La cenicienta de Queens

Capítulo 35: ¿El príncipe tiene miedo?

—Lo admito. ¡El negro no es su color! —exclamó Ashton en un tono bromista entrando al aposento principal de la suite. Este observaba como Edwards se acomodaba la corbata de moño del smoking azul noche que llevaba puesto, buscando la perfección de la misma. El príncipe miraba su reflejo al espejo pensativo; había vuelto a su vivaz color de pelo rubio castaño, los anteojos, que aunque no se le veían nada mal, simplemente no podían hacerle justicia a esos hermosos y deductivos ojos negros, los cuales desprendían un brillo exorbitante. Y la barba al estilo hollywoodiano que llevaba desde antes de París, fue retirada con éxito. Ahora sus hoyuelos podían apreciarse con más claridad— ¡Nervioso Señor...! 
—Ashton volvió a exclamar sacándolo de aquellos pensamientos turbulentos.

Él, acomodó por última vez la corbata negra consiguiendo aquella perfección, luego dio un paso hacía atrás con una pierna y enderezó su elegante postura.

—Lo creas o no, esta no es la primera vez que hablo en público 
—afirmó con su particular sarcasmo seguido por aquella sonrisa prepotente que solía crecer en él cuando las cosas se le salían de la mano.

—Usted sabe muy bien a lo que me refiero —específico con preocupación.

—Eventualmente algún día iba a llegar a su fin, ¿no? —aseguró en un tono frío y realista— ¿George me mandó el paquete?

—Aquí está —señaló una caja que se encontraba en la cama—. Una perfecta peluca hecha a la medida de extensiones reales, no hay forma de que alguien sospeche que no es su cabello. Además solo serán varios minutos señor —añadió tratando de reconfortarlo—. Otorgará unas pequeñas pero emotivas palabras, seguido por una generosa donación. Luego dará varios apretones de manos de personas que el alcalde le presentará mientras fanfarronea sobre su estrecha relación de amistad con la familia real. Lo cual sabemos que no es cierto 
—recapituló su guardaespaldas aquel plan infalible.

—Dicen que el peor pecado del hombre, no es más que su gran ego —añadió reflexivo—. Después de algunos treinta minutos, muchas fotografías, sonrisas forzadas y manos estrechadas. Podré volver a mi álter ego para ponerle fin. ¡Perfecto, es una gran noche para destrozar los sueños de alguien! 
—soltó con ese tono de humor ácido que eventualmente usaba como mecanismo de autodefensas—. Estoy listo para que ella me odie.

                         ******

Departamento en Queens. Horas antes del evento

Lucy, subía de manera enérgica las escaleras. Esta llevaba puesto unos auriculares y ropa deportiva. Desde que había visto aquel vestido de novia en el aparador de una tienda; había tomado el hábito de ejercitarse, aunque ahora aquel vestido ya no era la inspiración. Debía reconocer que Oliver, tenía razón con aquello de correr. Esta práctica reducía su estrés y su manejo de dudas al menos a la mitad.

Se apresuró a abrir la puerta tarareando la tonada de la canción que escuchaba mientras movía su cuerpo con disimuló al ritmo de la música.

—Por favor, por favor no cuelgues... espera...

Apenas entró posó sus ojos hacía Sarah con curiosidad. Esta estaba de pie en la sala y llevaba una animosa conversación telefónica.

—Espera, solo dame un segundo...
—hizo una mueca de súplica mientras Lucy caminaba hacia la cocina sin hacer ruido y observando entre veces por el rabillo del ojo—. Te estoy pidiendo que sólo me otorgues un segundo... espera... —anunció aquello retirando un poco el teléfono de la cara con un semblante inexpresivo y cubriendo el micrófono con su mano.

Esta levantó la vista en dirección a Lucy, quien tomaba zumo de naranja sentada en el desayunador, observando su teléfono con una sonrisa un tanto boba. Sarah aclaró la garganta llamando su atención y señalando una caja lila con una cinta de cera del mismo color pero de tonalidad clara.

—¿Quién la envía? —preguntó en un susurró interrogante, agrandando los ojos y acercándose a la caja mientras su amiga le hacía una mueca de no saber nada al respecto y volvía a llevar el teléfono a su oreja seguida de un suspiró.

—No, no era tan importante y no quiero hablar después, quiero que hablemos ahora.

—¿Todo bien...? —musitó la morena tomando la caja y observando a Sarah nuevamente con curiosidad pasearse de un lado a otro un tanto irritada.

Su amiga le sostuvo la mirada por menos de un segundo, afirmó con la cabeza y volvió a su charla. Lucy sintió como aquella mirada le pedía privacidad a gritos, así que igual asintió en modo de confirmación, tomando la caja y caminando hacía su habitación.

Al entrar a la habitación tiró la caja en la cama al igual que ella se dejó caer y procedió a responder los mensajes que llegaban con insistencia. Aquello obtuvo toda su atención de la caja, haciendo que olvidara su existencia.

Para: Lucy

Lucy Andrews. ¿Cómo es
tan siquiera posible aquello?

10:00 am
Recibido: 12 de abril del 2013


 

Para: Chad 

Solo digo que no puedo
elegir un color. 
Todos son muy bonitos!!!
Así que no tengo un color favorito 
me gustan todos

10:01 am
Enviado: 12 de abril del 2013
 

 

Para: Lucy

Bueno...¿ y qué tal el lila?

10:04 am 
Recibido: 12 de abril del 2013

 

Lucy sonrió y observó la caja a un lado de ella. Deduciendo inmediatamente que él la había enviado. Era un poco pronto pero definitivamente podía sentir como algo revoloteaba en su interior.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.