó con sorpresa.
—Si... ¡Me parece muy mona! —exclamó de vuelta. Y al escucharlo automáticamente Lucy pensó que no se refería a la chica fuerte e independiente que ella conoce—. Ya hasta estoy imaginando a nuestros hijos —agregó, en un tono bastante divertido apartando la vista entre veces del camino—. Solo imagina, sus rasgos latinos y mis rasgos asiáticos. Sería algo así como pequeños latin-asiáticos.
Ambos estallaron de risa, mientras Lucy, le aseguraba que esa palabra ni siquiera existía y que tal vez quedaría mejor siendo el nombre de alguna página de citas.
******
—¿Ya terminó de divertirse? —preguntó Ashton en un tono de voz seco recostado de un árbol con una actitud bastante relajada.
Ya lo había entendido. Gritar o sermonear por esto y por las otras imprudencias que probablemente cometerá en un futuro no servía de nada.
—¿Acaso estás jugando? ¡No acabas de ver que la chica se fue con su ex, después de confesarle lo mucho que me gusta! —respondió indignado como si la pregunta de Ashton estuviese fuera de lugar—. No lo entiendo... —cuestionó confuso caminando hacía donde se encontraba su guardaespaldas de lo más relajado— yo le confesé que me gustaba y aún así se fue con el patán e idiota del ex. Aunque admito que yo le aseguré que podía hacerlo y no había problema con ello, pero debía leer entre líneas porque no quería que lo hiciera. Hasta mencione su nombre seguido de su apellido para darle más dramatismo al momento para que bajará del auto y al menos me besara.
Parloteaba sin cesar mientras Ashton, lo observaba agotado sin decir nada.
—¿Y tú por qué no dices nada? —se detuvo de manera dramática y bastante extrañado volteando a ver a su guardaespaldas—. Acaso no piensas gritarme y decirme que soy un inmaduro, imprudente, insensato y todas las palabras que comienzan en in. También réplica que ya no soy un niño y que mis acciones tienen consecuencias malas, muy malas —argumentó ante el extraño comportamiento de esté.