SARAH
El día que llegué a St. Paul, la casa de mis padres me resultó tristemente familiar. Mi madre estaba preparando mis platillos favoritos, por lo que el olor a rollos de canela estaba en su punto máximo. Había planeado instalarme en mi habitación, deshacer las maletas y prepararme para la cena de Nochebuena, pero unas voces me llamaron la atención cuando me acerqué a la sala de estar cuando iba a dejar el biberón sucio de Louis a la cocina.
Eran mi madre y Alena. Sus tonos eran bajos, tan bajos que se podían escuchar cómo un susurro, una conversación que definitivamente no estaba destinada a mis oídos.
Pero de la cual no pude huir porque me quedé congelada en el pasillo, la urgencia de seguir adelante luchando contra mi necesidad de escuchar lo que estaban diciendo. Antes de poder detenerme, me incliné más cerca, fuera de la vista.
—¿Crees que Matthew es feliz? —preguntó mi madre. Había una nota de vacilación en su voz, como si no estuviera segura de querer la respuesta. Alena suspiró pesadamente.
—Está... intentándolo. La familia de Alexa ha sido amable con él. Ha pasado algún tiempo con ellos recientemente. Son buenas personas.
La mención de Alexa se sintió como un puñetazo en mi estómago. Había oído el nombre antes, pero nunca me había permitido pensar o preguntar sobre ello. Ahora, parecía inevitable querer saber más sobre ella.
—¿Está enamorado de ella? —preguntó mi madre. Hubo una pausa la cual se me hizo eterna. Contuve la respiración, mi corazón latía con fuerza en mi pecho. No estaba segura de sí estaba lista para esa respuesta.
—No. El corazón de Matthew pertenece a Sarah. Siempre lo ha sido, pero... —dijo Alena finalmente, e hizo una nueva pausa como si eligiera sus palabras con cuidado—. Ha estado tratando de seguir adelante. Creo que se ha convencido a sí mismo de que es lo que debe hacer. Qué es lo mejor para todos, así que se obliga a hacer creer que todo está bien. Sin embargo, a mí no me puede engañar.,
Sentí una sensación indescriptible. Mis piernas amenazaron con ceder, pero me obligué a quedarme quieta, y permanecer en silencio. ¿El corazón de Matthew me pertenecía? Entonces... ¿por qué estaba pasando tiempo con Alexa? ¿Por qué sentía que se alejaba más con cada momento que pasaba? ¿Y por qué duele tanto?
—Sarah y Matthew han pasado por mucho —dijo mi madre. —Solo espero que puedan encontrar la paz, aunque no sea juntos.
—Sarah también lo ama. Sé que lo ama, pero a veces, el amor no es suficiente. No con todo lo que ambos han sacrificado. —esa fue Alena y ya no pude soportarlo más. Las lágrimas brotaron de mis ojos, pero parpadeé para apartarlas. No sabía cómo sentirme. ¿Debería estar enojada porque Matthew podría seguir adelante? ¿Dolida porque no había esperado? ¿O aliviada de que estuviera tratando de encontrar la felicidad, aunque no fuera conmigo? No podía culparlo. Era joven, guapo y tenía un mundo de oportunidades por delante. Por supuesto, alguien más posiblemente tan hermosa como Alexa llamaría su atención.
Presioné una mano en mi pecho, tratando de calmar el dolor que sentía en mi interior, pero luego un llanto repentino me trajo de vuelta, Louis. Por lo que solo corrí hacia él. Mientras subía las escaleras, me di cuenta de que teníamos a Louis, y eso era todo lo que importaba. Aunque Matthew y yo nunca pudiéramos estar juntos, siempre lo tendríamos a él.
Aun así, no podía quitarme de la cabeza la sensación de pérdida. No solo por lo que Matthew y yo habíamos sido, sino por lo que nunca seríamos.
Unas horas después, saqué de mi mente lo que escuché en la cocina y me concentré en vivir ese momento con mi familia. Una vez lista para bajar y reunirme con los mayores, observé por la ventana.
La nieve caía sin parar, cubriendo el pequeño pueblo con un blanco suave y delicado. Las luces navideñas titilaban a lo largo de las calles, arrojando un cálido resplandor contra el frío glacial de diciembre.
Dentro de la casa de mi infancia, el sonido de mi voz cantando viejos villancicos se escuchaba suavemente de fondo. Era la misma escena todos los años, la casa de mis padres, llena de risas y la alegría navideña de nuestra reunión familiar de Navidad.
—Matthew no vendrá, Sarah —había dicho mi madre ese mismo día. Esa era la principal y única razón por la que estaba aquí.
No estaba segura de sí me sentía decepcionada o aliviada, pero no me sorprendió. Habían pasado años desde que Matthew había asistido a la reunión y sabiendo que ahora él tenía a alguien en Moscú iba a disminuir la posibilidad de que volviera.
Suspiré, pensando en cómo los amigos de la infancia que alguna vez fuimos, tan inseparables, nos habíamos distanciado lentamente hasta perder por completo el contacto. Ahora, Matthew era solo un nombre del pasado, un rostro que vislumbraba en un pequeño y perfecto ser humano.
Miré a mi bebé, Louis, acurrucado en mis brazos. Era pequeño para su edad, sus mejillas regordetas se sonrojaron por el calor del fuego. Su pequeña mano se extendió hacia mí y le sonreí, mi corazón se ablandó de maneras que solo una madre puede entender.
Mis padres, ocupados con el ajetreo de los preparativos de último momento, no notaron mi tristeza silenciosa. La reunión había sido un sueño de ellos y de los padres de Matthew, una imagen de todo el grupo reunido nuevamente, como lo había sido alguna vez, pero con la ausencia de Matthew, parecía que solo se había realizado a medias. Y, sin embargo, ahora tenía a mi hijo. Un pedazo de él para el resto de mi vida.
Decir que minutos después mi alma estaba a punto de dejar mi cuerpo es poco.
No estaba preparada para ver a Matthew esa noche, su rostro había cambiado ligeramente. Y las palabras sobraban, por eso tomé la decisión de mostrarle mi nueva realidad antes de que comenzara a maldecir a todos los presentes. Sabía que le iba a costar entender mis razones para ocultar estas verdades de él, pero no me arrepiento de mis decisiones.
#3411 en Novela romántica
#1039 en Chick lit
#174 en Joven Adulto
adultojoven, amigos con beneficios romance unilateral, amigos romance bebé
Editado: 29.01.2025