La Cenicienta de Queens

Capítulo 31: ¡Tú!

Nueva York no es solo caos y multitud. Lo creas o no en medio de la jungla de acero y entre el tráfico loco de los taxis amarillos de la ciudad, uno puede encontrar rincones realmente románticos. Y si bien París se lleva el puesto número uno entre las ciudades del romance, Nueva York es espontaneidad a cada paso.

—¿Entonces qué te parece?

—Yo… no puedo responder a ello. ¿Para empezar qué hacemos en Tiffany’s? —preguntó, recargada débilmente de uno de los grandes ventanales de la majestuosa tienda, mientras curioseaba hacía adentro aguardando una explicación. Desde allí se podía apreciar lo elegante y reluciente del lugar.

—Bueno, en el hotel…

—Si, el hotel plaza, ¿cierto? —interrumpió de manera reflexiva y llevó la mano derecha a su mentón como si estuviera deduciendo algo en su cabeza. Aquello solía aterrar a Edwards—. Donde probablemente podrías informarme si has visto algún huésped fuera de lo común. Un príncipe por ejemplo…

—No, no he visto a nadie fuera de lo común —respondió a la brevedad, apretando los labios y convirtiéndolos en una sonrisa forzada— ¿Puedo proseguir?

—¿Estás seguro?

—Si, lo estoy —aseguró cortante con otra sonrisa forzada y retomando lo que tenía para decir antes de haber sido interrumpido con brusquedad—. Como te decía en el hotel, pasaron está película…

—Aunque… —Volvió interrumpirlo de golpe, logrando que él soltara un suspiró de desesperación—, cualquier cosa por minúscula que fuese podría servirme.

—Lucy… —mencionó su nombre con fuerza pero de manera afectuosa, acercó su frente a la de ella logrando así que guardara silencio y le prestará atención—. Son las siete de la mañana. Enserio quieres hablar de un pedante y egoísta príncipe mimado, que nunca se tomó el tiempo para ver más allá de sus narices. Estoy aquí en Tiffany's con croissant, café y un panecillo de moras azules —decía en susurros, pero ahora sosteniendo su barbilla, inclinando la cabeza de esta hacía arriba mientras su aliento a menta fresca chocaba con sus fosas nasales— En Tiffany's, si así como Desayuno en Tiffany’s… La película era muy cursi y en otras circunstancias jamás me habría detenido a verla, pero simplemente no puedo evitarlo cuando se trata de ti, a ti te gustan esas cosas y yo quiero intentar que me guste todo lo que te gusta.

—Yo…

—Está bien —aseguró, retrocediendo unos cuantos pasos pequeños hacía atrás, luego levantó dos cafés junto a una bolsa de papel marrón a la altura de su pecho y con una amplia sonrisa excesivamente dulce. Una de esas involuntarias, que hace que te palpite el corazón a mil por hora mientras te sudan las manos, una de esas que podría incluso derretir un iceberg.

Edwards, estaba fascinado y curioso por las cosas que aquella chica hacía que nacieran de él con tanta naturalidad. Estaba allí de traje, con una gabardina a juego, y radiante a la siete de la mañana, sosteniendo un desayuno exprés.

Lucy se quedó embelesada por unos minutos y le observó; ella no se había percatado que aquello era un gesto romántico. El brillo en los ojos de Edwards y la suavidad de sus palabras, habían dejado una huella profunda en su corazón.

—Según leí, fue alabada por la crítica —comentó Lucy, tratando de romper la tensión con una sonrisa.

—Según la crítica de ese entonces —interpeló él, con una carcajada suave— ¿Me he extralimitado, verdad?

—No. Es solo… —negó con la cabeza, acercándose a él con cierto malestar. Era la segunda vez que le escuchaba decir aquellas palabras. Sin embargo, no podía evitar asociarlas a otro rostro. Uno más descarado, seductor e impertinente. Nada que ver con el hombre encantador que tenia enfrente—, que estos días mi mente ha estado pensando mucho en él…

—En tu ex —comentó Edwards, con un gesto de desencanto, bajando los brazos.

Estaba un poco cansado, ya que sin dudas no visualizaba su primer enamoramiento con un triángulo amoroso.

—No, no no, no. Es solo… ¡Oh santo cielos! Mira la hora —exclamó con sobresaltó, observando la hora por arriba del hombro de Edwards en el aparador de una tienda—. Se suponía que debía llegar a las ocho, Danna quiere hablarme, pero ahora va a matarme —específico con angustia tomando los dos café y los croissant para compartir de las manos de él, y plantando un beso en su boca, suave y rápido como si fuese un hábito—. Debo correr.

—Lu… —enunció con una sonrisa cálida, haciendo que ella se detuviera unos segundos— ¡Ten un lindo día!

Edwards, observaba de manera reconfortante como Lucy se iba perdiendo entre la oleada de personas, mientras achicaba los ojos. En su vida jamás había anhelado tener tanto algo. Podía acostumbrarse a esto en las mañanas; despertar temprano, café y apenas poder desayunar, despedirse todas las mañanas de una despistada y adorable chica con un beso cálido, pero a las carreras. Podía intentar adaptarse a la ciudad de Nueva York, a la vida cotidiana, a una vida normal, a una buena vida, a una vida con ella.

******

Editorial-The New York Lover

Lucy se paró en la entrada del salón de juntas por unos segundos tratando de recuperar el aliento. Desde allí divisaba la figura de Danna y Alberth, que hablaban entre sí. Seguramente Danna le comentaba a Alberth la poca eficiencia de su compañera y cómo la iba a despedir en una semana, tal vez menos. Justamente ahora que era lo más volátil que tenía en su vida y ni hablar de regresar a escribir esa tonta columna sobre bodas. Ya no podía regresar allí, ya no quería.

—¡Despierta! —se auto exigió, agitando fuerte la cabeza con los ojos cerrados y entrando a la sala con determinación.

—¡Hasta que por fin te dignas a acompañarnos! —exclamó su jefa, con su habitual estado de ánimo cítrico.

—¡Yo… Lo lamento!

Apenas el día comenzaba y era su primera, bueno su primera y media disculpa del día.

—No, pero entiendo, era más importante tomar el desayuno que llegar a tiempo a una reunión con tu jefa —aseguró con voz sarcástica, posando la vista en los cafés y la bolsa de papel que Lucy sostenía en las manos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.