MATTHEW
Han pasado dos años y medio, y han pasado muchas cosas.
Moscú es mucho más hermosa de lo que vi en videos y fotografías. He hecho nuevos amigos, he conectado con más gente y he aprendido más técnicas. Aun así, me sentía vacío. Intenté no pensar en Sarah, pero era casi imposible eliminar su presencia de mi vida.
La verdad es que todavía me duele. Ella me dejó sin ninguna explicación ni despedida, cambiando su número de teléfono y borrándome por completo de su vida como si nunca hubiera existido. Inicialmente pensé que era por Lucas, pero luego descubrí que él estaba en una relación con Verónica, así que seguí creyendo que se debía al beso.
Me di cuenta de que no venir a ver a mi familia en Navidad era más un castigo que otra cosa.
Cuando llegué a la entrada de la casa de los padres de Sarah, el frío intenso fue lo primero que me golpeó. Mi aliento se llenó de niebla en el aire y, por un momento, me quedé paralizado, sin saber qué me había llevado de regreso a este lugar.
A casa.
Había pasado demasiado tiempo. Más tiempo del que me gustaría admitir. Tal vez había regresado porque no podía soportar la idea de no verla, o perdería la cabeza.
La gota que derramó el vaso fue la llamada de mi madre rogando que viniera.
—Ven a casa, Matt. Han pasado años desde que nos acompañaste para Navidad o tu cumpleaños. No puedes seguir evitándonos.
No había planeado aparecer. De hecho, ya había decidido no venir a la reunión, otra vez, pero algo había cambiado dentro de mí durante el largo vuelo de regreso a casa. Tal vez era la voz de mi madre, llena de una extraña mezcla de esperanza y tristeza. O tal vez era simplemente la atracción de la nostalgia. Cualquiera que fuera la razón, allí estaba.
No esperaba mucho. Después de todo, la ausencia de Sarah en mi vida se había vuelto tan constante como el cambio de estaciones, pero encontré más de lo que jamás había esperado cuando entré por la puerta.
La risa y la conversación llenaron la casa, envolviéndome como una manta cálida y familiar. Sonreí, aunque solo fuera por un momento. Luego, mi mirada se desvió hacia ella.
Sarah estaba sentada en la sala de estar con sus padres, tal como lo había hecho hace tantos años. Sólo que esta vez, ella sostenía algo. Un bebé pequeño y regordete envuelto en una suave manta azul. Ajustó su agarre, colocando al bebé sobre su hombro.
Y entonces me congelé.
El bebé me estaba mirando, y por un momento, el mundo a mi alrededor se desvaneció. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Había algo inquietantemente familiar en el rostro del niño: sus mejillas redondas, su cabello castaño y, lo más inquietante, el pequeño mechón de cabello blanco que atravesaba la parte superior de su cabeza.
Parpadeé y la realidad regresó de golpe.
El niño... No podía ser, pero cuanto más lo miraba, más luchaba mi mente por comprender la escena frente a mí. La forma en que los ojos del bebé parecían reconocerme, como si también estuvieran captando mi mirada. La conmoción provocó un choqué de preguntas.
Este niño es mi hijo, no soy estúpido. La realidad estaba ante mí, pero ¿cómo?
—Sarah —susurré encontrando mi voz. Temblaba mientras las palabras apenas escapaban de mi garganta.
Su mirada se dirigió hacia mí, pero tardó un momento en registrar mi presencia.
Mi corazón empezó a latir con fuerza. No tenía sentido. Mi mente se esforzaba por encontrar una explicación, una respuesta racional que aclarara cómo había tenido un hijo que no recordaba haber engendrado, especialmente con Sarah. El bebé era demasiado pequeño, pero el parecido era innegable. Este niño, con el mismo lunar blanco que yo, era mío. ¿Cuándo había sucedido esto?
Antes de que pudiera expresar mis preguntas, los ojos de Sarah se nublaron como si supiera que debía explicarme. Cambió de posición al bebé en sus brazos y se puso de pie lentamente.
—Lo siento, Matthew —dijo en voz baja. Mientras le entregaba el bebé a su madre—. Debería haberte dicho antes.
Mi frustración se transformó en algo más oscuro e intenso.
—¿Haberme dicho antes? —repetí, elevando la voz—. ¿Cómo pudiste no... cómo pudiste ocultarme esto?
Pero Sarah no se inmutó. En cambio, se levantó la manga y dejó al descubierto los signos reveladores, moretones, manchas rojas en su piel pálida, el peso de algo más profundo de lo que parecía en la superficie. Las palabras se me atascaron en la garganta cuando vi la peluca caer de su cabeza, la realidad nuevamente me golpeó más fuerte que nunca.
Sarah, mi Sarah, estaba luchando por su vida.
—No quería ser una carga para ti —dijo temblando—. Tenías tus sueños, tu vida por vivir. No podía quitarte eso.
Mis ojos se dirigieron al bebé en los brazos de su madre, luego de nuevo a ella.
—¿Y qué hay de ti? ¿Qué hay de todo lo que has estado pasando? Sarah, esto no es algo que deberías haber enfrentado sola. —Las lágrimas brotaron de sus ojos.
—No estaba sola. Mis padres, tus padres…han estado acompañándome, pero Matthew, estabas tan lejos. No sabía cómo decírtelo.
—¡Maldita sea! Tengo muchas preguntas —dije agarrándome la cabeza y sentándome en una silla cercana.
Esto se siente como un sueño. No sé si quería que me despertaran de él.
—Creo que necesitan hablar a solas, les daremos algo de espacio —dijo mi madre.
Todos caminaron hacia la cocina, dejándonos a Sarah y a mí solos por un momento.
—Sé que esta pregunta puede no ser lo que esperas, pero necesito entender, ¿cómo puede ser esto posible? No recuerdo haber estado contigo, Sarah. Y lo siento mucho si esto te hace sentir mal, no es mi intención, solo necesito respuestas. —Respiró profundamente.
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Editado: 07.01.2025