La melodía de un nuevo amor.

Capitulo 17

David llegó a mi casa como si no pasara nada. Entró, saludó a todos y se acercó a mí con una sonrisa, como si nos viéramos todos los días.

—Nuria, venga, prepárate que nos vamos —me dijo con una gran sonrisa.

—¿A dónde nos vamos, se puede saber? —le pregunté, aguantando mi enfado.

—Nuria, a mi casa, ¿dónde si no? —me respondió como si nada.

—¿Pretendes que me vaya contigo después de no saber nada de ti en toda la semana? —le grité.

—Nuria, no te enfades. —He estado ocupado, no he tenido tiempo de nada —soltó, ofendido.

Lo miré sin dar crédito a lo que estaba diciendo. Me tuve que morder la lengua para no decirle más, ya que luego podría arrepentirme. Le propuse salir a comer o al cine, pero le dejé claro que a Mijas no iba. Él se enfadó, pero a mí me dio igual. Me vestí y salimos. Para mi sorpresa, al montarnos en el coche, fue directo a Mijas. Le dije que no quería ir allí, pero él no me hacía caso.

—Nuria, solo vamos a ver a mi madre, que quiere verte —me dijo mientras miraba la carretera.

—David, te he dicho que no quiero ir allí —le respondí, ya bastante enfadada. Estaba conociendo a un David que no me gustaba nada.

El trayecto hasta su casa lo pasé en silencio. No le hablaba, aunque David intentaba hacerlo, diciéndome lo mucho que me había echado de menos. Lo miré, incrédula por lo que estaba escuchando.

Llegamos a su casa y su madre nos recibió con una gran sonrisa. Me sorprendió porque su querido hijo aún vivía con ella. Su sonrisa hacia mí fue de lo más hipócrita.

—Nuria, cariño, ¿qué tal estás? Ya me ha dicho David que os habéis mudado y que tu madre se ha ido a vivir con su nueva pareja. —¿Te vas a quedar aquí a dormir? —me preguntó.

Miré a David, fulminándolo con la mirada. Me molestaba que fuera con el chisme de la nueva pareja de mi madre, y más aún que me preguntaran si me quedaría a dormir, cuando ya le había dicho que no quería.

David me miró suplicante, esperando que dijera que sí. Su madre ya había preparado la habitación. Después de un tira y afloja, decidimos ir a comer a un restaurante chino.

—Gracias, Nuria, por quedarte. Te prometo que la próxima vez te aviso antes y no te hago ninguna encerrona. —Mañana te llevo a casa —me dijo mientras miraba la carta.

Yo lo miraba muy seria. No me estaba gustando esta actitud de David. No era el chico que conocí en Marbella. Me estaba dando cuenta de que, cuando estaba con su madre, era otra persona. Tal vez quienes me advertían tenían razón. Tenía que dejarlo antes de arrepentirme.

Pero no sé por qué quería darle otra oportunidad. Tal vez cambie.

Después de terminar de comer, fuimos a dar una vuelta por la playa. Allí estaba su madre también, dando un paseo. Cuando David la vio, salió corriendo, dejándome atrás. Lo miré incrédula. Parecía un niño chico.

No había nadie en la playa, y entonces a David se le ocurrió la brillante idea de bañarse por la noche.

—¡Mamá! Siempre he querido bañarme de noche en la playa. —¡Corre, venga, vamos a bañarnos! —dijo, quitándose la ropa.

Rosa y David se fueron corriendo al agua, dejándome allí sola. Ni siquiera me preguntó si yo también quería bañarme.

Cuando David volvió sonriendo, me miró como si nada. Se limitó a reírse con su madre de lo bien que lo habían pasado. Al rato, me preguntó si quería bañarme yo también. Le respondí, molesta, que no.

Al llegar a su casa y después de ducharse, se metió en el cuarto donde yo estaba. Se acostó a mi lado y empezó a besarme.

Dejé que me besara, pero cuando quiso quitarme el pijama, le paré los pies.

—David, no tengo ganas. —Solo quiero dormir —le dije, apartándolo.

—Nuria, por favor, no te he visto en toda la semana y ya sabes que, si no lo hago, no puedo dormir —me dijo haciendo un puchero.

—David, ¿tú te escuchas? Me estás diciendo que me has echado de menos y no me has llamado en toda la semana. Y ahora quieres sexo para poder dormir. —¿Sabes cómo se llama eso? —le dije, indignada.

Él no hizo caso de lo que decía. Seguía insistiendo en que quería hacerlo. Yo no quería; de tanto insistir, al final consiguio salirse con la suya.Otra señal que estaba allí y no veía: David no sabía o no aceptaba un "no" por respuesta, porque si le decías que no, ya sabía cómo hacerte sentir culpable.

Después de hacerlo, se dio media vuelta y se puso a dormir. Yo miraba al techo, preguntándome qué era para él.

Tenía que hablar con él. No podía aguantar más esta situación.

Al día siguiente, cuando me levanté, le dije a David que me quería ir. Él intentó convencerme para que me quedara hasta el domingo, ya que había hecho planes con sus padres.

—David, me quiero ir. Me trajiste aquí engañada y, encima, no tengo ropa —le dije, un poco molesta.

—Nuria, vamos a dar una vuelta y te prometo que, a la vuelta, te llevo a tu casa —me dijo, queriéndome convencer.

Manuel, el padre de David, escuchó la conversación y, conociendo a su hijo, propuso ir a Benalmádena y, así, ya me quedaba allí. David aceptó, un poco enfadado. Otra señal de que no tenía intención de llevarme a mi casa ese día. Yo miré a Manuel y le agradecí con la mirada.

El paseo por Benalmádena fue sin disgustos. Fuimos a varios sitios. Manuel estuvo todo el tiempo atento conmigo. Creo que era el único de la familia que me trataba bien.

Por la tarde, me despedí de David. Él quiso llevarme a casa, pero me negué. Preferí irme en autobús. David se despidió de mala gana.

—Nuria, me hubiera gustado llevarte —me dijo, molesto.

—David, déjala que se vaya en el autobús. —Vámonos, que estoy muy cansada. —Rosa ya estaba llamando como siempre la atención de David.

Me fui con la promesa de David de llamarme durante la semana… cosa que no cumplió. Y, sinceramente, ya no me sorprendía.




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