La madre perfecta

Capítulo 6 Hechizo de amor

Me detengo frente al espejo y respiro profundo. Ni siquiera puedo reconocer a la chica que me observa con sus mejillas enrojecidas y sus ojos colmados de felicidad. Las ojeras desaparecieron como por arte de magia y ahora mi cara se ve llena de color. ¿Es esto lo que provoca el estar enamorada?

Giro la cara cuando la puerta del baño se abre. Sonrío emocionada al verlo aparecer.

―Buenos días, cariño ―se acerca, me estrecha entre sus brazos y me da un beso en la boca―. Hace mucho tiempo que no dormía tanto ―despertamos a las cinco de la mañana, pero después de aquella repentina propuesta de matrimonio, nos volvimos a quedar dormidos durante tres horas más―.  Eres el relajante más efectivo para conciliar el sueño.

Me encanta cada vez que dice algo que me permite saber más sobre él. Elevo los brazos y los envuelvo alrededor de su cuello, mientras me pierdo en su preciosa e intensa mirada.

―¿Sufres de insomnio?

Asiente en respuesta.

―Sí, he estado con mucho estrés encima debido a la carga de trabajo que llevo sobre los hombres y algunas otras complicaciones más de mi vida con las cuales te estaré poniendo al tanto en lo sucesivo ―aquella información me pone un poco preocupada―. Pero ahora que te encontré, sé que las cosas serán completamente diferentes ―hunde su nariz en mi cuello e inhala profundo―. Ahora tengo un motivo para ser feliz.

Aquellas palabras se clavan en lo profundo de mi pecho. No quiero ilusionarme, porque temo a ser herida de nuevo, sin embargo, hay algo en ellas que me hacen creer ciegamente. Deja un beso en mi piel y vuelve a mirarme a los ojos, así que aprovecho la oportunidad para retomar una conversación que quedó inconclusa.

―¿Recuerdas la pregunta que me hiciste cuando nos conocimos?

Entrecierra sus ojos y me mira con curiosidad. Sonríe y pone toda su atención en mí, al mismo tiempo en que sus dedos acarician mi espalda y envían un intenso cosquilleo a todos los rincones de mi cuerpo.

―Por supuesto que la recuerdo, cariño ―responde, interesado―, y también recuerdo que me dijiste que no estabas preparada para darme una respuesta sobre el tema.

Trago grueso, antes de continuar.

―¿Puedo reconsiderar mi respuesta?

Aparta sus brazos de mi cuerpo y acuna mi rostro entre sus manos.

―Me encantaría oír la nueva opinión que tienes al respecto.

 Esboza una sonrisa que descongela las paredes de hielo que cercan mi corazón. Se inclina y vuelve a besarme, como si no tuviera suficiente con los besos que me ha dado hasta ahora. Inhalo profundo y mantengo los ojos cerrados hasta que sus labios abandonan los míos. Vuelvo a abrirlos y tropiezo con esa preciosa mirada gris, chispeada con motas azules que pone a latir mi corazón como un tren a toda marcha.

―No te puedo asegurar que lo que siento aquí dentro es amor ―elevo la mano y me toco el lado izquierdo de mi pecho―, pero puedo describirte la manera en la que me estoy sintiendo desde que te conocí ―me mira expectante mientras aguarda con paciencia por mis siguientes palabras―. Desde el primer momento en que te vi, percibí una sensación extraña, podría decir, mágica; agitándose dentro de mi ser ―niego con la cabeza―. No sé cómo explicarlo ni describirlo, pero tuve la impresión de que algo puntiagudo perforó mi pecho y se incrustó hasta el fondo de mi corazón ―mueve su pulgar y acaricia mi mejilla―. ¿Puedes creerme si te digo que, incluso, nos vi proyectados en el futuro? ―sonríe, satisfecho. Así que prosigo―. Desde entonces, creo que hay mariposas revoloteando y haciendo cosquillas con sus alas en las paredes de mi estómago, incluso, mi corazón late más a prisa de lo normal e igual sucede con mi respiración ―se inclina y besa mis labios de una manera que me enternece―. Sé que esto que estoy sintiendo no es algo pasajero, Clive, es algo profundo y que ha decidido quedarse conmigo para siempre ―lo miro, preocupada―. ¿Crees que las personas pueden morir de amor?

Suelta una carcajada que repercute en cada rincón de mi cuerpo.

―Es la declaración de amor más hermosa que he escuchado en toda mi vida.

Dejo escapar un suspiro profundo.

―Tienes en tus manos el poder para hacerme pedazos ―mis ojos se anegan de lágrimas―. No sé qué sería de mí si…

No termino de decirlo, porque no quiero darle el poder a mis palabras para que puedan convertirse en realidad.

―Esto es real, Sophie, más de lo que jamás imaginé sería posible ―acaricia mi rostro con las yemas de sus dedos―. Créeme cuando te digo que me he enamorado de ti con locura, con ese amor que no tiene límites ni reserva ―niega con la cabeza―. No necesito saber de ti más de lo que sé para saber que eres la mujer que quiero en mi vida, mi esposa y la madre perfecta para mis hijos.

Suelto un jadeo de emoción.

―¿La madre perfecta?

Asiente, en respuesta.

―Sí, cariño ―lo confirma con palabras―. Puedo ver la bondad reflejada en tus ojos, el amor incondicional, la fuerza y el coraje necesarios para defenderlos de lo que sea.

Absorbo cada palabra que dice y estás, quedan tatuadas en mi alma y mi corazón para el resto de mi vida.



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En el texto hay: amor, gemelas, embarazo

Editado: 23.10.2023

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