La Leyenda del Elemental

La Consagración

Después de tranquilizar a Flinn usando mi instinto paternal, me es permitido reunirme con los demás, quienes, a diferencia de mí, fueron directamente encerrados en un salón siniestro, elegante, pero siniestro. Masato tiene la pierna vendada y Kuki Kara está más alterado que nunca. Se sorprenden al verme entrar sin estar aterrorizado, solo impactado.

— ¿En dónde estabas? ¡Pensamos lo peor y no nos decían nada de ti! —Masato me reclama por aparecer así sin más después de simplemente separarme.

— Naufragando y luchando por mi vida, no es divertido caer de más de 100 metros.

— ¿Entonces por qué entró ese tipo escoltándote como una celebridad? —Zyo es el más calmado de los tres.

— Porque lo somos, no tanto celebridades, bueno, no tal cual, nos adoran como dioses y nos quieren, pudieron haberme matado en la playa y en cambio me subieron a un palanquín con un compañero de preparatoria como asistente, hablan de un evento, la consagración.

— Ay no —si Kuki Kara se tensa al escuchar esas palabras no significa nada bueno, lo sé—. No es lo que ustedes piensan, Himiko usa su belleza para engañar y hacerle creer a todo el mundo que es buena y correcta, pero mi poder la corrompió, la consagración no es un evento para glorificarnos ni mucho menos agradecernos. Himiko planea nuestras muertes y hará lo posible para obtener nuestros poderes, ella es mortal.

— ¿Pero los demás no se pondrían en su contra por matar a quienes veneran?

— No, ella sabe voltear todo para ganar, se mete en tu cabeza y hace lo posible para salir vencedora. Logró quebrarme, lo hace diariamente con sus súbditos.

— Eso explica porque Flinn, mi compañero de preparatoria —eso último lo digo para que no se confundan—, se veía atemorizado, mencionó que era una trampa.

— Yamataikoku se ha convertido en eso, un arma, una trampa, una espada bien afilada —nos explica Kuki Kara dando vueltas como maniaco—. Y no podemos escapar, Himiko debe morir o no tendremos posibilidades de ganar la guerra.

— ¿Y qué hacemos? Llevamos horas sin salir de aquí y nada funciona, ni nuestros poderes —reclama Masato cansado y cojeando hacia la puerta, tratando de quemarla sin éxito alguno.

— Ella tiene poderes de aire, solo Jayden es competencia para ella, sabe disipar el fuego y desviar el agua; pero no puede luchar contra la naturaleza, no puede doblar un tronco ni partir montañas hechas por un elemental de tierra, no pudo contra Chikyu.

— ¿Entonces tengo que enfrentarme solo contra ella? —jamás pensé que estaría en el frente y me asusta.

— No tenemos más opción. Eso sí, hay dos ataques en su estrategia, si no la vences por medio del poder querrá meterse a tu mente —puedo con ella, tengo entrenamiento y mucha experiencia en el campo de batalla, lo que es preocupante es lo mental, mi mente tiene una faceta oscura que intento ocultar y aun así está saliendo a flote, Himiko podría sacarle provecho.

— Estamos perdidos —digo de forma sarcástica, y antes de obtener un regaño, Flinn entra de nuevo con esa expresión fría y artificial, vuelve a hacer un súbdito y no al chico extrovertido que conozco.

— La emperatriz quiere conocerte —supongo que va dirigido a mí, es a quien le han tenido hospitalidad y clara admiración.


 

Tras pasar por pasillos largos y oscuros adornados de armaduras de samurái y jarrones que en un museo valdrían millones, llegamos al centro del zigurat donde Himiko me espera en medio del salón de piedra volcánica. No es la de los murales, en el centro no veo a esa chica agraciada llena de sabiduría que impone con su sola presencia. Es una especie de estatua, es como una Barbie tenebrosa sin expresión y con sus respiros tan profundos e inigualables dándome una idea que el tiempo le ha afectado más allá de lo sentimental y afectivo.

— Chikyu Kara, maestro de la tierra —no sé si hacer una reverencia, es una emperatriz, pero yo soy un “dios”—. Tan diferente a como te vi por última vez.

— Soy su descendiente, su majestad, me nombró como su sucesor por ser parte de su clan y familia, así como mi valentía y heroísmo.

— Más allá del mar, en los recuerdos de tu sirviente —¿tanto poder tiene? Debería causar tormentas, no leer mentes como yo, leer su mente me causa dolores de cabeza por tantos pensamientos y locura que hay encerrado en ese cráneo.

— Tengo entendido que busca algo de mí.

— De tu antecesor, dadas las circunstancias me veré forzada a darte un trato.

— ¿Qué clase de trato?

— Tus hermanos, los quiero y quiero su sangre, si no puedo contra ti lo mejor para este imperio será unirnos para crear una era gloriosa, los dos formaremos un imperio bendecido por los dioses. El Imperio Jeidosan gobernado por una emperatriz y un dios.

Por supuesto, me imagino cómo sería gobernar la isla, con estatuas de mí y haciendo todo por mí, muriendo por mí; tener todo un pueblo a mis pies, siendo coronado en cualquier centro ceremonial, siendo agnóstico me da igual en donde me pongan esa corona. Convertirme en un asesino para ser poderoso.

— No.

— ¿No?

— No haría semejante traición —no solo por traición, ¿Qué ganaría con asesinarlos? No tendría poder, Himiko no se tentaría en asesinarme, MizuNo me aplastaría con un solo dedo y sería un criminal, un traidor y un asesino—. No vinimos a quitarte Yamataikoku, ni mucho menos destruirlo; venimos a una misión encomendada por los dioses mayores, no a darte más de lo que tienes o debes tener, si fallamos no existirá Yamataikoku ni ningún súbdito que te alabe y te demuestre amor.



#4236 en Otros
#715 en Acción
#3466 en Fantasía

En el texto hay: descubrimiento, dioses, héroe

Editado: 09.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.