La madre perfecta

Capítulo 2 Un asunto de confianza

Las palabras quedaron relegadas a un segundo plano desde el momento en que nuestros labios se tocaron. No necesitábamos expresar lo que nuestras manos y bocas se encargaban de explicar con bastante claridad. Este hombre es como un torbellino de pasión desenfrenada que me borra la consciencia y me hace cometer las locuras más inverosímiles.

Sus manos no han dejado de pasearse por mi cuerpo a sus anchas, esculcando en cada rincón que encuentra a su paso. Su lengua es una máquina demoledora que me seduce con hambre y me reduce hasta hacerme polvo. Me toma con fuerza y me invita a cometer pecados imperdonables de los que no sé si soy capaz de arrepentirme. Lo supe desde el primer momento en que vi esos ojos grises reflejados en los míos. No había manera en que pudiera escapar de él, de lo que siento en sus brazos, de lo que me provoca con su boca.

―Eres tú ―menciona al romper el beso―. Sé que eres tú, no necesito más para comprender que eres la indicada.

¿Qué? Pienso, aturdida mientras intento recuperarme de mi embotamiento. ¿Qué es lo que está diciendo? Inhalo un poco de aire para llenar mis pulmones después de haberme quedado sin él.

―¿La Indicada? ―asiente en respuesta― ¿La indicada para qué?

Pregunto, interesada y curiosa. Sonríe, pagado de sí mismo, de esa manera a la que ningún ser en este planeta puede resistirse. 

―Nunca antes me sentí así con ninguna otra mujer ―cierro los ojos al escuchar aquellas palabras para embriagarme con ellas. Es mi primera experiencia de este tipo con un hombre, así que no sé qué hacer ni qué decir al respecto, sin embargo, me siento fascinada con lo que está sucediendo entre nosotros. Tengo la sensación de que mi cuerpo arde en fuego y que no existe nadie más que él, capaz de apagarlo―. ¿Crees en el amor a primera vista?

¿Amor? Ni siquiera sé lo que es el amor, mucho menos lo que es el enamorarse de una persona a la que vez por primera vez. Así que considero que es mejor quedarme callada que en evidencia.

―No sabría cómo responder a tu pregunta.

La verdad es que mi desconocimiento sobre el tema de los sentimientos impide que lo haga. Estaría siendo desleal al hacerlo si me baso solo en mis propias experiencias. Conozco el amor fraternal, el amor hacia mi familia; pero es todo lo que tengo como referencia. Así que supongo que no es suficiente para opinar al respecto.

―¿Es tan complicada y difícil la pregunta que acabo de hacerte? ―pregunta, divertido. Su mirada revolotea curiosa y entretenida sobre mis labios―. Un sí o un no bastaría para declararte a favor o en contra.

 Me pone en aprietos con su insistencia.

―No lo sé, no quiero forzar una respuesta ―respondo, apremiada―. Sería más fácil para mí hablarte sobre estados financieros y conciliaciones bancarias, que sobre sentimientos. Es algo con lo que no estoy familiarizada.

Una vez que suelto aquellas palabras me doy cuenta de que he hablado de más. Me recrimino mentalmente por la ligereza de mi lengua. Todavía no aprendo a mantenerla amarrada dentro de mi boca y es la razón por la que en muchas ocasiones me meto en problemas.

―¿Dónde has estado escondida? ―pregunta, curioso e interesado―. Qué afortunado me siento al ser el primero en descubrirte ―entrecierro los ojos y lo miro confusa. ¿Descubrirme? No entiendo lo que quiere decir. Parece darse cuenta, así que lo aclara―. Estabas destinada a ser mía, a pasar inadvertida ante la mirada del resto de los hombres, solo para esperar a que llegara ―se inclina y besa mis labios―. Para pertenecerme en cuerpo y alma.

Inhalo profundo, admirada por la forma en que habla. Debe ser algún tipo de poeta romántico, quizás un escritor de novelas de ese género. Tiene mucha labia y sabe decir las palabras acertadas en el momento preciso.

―Siempre he permanecido en el mismo lugar ―niego con la cabeza―. No hay nada especial en mí que pueda despertar el interés de alguien.

Contesto con la sinceridad con la que acostumbro a hacerlo, porque no sé qué otra cosa decir. Quizás estoy comportándome como una insensible para lo romántico y dulce que él está siendo. Me gustaría poder expresar palabras tan bonitas como las que él está diciendo, no obstante, no hay ni una sola pizca de vena romántica en mi interior. 

―¿Quién te ha lastimado tanto como para endurecer tu corazón? ―pega su frente a la mía y bufa de pena―. Déjame sanar tus heridas, renovar tu fe y convertirte en fiel creyente del amor. 

No sé cómo podría hacerlo. Los golpes que he recibido de la vida me han enseñado a ser desconfiada y despegada de las emociones. Sé que el amor es efímero, que la gente es capaz de decir mentiras para manipularte. 

―Hace mucho tiempo que dejé de confiar y creer en la gente.

¿Cómo creer en el amor si cada una de las personas en las que confiaste te han defraudado? Mi hermana Sophia juró nunca olvidarse de mí, no obstante, hace seis años que no sé nada de ella. Prometió escribirme, contarme de sus aventuras, pero nunca recibí ni una sola carta de ella. Mis padres ni siquiera se acordaron de que tenían otra hija. Desde el día en que mi gemela huyó, me convertí en la hija olvidada. Sufrí el abandono en carne y hueso, la desdicha y la infelicidad del desamor. Intenté hacer de todo para que me notaran, pero nunca lo conseguí. Dedicaron su vida entera a la búsqueda de alguien que nunca quiso ser encontrada, hasta que el sufrimiento reclamó sus vidas y se llevó mi amor con ellas. 



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En el texto hay: amor, gemelas, embarazo

Editado: 23.10.2023

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