Ensueño

—¿Dónde lo llevo? —insistió el taxista ante el silencio de Óscar.

—Pasaje Las Acacias —respondió, aún dudando. El auto enfiló por una concurrida avenida y tomó curso hacia el sector mencionado.

— Llegamos —anunció el conductor al cabo de unos 8 minutos de silencio, Óscar pagó la tarifa y descendió del vehículo.

La zona en donde se encontraba era parte del sector antiguo de la ciudad, las casas y edificios coloridos parecían sacados de otra época, había árboles por toda la avenida y la acera empedrada completaba el pintoresco e inusual paisaje, totalmente alejado de la simplicidad gris y aburrida del centro. En la esquina más cercana pudo observar un rústico letrero que parecía llevar ahí varias décadas “Pasaje Las Acacias” ponía, apenas lo leyó comenzó a avanzar por este buscando el número 32.

Una casona grande de enormes ventanales adornados con artesanales formas de madera lo ostentaba justo debajo de un rústico letrero en el que se leía “Café Ensueño”. Se acercó a la entrada pero estaba cerrado, de hecho no parecía haber estado abierto en mucho tiempo.

El reloj marcaba las once cuarenta y cinco, Óscar esperanzado en descubrir si Víctor ocultaba algo o que significaba realmente esa nota, se acomodó cerca del lugar donde gracias a uno que otro arbusto, podía observar todo el panorama sin ser detectado.

Dieron las doce con treinta y nada aún había pasado, ni Víctor ni la mujer misteriosa del labial rojo se habían hecho presentes por lo que, haciendo gala de la curiosidad que lo caracterizaba,  decidió investigar más sobre el lugar. Se acercó al café y caminó por un costado hasta la parte trasera, el patio no era muy amplio y en él no se veían más que trastos y cosas sin utilidad aparente. La puerta trasera era altamente tentadora por lo que se acercó y sin mucha esperanza giró la manilla, sorprendiéndose al ver cómo está no oponía resistencia y la puerta se abría de par en par.

— Hey ¿Quién eres tú? —gritó una voz femenina desde el interior sobresaltado a Óscar que se paralizó en el lugar.