La Paz de un Villancico

15. CELEBRAR LA VIDA

MATTHEW

Un grito repentino desde la cocina interrumpió nuestro momento. Ambos caminamos hacia ese lugar y vi a Louis, con su carita arrugada debido a la frustración mientras estaba sentado en su silla alta. Sus abuelos lo estaban mimando, tratando de calmarlo con muecas graciosas, pero no estaba funcionando. Miré a Sarah quien observaba la imagen frente a nosotros con una sonrisa.

—¿Puedo... puedo conocerlo o sostenerlo? —pregunté sin estar seguro de sí estaba listo para ese momento.

Ella dudó, sus ojos encontraron los míos antes de mover su cabeza en afirmación.

—Sí, Matthew. Puedes. —Crucé la habitación lentamente, sintiendo que cada paso que daba era cada vez más pesado. Ignoré el par de ojos que me rodeaban. Cuando llegué a un lado de la silla, el berreo de Louis se calmó un poco, sus grandes ojos se clavaron en los míos. Inclinó la cabeza como si estuviera estudiando mi rostro y no pude evitar sonreír. Pareció reconocerme de inmediato.

—Hola, amiguito —dije suavemente agachándome a su altura—. Soy tu papá. —Louis parpadeó, sus pequeñas manos agarrando el borde de su silla alta.

Extendí la mano con cautela para acariciar su mejilla, mientras Sarah quitaba los seguros de la silla con cuidado, lo sacó y me lo entregó. Cuando lo sostuve por primera vez, el mundo pareció detenerse. Su pequeño cuerpo calientito y suave encajaba perfectamente en mis brazos, una ola de emoción se estrelló sobre mí, y cuando apoyó su cabeza contra mi pecho la vida cogió un sentido completamente diferente.

Las lágrimas brotaron de mis ojos, desbordándose a pesar de mis intentos por contenerlas.

—Es perfecto —susurré—. Absolutamente perfecto. —dije acariciando su espalda. El aroma suave y tierno que poseía se había convertido en mi favorito.

Escuché un sollozo el cual me hizo levantar la mirada, vi a mi madre quien tenía una mano sobre el corazón.

—Oh, Matthew —dijo suavemente—. Se ven tan hermosos juntos. —Mi padre tenía su teléfono en sus manos. Estaba tomando fotos o filmando un video de este momento no estaba seguro, pero lo agradecía.

Louis dejó escapar un ligero suspiro, su pequeña mano agarró con fuerza mi camisa, y la habitación colectivamente dejó escapar un

—Que tierno. —El momento fue mágico, es la única manera que tengo para describir la forma instantánea en la que conectas con los regalos más inesperados y bonitos que te da la vida. Louis comenzó a moverse inquieto segundos después. Sarah lo tomó de mis brazos, lo ubicó en el suelo, y la cara de felicidad en él, no tenía precio.

—Deberíamos empezar a comer, Louis se está cansando y ya se pasó de su hora de comida. —dijo mi madre, rompiendo el hechizo en el que Louis nos tenía.

No sabía cómo sentirme con todo eso. Quería estar enojado con todos, pero era imposible. Volver a casa me devolvió esa plenitud que me faltó en estos años de mi vida desde que me fui de aquí.

Nos reunimos alrededor de la mesa del comedor.

El centro de la mesa brillaba con velas y decoraciones festivas. Louis estaba de vuelta en su silla, felizmente entretenido junto a su madre. Sarah le sonrió a nuestro hijo mientras le daba de comer un poco de aguacate y trozos de pollo. Su interacción fue tan adorable que no podía apartar la mirada de ellos.

A medida que la cena continuaba, mi curiosidad sobre la salud de Sarah creció. No podía ignorar el tono pálido de su piel o el ligero temblor en sus manos al momento de sostener el tenedor.

—Sarah, ¿qué dijo el médico sobre tu salud? —Ella negó.

—Esta noche no, Matthew —dijo dibujando una cálida sonrisa en su rostro—. Esta noche se trata de Louis. Se trata de celebrar que la vida nos volvió a reunir como familia. —dijo viendo a nuestros padres. Asentí, respetando sus deseos, pero las preguntas seguían rondando en mi mente. Sin embargo, me concentré en ese momento capturando la risa, la calidez y la innegable alegría que transmitía mi hijo. Lo demás podía esperar.

En algunos momentos, me encontré mirando de reojo a Sarah. Su resiliencia, su amor por Louis y la forma en que manejaba todo con tanta gracia me dejaban asombrado. Sin importar cuales fueran las batallas que estuviera librando, ya no las libraba sola. Mientras veía a Louis quedarse dormido en sus brazos, prometí en silencio estar allí para los dos, ajeno completamente a lo que deparara el futuro.

—Gracias por la velada, Hailey —dijo mi padre mientras se despedían.

—¿Puedo venir mañana por la mañana a visitarlo? —le pregunté a Sarah antes de devolverle a un pequeño muy dormido.

—Sí, es tu primer día de Navidad con él. ¿Cuándo vas a volver a Moscú? —preguntó, y eso me tomó por sorpresa.

«¿Cómo puedo irme ahora? No puedo dejarlos de nuevo.» pensé.

—Hablamos de eso mañana. —Ella asintió y continuó su camino hacia su habitación. La seguí unos segundos después. Ella no notó mi presencia detrás de ellos. Solo me quedé allí en silencio afuera de la habitación observando cada uno de sus movimientos.

—Creo que salió bien; ¿no lo crees, mi pequeño guerrero? Dulces sueños, mi niño —dijo mientras besaba la mejilla de Louis y lo colocaba dentro de su cuna. Luego se sentó en la cama, dejó escapar un suspiro, se quitó la peluca y la colocó a su lado, tomó cuatro frascos de pastillas del cajón a un lado de su cama y comenzó a beberlas una por una. No puedo creer que toda esta mierda le estuviera pasando a un ser humano hermoso como Sarah.

Me dolía el corazón y mi mente iba a mil por hora. La ira nuevamente me dominó. Necesitaba unas cuantas respuestas más y no quería molestarla. Caminé de regreso a la entrada, donde por primera vez estaba a solas con Hailey y Paul. Me sentí tan avergonzado por cómo habían sucedido las cosas que antes de que pudieran decir algo, los enfrenté.

—Lamento mucho lo que pasó; nunca fue mi intención lastimar a Sarah de ninguna manera. Muy tarde, me di cuenta de mis sentimientos por ella, pero ahora que lo sé, asumiré toda la responsabilidad por ellos a partir de este momento. —Hailey me dio una palmadita en el brazo.




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