La Paz de un Villancico

18. EL GOLPE DEL DESAMOR

SARAH

—No —dije alejándome de Matthew.

Me senté en el sofá al otro lado de la habitación y miré mis manos temblorosas, sabiendo lo que necesitaba decir pero estaba luchando por encontrar el coraje.

Matthew se sentó frente a mí, sus ojos fijos en los míos.

La habitación estaba en silencio, salvo por el sonido de la nieve golpeando suavemente contra la ventana.

—Matthew, ese beso no significa que estemos en una relación. —Su expresión cambió.

—¿Qué quieres decir? —preguntó con confusión—. Sarah, te amo. Quiero estar contigo. —Negué, tratando de calmar mis emociones.

—Todavía tienes una chica esperándote, Matthew. Necesitas hablar con Alexa. Y no por teléfono, necesitas hacerlo en persona. —Dejó escapar un suspiro, pasándose una mano por el cabello.

—¿Por qué importa? Alexa ya sabe lo que siento por ti. Lo sabe desde hace un tiempo. ¿Por qué no podemos seguir adelante?

—Porque no está bien —dije con más dureza de la necesaria, mirándolo a los ojos—. Tienes que darle el respeto de escucharlo de ti cara a cara. Ella se lo merece, Matthew. Y tú también. Tienes que cerrar ese capítulo correctamente antes de empezar algo nuevo conmigo... si es que eso es posible. —Su ceño se frunció y pude ver la tensión acumulándose en su cuerpo.

—Tú no te vas a morir, Sarah. ¿Qué se supone que significa eso? —Respiré profundo sintiendo que se me apretaba el pecho.

—Significa que todo depende de los resultados de los exámenes que tengo que hacerme la semana que viene cuando regrese a Nueva York con Louis. Matthew, mis problemas de salud son complicados. No puedo prometerte nada hasta que sepa qué está pasando conmigo o qué opciones tengo. —Su rostro se endureció y pude sentir su frustración hirviendo.

—Entonces, ¿qué? ¿Me estás diciendo que todo mi futuro, nuestro futuro, depende de los resultados de unas pruebas? —Asentí

—Sí, eso es exactamente lo que estoy diciendo. Necesito centrarme en mi salud y en Louis. Él es mi prioridad. —dije con lágrimas en los ojos. Matthew se levantó de repente y empezó a caminar de un lado a otro por la habitación.

—Esto no es justo —murmuró—. No es justo para mí. ¿Por qué no podemos estar juntos ahora? ¿Por qué todo tiene que ser tan jodidamente complicado?

—Porque es complicado —dije con la voz temblorosa—. Esto no es un cuento de hadas, Matthew. Es la vida real. Y en la vida real, las cosas no siempre salen como queremos. —Dejó de caminar y se giró para mirarme, con los ojos llenos de dolor.

—No me importa, Alexa —dijo bajando la voz—. Me preocupo por ti. ¿Por qué no puedes verlo?

—Sí lo veo, pero tienes que entenderlo, Matthew —susurré con lágrimas corriendo por mi rostro—. Tengo miedo de darte esperanzas cuando ni siquiera sé qué me espera. No quiero hacerte más daño del que ya te he hecho. Por favor, no me hagas repetirlo una y otra vez, porque duele. —Se acercó más, se agachó frente a mí y tomó mis manos entre las suyas.

—No me estás haciendo daño, Sarah. Eres lo único que tiene sentido en mi vida. Por favor, déjame estar ahí para ti. Déjame demostrarte que podemos superar esto juntos. —Cerré los ojos, dividida entre mi corazón y mi cabeza.

—Habla con Alexa y después de que tenga los resultados de mis pruebas, averiguaremos qué hacer a partir de ahí, pero hasta entonces, no podemos hacer esto. No es justo para nadie. —dije sin que él supiera el dolor en medio de mis palabras. La vida era injusta, pero debíamos ser agradecidos con lo que nos regala cada segundo.

Matthew dejó escapar un profundo suspiro y dejó caer los hombros.

—Está bien —dijo después de una larga pausa—. Hablaré con ella, pero no voy a renunciar a ustedes, Sarah. Necesito que lo sepas. —Asentí, sin poder hablar por el nudo que tenía en la garganta.

Se levantó dio un beso en mi frente y caminó hacia la puerta, lo vi irse con el corazón roto reflejado en cada paso que daba. Quería creer en el futuro que veía para nosotros, pero simplemente no puedo.

Horas después, mis padres regresaron a casa con Louis. Su risa llenó la habitación mientras caminaba hacia mis brazos, sus dedos regordetes me agarraron con fuerza como si sintiera la tormenta que se arremolinaba dentro de mí.

Mi madre me observaba atentamente, su rostro radiaba preocupación, mientras mi padre se sentaba tranquilamente en el sofá, esperando el momento adecuado para hablar.

—Sarah —comenzó mi madre—. podemos verlo en tus ojos. Aún lo amas. ¿Porque no se dan una oportunidad? —Me quedé de piedra presionando un beso en la cabeza de Louis para evitar su mirada.

—Mamá, no es tan simple.

—Nada que valga la pena tener en tu vida lo es —respondió ella, sentándose a mi lado. Colocó una mano suavemente sobre mi rodilla—. Tú y Matthew comparten algo poco común. No es solo Louis, es el amor que siempre han tenido el uno por el otro. No dejes que el miedo te lo quite.

Negué abrazando a Louis un poco más fuerte.

—Si Dios quiere que estemos juntos, entonces sucederá, pero no puedo apresurarme. No lo haré. Tiene que surgir de manera natural y, en este momento, mi enfoque está en mi hijo y en mi salud. —Mi padre aclaró su garganta, para luego romper el silencio.

—Tu madre tiene razón, Sarah. Te mereces la felicidad. Y si Matthew es parte de ella, entonces no cierres la puerta por completo. No tienes que tomar decisiones hoy, pero no dejes que el orgullo o el miedo te impida ser feliz.

Sus palabras significaron mucho. Tenían razón en cierto modo, pero la incertidumbre se cernía sobre mí como una nube oscura no me dejaba. ¿Cómo podía prometerle algo a Matthew si ni siquiera sabía si estaría aquí para cumplir esa promesa?

Los días que siguieron fueron extraños, comencé a sentirme mal, comenzó con picazón en la garganta y empeoró a partir de ahí. Aunque traté de no quejarme de incomodidad, algunos días fueron difíciles, especialmente cuando la sangre comenzó a aparecer por mi nariz o cada vez que tosía.




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