SARAH
Estaba de pie frente a mi escritorio, mirando los materiales que había reunido. Lápices de colores, fotografías impresas, pegatinas brillantes y una pila de cartulina estaban ante mí, restos de una tradición que había atesorado durante años.
Para cada uno de los cumpleaños de Matthew, había creado una tarjeta hecha a mano: un collage de nuestros recuerdos compartidos, bromas internas y todas las cosas que sabía que le encantaban, pero este año, la idea de hacerlo me revolvía el estómago.
—Si Matthew solo me ve como una hermana —murmuré—. Eso es exactamente lo que obtendrá. —Empujé los materiales a un lado con molestia.
Este año, las cosas serán diferentes.
Me acosté en mi cama, mirando al techo, repasando cada recuerdo que habíamos compartido en un día como hoy. Las risas, las charlas a altas horas de la noche, la forma en que él siempre había estado ahí para mí. Sentí que me desgarraban el corazón, pedazo por pedazo, pero tenía que hacerlo. Tenía que dejarlo ir.
—No puedes seguir viviendo tu vida por él —me susurré a mí misma—. Deja de pensar en él. —Y con eso, di por finalizado el día.
A la mañana siguiente, mi madre y yo salimos temprano de la casa. Quería buscar el regalo de Matthew antes de la escuela.
Mi plan era simple: comprar una tarjeta genérica y un regalo pequeño e impersonal, algo que un hermano daría. Nada más. Me negaba a poner mi corazón en algo que solo profundizará mi dolor. Y así, me encontré en la tienda de conveniencia, mirando la sección de tarjetas de felicitación con una expresión vacía. "Feliz cumpleaños", decía una tarjeta. Me burlé y puse los ojos en blanco.
—Perfecto —murmuré sarcásticamente, agarrándola del estante. La combiné con una tarjeta de regalo para su cafetería favorita y regresé al auto.
—¿Eso es todo? —preguntó mi madre.
—Esto es todo. —Se sorprendió, pero no dijo nada más.
Llegué a la escuela y, afortunadamente, su primera clase era en el pasillo principal, así que esperé unos minutos. Mientras lo esperaba, Lucas se me acercó y me preguntó qué estaba esperando, y en ese momento apareció Matthew. Me acerqué y lo saludé como todos los demás. Después de eso, fui a mi clase con Lucas.
—No sabía que era su cumpleaños. Debí haberle comprado flores—. Su comentario me hizo reír, pero no le presté mucha atención.
—Sarah, buenos días. El profesor Reynolds quiere verte —dijo la profesora Chávez una vez que entré al salón, dándome un pase para estar fuera del salón.
—Está bien, regreso. —Le sonreí a Lucas y fui al salón del profesor Reynolds. Era mi profesor de piano.
Toqué la puerta y me abrió de inmediato.
—Sarah —dijo, con su voz cálida pero insistente—. Necesito tu ayuda. Para ser más directo, mi esposa necesita tu ayuda.
—Si puedo ayudar, lo haré sin dudarlo. ¿Qué sucede, señor Reynolds?.
—Quiero saber si puedes ocupar el lugar de mi esposa en el festival de invierno de la primaria Oakdale, hoy. Se suponía que ella debía tocar el piano y cantar 'Oh Holy Night', pero no puede. Su madre enfermó gravemente y tuvo que viajar al otro lado del país para estar a su lado. Eres mi estudiante más brillante y confío en que puedas hacerlo. Aparte que ya sabes esa melodía.
La idea era aterradora y emocionante. Mi reacción inmediata fue decir que no; los nervios siempre me dominaban cuando pensaba en actuar frente a una multitud. Pero algo me detuvo. Había estado tratando de salir de mi zona de confort para concentrarme en mí y en mis sueños en lugar de vincular mi felicidad a Matthew. Esta podría ser mi oportunidad.
—Lo haré —dije con voz temblorosa pero firme.
—¡Excelente! —respondió—. Sabía que podía contar contigo. Podemos practicar los detalles a la hora del almuerzo y después de la escuela si quieres. Ya sabes las notas porque las toqué el año pasado.
—Apúnteme, volveré durante mi hora de almuerzo.
—Gracias, Sarah. Mi esposa estaría muy feliz.
—Gracias por tomarme en cuenta y por la oportunidad que me están dando.
—Vas a hacerlo genial. Nos vemos más tarde. —Y con eso, salí de su salón de clases.
Mi corazón se aceleró de emoción y miedo. Quería gritar, pero no sabía si era de euforia o de terror. Sin pensarlo, agarré mi teléfono y llamé a mi mamá.
—¡Mamá! No vas a creer esto, —dije en el momento en que respondió— ¡El Sr. Reynolds me pidió que me presentara en el Festival de Invierno de la primaria! Voy a tocar el piano y cantar 'Oh Holy Night'. —El jadeo de mi mamá fue audible.
—¡Oh, Sarah, eso es increíble! Has trabajado tan duro para esto. Estoy muy orgullosa de ti, cariño. —Mi entusiasmo vaciló por un momento.
—¿Y si me equivoco?
—No lo harás —dijo con firmeza—. Tienes el talento y has estado practicando durante años. Es hora de que la gente vea lo increíble que eres.
Escuchar las palabras de mi madre me animó, pero los nervios seguían ahí, mordisqueando los bordes de mi determinación.
Una vez que llegué a la clase, me senté al lado de Lucas.
—Hola, Sarah. ¿Qué pasa? —preguntó con una sonrisa.
—Lucas, tengo noticias —dije con entusiasmo—. Voy a cantar en el Festival de Invierno de la escuela primaria. Es decir, frente a una audiencia real.
Lucas soltó un silbido, llamando la atención de todos y recibiendo el grito de la Sra. Chávez.
—¡Guau, eso es genial! ¡Felicitaciones!
—Estoy tan nerviosa —admití—. Siento que voy a hacer un desastre y avergonzarme.
—Vas a brillar —dijo Lucas con confianza—. Es normal que te sientas nerviosa, imagíname en la audiencia haciendo muecas ridículas para animarte. —Me reí a pesar de mí nerviosismo.
—Gracias, Lucas. Necesitaba eso.
Las horas previas al evento fueron un torbellino, entre práctica y preparación. Me lancé de lleno a los ensayos, decidida a demostrar que podía hacer esto. Por primera vez, no estaba haciendo algo para impresionar a Matthew ni a nadie más; esto era para mí. Mi madre llamó a Alena para decirle que no podíamos asistir a la celebración de Matthew. Debía sentirme triste, pero mi ansiedad no le daba cabida a más pensamientos que a las notas que tenía que tocar y a la letra de la canción.
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Editado: 07.01.2025