La melodía de un nuevo amor.

Capítulo 16

Llegamos a Marbella por la noche. David me dejó en casa de mi madre. Ella me recibió con sorpresa al verme allí con las maletas, pues sabía que estaba muy ilusionada con la idea de vivir en Madrid. No dijo nada mientras David estuvo presente, pero en cuanto él se fue, me miró con gesto preocupado.

—¿Qué ha pasado? —preguntó en voz baja.

—Pasó hace dos semanas. Rosa fue allí en plan víctima… No sé qué le dijo a David, pero una semana después decidió venirse a Marbella porque, según él, se dio cuenta de que no podía vivir sin su madre —le expliqué mientras me dejaba caer en el sofá.

Luis, la nueva pareja de mi madre, salía de la cocina en ese momento y escuchó todo. Se acercó a mi madre, me miró con seriedad y, tras encender un cigarrillo, habló:

—Nuria, apenas te conozco y no sé nada de la familia de tu novio, pero por lo que te he escuchado… esa mujer es muy dominante. Y si sigues con él, no vas a ser feliz nunca.

Lo miré atentamente. Me quedé pensando en sus palabras. Luis tenía razón. No iba a ser feliz con David. Ya en Mallorca había notado esa manipulación… y lo peor de todo: yo lo estaba permitiendo.

Los días pasaban y no tenía noticias de él. Ni una llamada, ni una visita. En esa semana quedé con algunas amigas, pero la mayoría ya estaban con sus parejas y preferían pasar el tiempo con ellos. Poco a poco me fui dando cuenta de que me estaba quedando sin amigas.

Mi madre decidió volver a Benalmádena. A Luis, en su empresa, le habían ofrecido un trabajo allí. Mi madre se alegró mucho, ya que mis tíos y mi abuela vivían en ese lugar.

David llegó a casa el viernes para salir conmigo, y se sorprendió al ver el caos que teníamos por la mudanza.

—¿Nuria? ¿A dónde os vais? —preguntó con los ojos muy abiertos.

—Dichosos los ojos que te ven... ¿Ya te has cansado de estar toda la semana con tu madre? —le dije, molesta.

—Nuria, ya empezamos... Siento no haberte llamado esta semana, pero he estado liado. —Además, tú sabes que ya no vivo en Marbella, estoy en Mijas, y venir todos los días es un gasto de dinero —se excusó.

Lo miré sin responder. Seguía recogiendo mis cosas y ayudando a mi hermana con las suyas. Mis hermanos llegaron al rato y, al verlo, pusieron cara de pocos amigos. Ellos habían sido testigos de lo vivido en Alcalá. David, ignorante, los saludó con cordialidad, y ellos, por educación, le devolvieron el saludo.

Cuando vio a Luis, su cuerpo se tensó. No entendía por qué, si ni siquiera se conocían. Pero a David nunca le cayó bien.

—David, ella no es tu madre, es la mía. Y tiene derecho a ser feliz. No engañó a mi padre, y tú no eres nadie para juzgar —le dije molesta. Él sí podía juzgar a los demás, pero cuando alguien lo juzgaba a él, se ofendía.

Le contamos a dónde nos íbamos y que estábamos felices porque íbamos a estar más cerca de la familia. David se alegró, aunque no movió un dedo para ayudarnos. Ese fin de semana no salimos. Nos dedicamos por completo a preparar la mudanza.

El lunes llegó el camión. Cargaron todo. Mi madre entregó las llaves a la inmobiliaria, que ya había vendido la casa. Ese mismo día nos fuimos a Benalmádena. Como me temía, David no llamó. Ni siquiera apareció para ayudarnos.

—¿Ves? Este tío no se preocupa por ti. —Solo se acuerda de ti los fines de semana —me soltó Javier cuando subimos al coche.

—Déjalo. —Su madre tendrá cosas que hacer —dijo Pablo mientras cerraba la puerta.

Yo no dije nada. Me senté al lado de Paula y nos pusimos a escuchar música. El viaje fue ameno, con risas. Luis, a pesar de que Benalmádena estaba a solo media hora, se perdió… y estuvimos un buen rato bromeando por eso. Luis también se reía con nosotros.

Al llegar, me sentí feliz. Benalmádena me encantaba. Toda nuestra familia vivía aquí. Iba a echar de menos Marbella, sí, pero aquí no me sentiría sola.

Nuestra nueva casa era una adosada, con la playa muy cerca. Ese mismo día vinieron mis tíos a vernos. Me dio mucha alegría verlos; hacía tiempo que no los veía desde que me fui a Mallorca.

—¡Nuria, qué alegría verte aquí! —dijo mi tía Adela abrazándome.

—Yo también me alegro mucho de verte —respondí, devolviéndole el abrazo.

Esa noche, después de que el camión de la mudanza dejara los muebles y nos repartiéramos las habitaciones, salimos a cenar con mis tíos. Fue una velada maravillosa, en familia. En medio de la cena se unió otro de mis tíos con su esposa. Al verlo, no pude evitar levantarme y abrazarlo. Hacía tanto que no lo veía.

Cuando regresamos a casa, mi hermana y yo nos acostamos. Antes de dormir, pensé en David. No había tenido noticias suyas en todo el día.

Mi madre entró en la habitación, se sentó en el colchón de mi hermana y me miró con seriedad.

—Nuria, no pienses en David. Ya has visto que no has sabido nada de él en todo el día. —Pero ya verás que este viernes viene y te dice que te vayas a su casa —dijo con gesto resignado.

—Mamá… no me voy a ir este fin de semana a Mijas. Y si mi relación va a ser así… ¿Qué clase de relación es esta?

Ella no respondió. Se levantó en silencio y salió de la habitación, dejando esa pregunta flotando en el aire, sin respuesta.

La semana siguiente fue caótica. Estuvimos colocando muebles, organizando habitaciones, limpiando… Acabábamos todos los días agotados. Durante esos días, ni una sola noticia de David.

Y, como si nada, llegó el viernes.

Y como por arte de magia… David apareció por la tarde en casa, como si nada hubiera pasado.

Miré a mi madre. Ella me devolvió la mirada… y sin decir una palabra, me lo dijo todo:

“Te lo dije”.




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