La cenicienta de Queens

Capítulo 34: Invitación

Departamento en Queens

Ya no había control en los dedos, las manos desesperadas buscaban perderse entre la piel del otro mientras el cálido aliento del príncipe le quemaba, haciendo a su corazón palpitar con fuerza. Está lo asfixió con besos de la misma manera que él lo hizo con ella.

—¡La cena estaba deliciosa...! —exclamó entre jadeos tratando de ser condescendiente mientras giraba de espaldas la perilla en la puerta de la habitación de Lucy.

—Oh eso... no es para tanto, sólo eran sobras             —susurró débilmente a escasos centímetros de su rostro, con el pulso acelerado y caminando hacía dentro de la habitación chocando con los pies de Edwards torpemente. Sentía un hormigueo en la piel cada que sus labios le tocaban.

Edwards capturó su boca con otro beso y sus manos hábilmente subían despacio por el interior de su blusa. Lucy, se apartó un segundo, levantó los brazos y en un parpadeo se deshizo de aquella estorbosa pieza de ropa mientras él, sonría alelado y le observaba con fascinación.

Caminaban hacia atrás buscando la cama con torpeza y desespero, incapaz de prestar atención a otra cosa que no fueran sus labios. El tacto de las manos de este, la sujetaba firmemente en la espalda baja.

—¿Sobras...? —inquirió, en otro susurró a un milímetro de su cara. Estaba tan excitado, su virilidad era la prueba de ello, pero aquella respuesta fue un tanto confusa para él.

—Si... ya sabes... —musitó sin fuerza dando un último paso hacia atrás, logrando caer victoriosamente en la cama— cuando sobra comida del día anterior y la guardas en el refrigerador             —explicó de manera rápida mientras tomaba el control dando la vuelta para quedar arriba de él.

La cara de Edwards se tornó un poema. Ya que en su vida jamás había escuchado de tal cosa.

—¿Espera... comimos sobras? —aquella pregunta hizo que Lucy detuviera los besos que plantaba en su cuello con excitación. Esta enderezó un poco el cuerpo, pasó una de sus manos por su cabeza acomodando el cabello despeinado hacía atrás y luego lo miró interrogante por unos segundos aún permaneciendo arriba de él, en horcajadas—. Me refiero, a qué si la palabra sobras, significa lo mismo para ti que para mí.

Ella arrugó la frente envuelta en un mar de frustración. No podía creerlo, acaso no quería estar con ella y usaría aquello como excusa barata.

—Chad, estoy arriba de ti, sin blusa —señaló lo obvio casi en un susurro despectivo. Edwards agrando lo ojos, al percatarse de aquella bestialidad que acababa de hacer.

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Central Park. Unas horas antes

—Qué pasa si cambias de opinión y decides arremeter contra él —inquirió Ryun hacía su amigo con cara de preocupación. Él estaba sentado en una banca de Central Park con los brazos abiertos, apoyado en el espaldar mientras Oliver, estaba sentado arriba en el espaldar moviendo una de sus piernas un tanto ansioso—. Lamento ser yo quién te lo diga pero eres bastante volátil.

Apenas habían transcurrido horas desde la incierta y desgarradora despedida en el baño de Lucy.

—¡No haré nada hombre! Confía en mí —aseguró inclinando la cabeza hacia atrás. La expresión tranquila en su cara no concordaba con su inquietante mirada.

—También seré sincero porque no creo que a Lucy le agrade esto. Si no es una vaca.

—Pero qué cosas dices... si yo no pretendo cambiarla por una propiedad. Es sólo que quiero saber sus intenciones para con ella. La amé y aún la sigo amando. Y seamos honestos, tal vez la ame el resto de mi vida. Es lógico que me preocupe por ella, apenas acabamos de cortar el hilo; solo quiero saber su propósito, luego voy a desaparecer de New York y de su vida en silencio.

Al terminar aquellas palabras Edwards se hizo apto de presencia.

—¡Me parece bastante sensata la decisión! —afirmó, parando a una corta pero prudente distancia.

—Hasta que por fin llegas —replicó, bajando de la banca y caminando hacía él de manera imponente.

—¡Oliver! —Ryun exclamó su nombre expectante, poniéndose de pie de inmediato.

—¡Hombre si te acabo de decir que no voy hacer nada! Deberías tenerme un poco más de fe.

Este dio un paso en reversa y levantó ambas manos en modo de paz con un semblante calmado pasando de la cara de Ryun a la de Edwards.

Él príncipe, se mantuvo sereno todo el tiempo. No quería dar un paso en falso y poner en sobre avisó a su impaciente guardaespaldas.

—¡Vamos al grano! —demandó Edwards en un tono neutral, observando con apuró el rolex que llevaba en la muñeca de su brazo derecho— ¿A qué viene esta presuntuosa reunión?

Oliver le miró fijo por menos de un minuto. Aquel tipo de traje no le engañaba. Podía reconocer a otro mentiroso desde lejos.

—¿Cuáles son tus intenciones? —preguntó el chico conflictivo con un aspecto excesivamente serio.

—¡Disculpa!

—Si, lo que escuchaste. ¿Cuáles son tus intenciones con ella?

—No tengo por qué responder a eso. Porque sólo me incumbe a mi y a Lucy.

—Es lo que yo le dije —interrumpió Ryun en un tono enérgico y precipitado. Oliver de inmediato le lanzó una mirada furiosa— ¡Perdón, perdón! —se disculpó con una sonrisa simpática— Yo... me iré para allá       —expresó señalando un lugar al azar—. Para que puedan continuar con su ritual de machitos, sobre quién inspira más temor. Tal vez, terminen cambiando una vaca por tierras. Porque esto es arcaico —aseguró el chico asiático caminando hacía el lado opuesto de donde había señalado.

Oliver comenzó a reír de manera neurótica, acercándose a la banca y sentándose en ella. Este encorvó su cuerpo con de sosiego, agachando la cabeza y dejando salir una última carcajada de aflicción.

—Yo...

Edwards no sabía muy bien lo que sus ojos estaban viendo. Pero supuso que así, debía verse el espíritu cuando se quebrantaba.

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