La cenicienta de Queens

Capítulo 45:¿Lo ama?

—¡Me alegra que hayas sacado un poco de tiempo para tomar el desayuno!

—Bueno, si somos honestos, no es cómo que me hayas dado elección —aseguró inclinando la cabeza un poco hacía la derecha y alzando la vista en su dirección haciendo un puchero—. Sin embargo, no te culpo de que quieras pasar tiempo conmigo, después de todo, soy tu favorito.

La reina madre apretó los labios con un semblante divertido y tomó el vaso de cristal que tenía en frente de ella, llevándolo a la comisura de los labios logrando así ahogar una carcajada.

—¡Nicolás, no digas boberías! Ni seas la manzana de la discordia. Bien sabes que amo a todos por igual...

—Por supuesto. Tú di aquello, sólo trata de ser más convincente.

—¡No tienes remedio! —exclamó curvando los labios en una cálida sonrisa.

—¡Créeme, ni siquiera me esfuerzo en ser encantador, me sale tan natural!

—Estoy de acuerdo. Eres bastante encantador, un príncipe muy encantador...

—¿Por qué presiento que hay un pero, en aquel halago?

—Pues, la cena de anoche fue...

—¡Entretenida! ¿No? —le interrumpió seguido de una carcajada burlesca.

—Se podría decir así. Ya que pasó algo inusual.

—Pues yo no llamaría inusual al hecho de que Edwards haya protagonizado una escena con una de sus amantes. Bien sabemos lo promiscuo que es mi primo. Creo que aquello fue lo habitual viniendo de él —destacó de manera normal mientras untaba margarina a una tostada—. Y de alguna forma, no puedo no llegar a sentir pena por la chica; depositando su fe a ciegas en alguien como él.

—Nicolás —mencionó su nombre en un tono serio, cosa que hizo que el príncipe se detuviera de balbucear y dejará la tostada en el plato, prestando toda su     atención—. No puedes repetir la historia —arrojó de imprevisto. Y la forma en la que le hablo le causó escalofríos, sintiendo como si alguien tocara su corazón con manos frías—. aquello casi destruye nuestra familia. Nuestro linaje. No tienes permitido repetir lo que...

—Lo qué hizo mi madre o lo que hizo tu hija...

Nicolás, la detuvo y le lanzó una larga mirada expectante. Escuchar que ella insinuaba aquello era doloroso y el impulso de venganza que formaba parte de él hizo su aparición.

—¡Por favor continúa...! —exclamó con insolencia mientras se ponía de pie y arrojaba una servilleta de tela en la mesa—. Es que me encantaría saber cómo esto es culpa de mi madre y no de tu hija.

—Nicolás. Es la reina, que no se te olvide.

—Por supuesto —contestó en un tono bajo y desagradable, dando media vuelta.

—Por cierto... —él, se detuvo pero no volteó a verle— Edwards, le ha propuesto matrimonio hace unas horas.

—¿Me imagino que ella ha aceptado?

Sentía fuertes latidos en el corazón que le repercutían en las sienes, y al vivo compás de este golpeteo funcionaban sus pulmones.

—Por supuesto que lo ha hecho. Ella no es nadie para atreverse siquiera a pensar, en rechazar una propuesta del futuro rey. Esa chica debería sentirse la más afortunada de todo el mundo. Yo en cambio no estoy de acuerdo en esa grotesca unión. Es corriente, soy una persona tradicional y por más que se esfuerce, tal vez nunca logre encajar. Sin embargo, mi opinión no ha sido requerida, así que no es relevante. Yo, al igual que los demás conocemos nuestro lugar, y espero que tú también sepas cual es el tuyo —expresó con profunda comprensión—. Pero debo reiterar una vez más mi preocupación hacía esta familia y a ti. Porque pongo en duda que seas lo suficientemente estúpido en repetir los pasos de tu madre.

—Es tú hija... ¿Acaso no sientes un poco de remordimiento por haberla perdido? —preguntó de manera hostil girando sus talones hacia la reina madre.

—A ella solo se le pidió una cosa...

—Renunciar al amor de su vida… —le interrumpió con ligera ironía.

—¡Por favor Nicolás! —exclamó en un tono impostado—. El amor está sobrevalorado, es un sentimiento ambiguo que denota poca decisión y firmeza. Pensé que hice un mejor trabajo contigo.

—Tú no te preocupas por nada más que no sea la monarquía, porque si te hubiese importado esta familia, ella estaría viva. ¿Ella necesitaba ayuda?

—No te atrevas a insinuar aquello. Ella sabía sus obligaciones con la corona, pero tú madre no era más que una mujer caprichosa; que cargaba consigo la estúpida idea de que todo podría ser como los cuentos de hadas, por el simple hecho de pertenecer a la realeza. Y... —acotó con una creciente indignación. En cambio Nicolás sentía como la sangre hirviendo corría por sus venas y una bola de fuego ardía en su pecho— la única culpa que me voy a atribuir, es haberla dejado crecer con esas ideas.

Nada más que un recuerdo del decoro y las obligaciones; la reina madre, había hecho una apelación al buen sentido del mismo. Aquello debía ser suficiente para que la pasión se aminorada.

                                                        
                                        ******

Lucy, apenas podía respirar, el sonido de sus pasos parecían más fuertes que nunca, de hecho eran más fuertes y más pesados; esta caminaba por uno de los anchos pasillos de un lado a otro mientras susurraba para sí misma.

—¿Por qué lo he hecho?

Se preguntó con incredulidad. Recordando como los ojos brillantes del príncipe le traspasaba la piel y esas palabras salían desbordadas de manera inconsciente. Al escuchar su propia voz en medio del silencio sintió otra vez la angustia. Su corazón y su sentido común no estaban en los mejores términos.

—Le he dicho que si...

Ella paró de golpe y dirigió toda su atención hacia los grandes ventanales que se repetían por todo el largo del  pasillo. Necesitaba con desespero que el aire fresco golpeara su rostro, así que dio media vuelta y se apresuró hacia las escaleras, porque justamente ahora se sentía como un pájaro enjaulado.

—¡Con cuidado pequeña velocista!

Escuchó exclamar detrás de ella en un tono ligero, y de inmediato giró haciendo una reverencia. El hombre estaba cruzado de brazos con un aspecto despreocupado.




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