Departamento en Queens
Ya no había control en los dedos, las manos desesperadas buscaban perderse entre la piel del otro mientras el cálido aliento del príncipe le quemaba, haciendo a su corazón palpitar con fuerza. Lucy, lo asfixió con besos de la misma manera que él lo hizo con ella.
—¡La cena estuvo deliciosa...! —exclamó entre jadeos, tratando de ser condescendiente mientras giraba de espaldas la perilla en la puerta de la habitación de Lucy. Sus manos temblaban por la expectación.
—Oh eso... no es para tanto, sólo eran sobras —susurró débilmente a escasos centímetros de su rostro, con el pulso acelerado y caminando hacía dentro de la habitación, ella chocaba con los pies de Edwards torpemente. Sentía un hormigueo en la piel cada que sus labios la tocaban.
Edwards capturó su boca con otro beso y sus manos hábilmente subían despacio por el interior de su blusa. Lucy, se apartó un segundo, levantó los brazos y en un parpadeo se deshizo de aquella estorbosa pieza de ropa, mientras él sonría alelado y lo observaba con fascinación.
Caminaban hacia atrás con torpeza y desespero, incapaces de prestar atención a otra cosa que no fueran sus labios. El tacto de las manos de él la sujetaba firmemente en la espalda baja, transmitiéndole una sensación de seguridad y deseo a la vez. Cada paso que daban hacia la cama era un paso más hacia la pasión desenfrenada que los consumía.
—¿Sobras...? —inquirió en otro susurró, a varios centímetros de su rostro.
La tensión sexual entre ellos era palpable. Él estaba tan excitado, su virilidad era la prueba de ello. Sin embargo, aquella respuesta de ella lo desconcertó por un momento.
—Si... ya sabes... —musitó sin fuerzas, dando un último paso hacia atrás, logrando caer victoriosamente en la cama— cuando sobra comida del día anterior y la guardas en el refrigerador —explicó de manera rápida mientras tomaba el control, dando la vuelta para quedar arriba de él.
La cara de Edwards se tornó un poema, ya que en su vida jamás había escuchado tal cosa.
—¿Espera... comimos sobras? —aquella pregunta hizo que Lucy detuviera los besos que plantaba en su cuello con excitación. Ella enderezó un poco el cuerpo, pasó una de sus manos por su cabeza acomodando el cabello despeinado hacia atrás y luego lo miró interrogante por unos segundos, aún permaneciendo arriba de él, en horcajadas—. Me refiero, a que si la palabra "sobras" significa lo mismo para ti que para mí.
Ella arrugó la frente envuelta en un mar de frustración. No podía creerlo, ¿acaso no quería estar con ella y usaría aquello como excusa barata?
—Chad, estoy arriba de ti, sin blusa —señaló lo obvio casi en un susurro despectivo. Edwards agrando lo ojos, al percatarse de aquella bestialidad que acababa de hacer.
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Central Park. Unas horas antes
—¿Qué pasa si cambias de opinión y decides arremeter contra él? —cuestionó hacía su amigo con cara de preocupación. Él estaba sentado en una banca de Central Park con los brazos abiertos, apoyado en el espaldar, mientras Oliver, estaba sentado arriba en el espaldar moviendo una de sus piernas un tanto ansioso—. Lamento ser yo quién te lo diga pero eres bastante volátil.
Apenas habían transcurrido horas desde la incierta y desgarradora despedida en el baño de Lucy.
—¡No haré nada hombre! Confía en mí —aseguró inclinando la cabeza hacia atrás. La expresión tranquila en su cara no concordaba con su inquietante mirada.
—También seré sincero porque no creo que a Lucy le agrade esto. Si no es una vaca.
—Pero qué cosas dices... si yo no pretendo cambiarla por una propiedad. Es sólo que quiero saber sus intenciones para con ella. La amé y aún la sigo amando. Y seamos honestos, tal vez la ame el resto de mi vida... Es lógico que me preocupe por ella, apenas acabamos de cortar el hilo, solo quiero saber su propósito, luego voy a desaparecer de New York y de su vida en silencio. He comprado un bote con mis ahorros.
Al terminar aquellas palabras, Edwards hizo apto de presencia.
—¡Me parece bastante sensata la decisión! —afirmó, parando a una corta pero prudente distancia.
—Hasta que por fin llegas —replicó bajando de la banca y caminando hacía él de manera imponente.
—¡Oliver! —Ryun exclamó su nombre expectante, poniéndose de pie de inmediato.
—¡Hombre si te acabo de decir que no voy hacer nada! Deberías tenerme un poco más de fe.
Él dio un paso en reversa y levantó ambas manos en modo de paz con un semblante calmado, pasando de la cara de Ryun a la de Edwards.
Él príncipe, se mantuvo sereno todo el tiempo. No quería dar un paso en falso y poner en sobre avisó a su impaciente guardaespaldas.
—¡Vamos al grano! —demandó Edwards en un tono neutral, observando con apuró el rolex que llevaba en la muñeca de su brazo izquierdo— ¿A qué viene esta presuntuosa reunión?
Oliver lo miró fijo por menos de un minuto. Aquel tipo de traje no lo engañaba, podía reconocer a otro mentiroso desde lejos.
—¿Cuáles son tus intenciones? —preguntó el chico conflictivo con un aspecto excesivamente serio.
—¡Disculpa!
—Si, lo que escuchaste. ¿Cuáles son tus intenciones con ella?
—No tengo por qué responder a eso. Porque sólo me incumbe a mi y a Lucy.
—Es lo que yo le dije —interrumpió Ryun en un tono enérgico y precipitado. Oliver de inmediato le lanzó una mirada furiosa— ¡Perdón, perdón! —se disculpó con una sonrisa simpática— Yo... me iré para allá —expresó señalando un lugar al azar—. Para que puedan continuar con su ritual de machitos, sobre quién inspira más temor. Tal vez, terminen cambiando una vaca por tierras. Porque esto es arcaico —aseguró el chico asiático, caminando hacía el lado opuesto de donde había señalado.
Oliver comenzó a reír de manera neurótica, acercándose a la banca y sentándose en ella. Él, encorvó su cuerpo con de sosiego, agachando la cabeza y dejando salir una última carcajada de aflicción.