La melodía de un nuevo amor.

Capitulo 13

Los días siguientes en Marbella los pasé con mis amigas. Necesitaba desconectar de David y de su madre. Cada vez que queríamos visitar algún pueblo, ella tenía que venir. A veces eso me agobiaba, pero no podía decirle nada a David porque se enfadaba

—Nuria, estás más delgada —me dijo Lucía, toda preocupada. Aparte, no sonríes como antes. ¿Te va bien con David?

Esta vez fue Vicky quien habló, también muy preocupada.

—Chicas, estoy bien. No hay por qué preocuparse —dije, quitándole hierro al asunto.

Mis amigas me miraron recelosas. Sabían que no estaba diciendo la verdad, pero optaron por respetar mi silencio.

Los demás días, antes de irme a Madrid, estuve con mi hermana pequeña. Visité a los niños que cuidaba, fui a la universidad para pedir todos mis papeles y hacer el traslado a la universidad de Madrid. Apenas tenía noticias de David. Solo sabía que estaba con su familia… solo se acordaba de mí cuando tenía ganas de desahogarse.

Llegó la hora de irnos. Rosa, como siempre, llorando como si su hijo se fuera al otro lado del mundo.

—David, ten cuidado. Te voy a echar mucho de menos. Y tú, Nuria… espero que encuentres pronto trabajo.

Escuchar eso otra vez me hizo hervir la sangre. Opté por callarme y me subí al coche. El camino fue en total silencio. Las horas las pasé durmiendo, no me apetecía hablar con él. Solo pensaba que, al llegar a Alcalá, la rutina sería la misma. Durante el tiempo que estuve con mis amigas, me planteé si esto era realmente lo que quería. Admito que fui una cobarde por no dejarlo.

Llegamos a Alcalá. Mi padre se alegró de vernos. Él estaba esperando que llegáramos porque tenía vacaciones y quería ir a Marbella a intentar otra oportunidad con mi madre.

—Papá, lo vuestro ya no tiene solución. No tienes por qué ir allí a intentar algo que está bien roto.

—Nuria, pero yo quiero a tu madre. Quiero que me dé otra oportunidad.

Lo miré sin saber qué decirle. Si le decía que ya había perdido todas esas oportunidades, se pondría a llorar y sería insoportable. Así que dejé que se fuera. Que viera con sus propios ojos que no había nada que hacer.

Los días siguientes fueron como una rutina. Iba a casa de mi prima, salía con David a conocer algunos sitios. Pero, avanzando la semana, todo cambió. Ya no quería salir.

—Nuria, estoy cansado de trabajar. Un fin de semana libre lo aprovecho para dormir. Tú no sabes lo duro que es el trabajo… porque no trabajas.

Sus palabras me golpearon. Limpiaba la casa, hacía la compra, le preparaba la comida y lavaba su ropa. Pero para él eso no era trabajar. Y encima no tenía su apoyo.

Me fui a casa de mi prima. Últimamente ella era mi paño de lágrimas.

—Carmen, no sé qué hacer. David es muy diferente a cuando lo conocí. No me hace caso, no quiere hablar conmigo de nada. Necesito su apoyo ahora más que nunca. La universidad no me ha aceptado, llegué tarde —dije entre lágrimas.

Mi prima me abrazó. Necesitaba ese abrazo. Ella me aconsejó que pensara muy bien lo de comprar una casa con él, que dejara de mirar unifamiliares, porque lo nuestro no iba a ningún lado. Y tenía razón.

Cuando llegué a casa, David me estaba esperando. Me propuso ir al cine. Aunque no tenía ganas, acepté.

—Vamos, Nuria, ¿no querías salir? No tienes que poner esa cara, después de que lo hago por ti a pesar de lo cansado que estoy.

—Voy a vestirme. No me estoy quejando —le respondí, cerrando la puerta de mi dormitorio.

Para mi sorpresa, la película fue de su gusto. Como casi siempre. Rara vez era a mi gusto. Y si era de miedo, ya se quería ir a mitad de la película. Era de vampiros. Al final me gustó, pero no como para tirar cohetes.

Cuando regresamos a casa, se metió en mi dormitorio, empezó a besarme y a quitarme la ropa.

—David, estoy cansada. Y mi padre está ahí durmiendo… Vete a tu dormitorio.

—Nuria, es que no puedo dormir. Necesito desahogarme. Y si no lo hago contigo, no voy a poder dormir.

Al final acabamos haciéndolo. Cuando terminó, se limpió, se vistió y se fue. Yo me quedé ahí, en la cama, pensando en todo y en nada.

—¿Ves? Ahora me puedo ir a la cama a dormir. Que descanses. Te quiero —dijo, cerrando la puerta tras de sí.

Me quedé despierta, en la oscuridad de la habitación. Me puse a pensar en lo que sentía realmente David por mí. Me planteé dejarlo, pero volví a dudar. Veía las señales, pero no quería hacer caso. Hasta que llegó una señal que me hizo replantearlo todo.

Un viernes por la mañana, mi prima Carmen vino a casa.

—David, tu madre ha llamado a mi casa. Viene de camino. José ha ido a recogerla.

Me quedé en silencio, sin saber qué decir. Mi padre puso cara de circunstancias. Aunque David le ayudaba a pagar el alquiler, también era su casa. Y tenía que avisar antes. Entonces mi padre se levantó y se fue a la calle sin decir nada.

Al rato, llegó Rosa.

—Mamá, ¿por qué no avisaste? —¿Y por qué has venido? —le preguntó David. Noté cierta alegría en su voz.

—David, cariño, es que te echaba mucho de menos… —¿No puedo venir a verte? —preguntó molesta.

La miré con la boca abierta. Habían pasado solo dos semanas desde que nos fuimos de Marbella… y ya no podía vivir sin su hijo. Se quedó en la casa. Y lo que más me molestó fue que tuve que dejarle mi dormitorio. David durmió con ella.

—Nuria, ¿estás segura de que quieres pasar el resto de tu vida con David? Porque lo que yo veo es que si te casas con él… también te vas a casar con su madre. Viene en el lote —me dijo mi padre.

Esa noche, en la habitación de David, las palabras de mi padre resonaban en mi cabeza.




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