SARAH
El tiempo fue siguiendo su curso. Un mes después de que Matt volvió, algo había cambiado en el aire. Una parte de mi se sentía en paz, aunque también podían ser todas las atenciones que recibía de Matt.
Algo que agradecía, era que había dejado de preguntar a cada momento el “como estaba”.
Solo permanecía a mi lado todo el tiempo y eso era lo que más me reconfortaba. Para estas alturas me era imposible ser egoísta y alejarlo.
Mikhail dijo algo importante en una sesión. Y es que mientras más alejadas quieras a las personas que te aman, ellas más se aferran a ti. Muy a diferencia de que si las dejas disfrutar de tu compañía todo puede ser más fácil para ambas partes. Por lo que tomé la decisión de no alejar a nadie, todo lo contrario, crear momentos bonitos con todo lo que esté en mi capacidad.
Mis amistades, mis padres, y hasta los nuevos amigos que hice en el centro se mantenían presentes en una llamada, un mensaje. Ayudándome a que todo fuera un poco más llevadero. Si no eran ellos, era yo quien estaba al pendiente de todos.
La ansiedad sobre no tener noticias de la posible participación de Matt en las nacionales era terrible.
Las nacionales se acercaban cada vez más y seguiamos sin recibir noticias.
Hasta que por fin Matt recibió la notificación que había estado esperando durante semanas. El comité había aceptado su caso especial. Una carta formal, membretada y oficial, que llegó un martes por la mañana cuando Louis estaba desayunando su avena y yo trataba de mantener mi café en el estómago sin que las náuseas provocadas por el medicamento me vencieran.
—Sarah —me dijo Matthew, con la carta temblando en sus manos—. Sarah, lo logramos.
Tomé la carta, leí las palabras oficiales una, dos y hasta tres veces.
"...aprobamos su participación en los Campeonatos Nacionales con miras a su clasificación olímpica... considerando su trayectoria internacional previa y las circunstancias especiales de su caso..."
Me arrojé en sus brazos con una fuerza que no sabía que aún tenía en mi cuerpo.
—¡Vas a ir a las naciona…! —no terminé de hablar, ya que Matt quitó con rapidez mi mascarilla de un lado y mis futuras palabras fueron silenciadas por sus labios chocando con los míos. No pude despegarme de ellos. Él profundizó nuestro beso masajeando suavemente mis labios con los suyos. Nos separamos gracias a Louis.
—¡Papá Oli-pi-das! —balbuceó Louis, aplaudiendo sin entender completamente, pero absorbiendo nuestra alegría.
—Perdóname, pero no podía seguir guardándolo. Lo he deseado durante tanto tiempo… y aun así, tu espacio y la manera en que te sientes conmigo siempre serán lo más importante para mí. —no pude responder con palabras debido a todas las emociones que estaban brincando en mi interior.
Por lo que lo único que pude hacer es ponerme de puntillas y darle otro pequeño beso.
—La mascarilla. —regañó mi madre acercándose a Louis.
Matthew me levantó del suelo, girándome hasta que el mundo se volvió un borrón de colores y risas. Por un momento, solo existíamos nosotros, suspendidos en un futuro que finalmente parecía posible.
Pero incluso en medio de esa felicidad, podía sentir cómo mi cuerpo me recordaba sutilmente que el tiempo seguía siendo un recurso limitado para mi. Las ojeras bajo mis ojos eran más pronunciadas cada mañana.
Los síntomas me atacaban sin avisar y con mucha más rudeza. Dolores abdominales, las hemorragias nasales, y los moretones que aparecen sin dolor. Mi respiración se entrecortaba después de subir las escaleras.
Pero no iba a arruinar este momento. No cuando Matthew me miraba como si yo hubiera movido montañas para hacer esto posible.
- -
Las semanas siguientes se sintieron como vivir en una burbuja de sueños hechos realidad y pesadillas susurrantes. Matthew entrenaba durante el día, pero cada tarde regresaba emocionado con historias de sus entrenamientos, demostraciones de nuevos saltos que había perfeccionado, y una energía que no había visto en él desde nuestros días de adolescentes.
Alexa y Mikhail se habían vuelto inseparables. Ella había extendido su estancia indefinidamente, oficialmente para "apoyar a Matthew en su preparación olímpica", causando grandes problemas con su padre y su federación, pero ella se negaba a tomar a alguien más como su compañero de equipo en ese momento.
Y parecía no importarle nada del caos que se vivía en su país, pues, todos sabíamos que era para estar cerca de Mikhail.
Los veía corriendo con Louis desde el patio trasero de la casa, hablando en esa mezcla de ruso y español que los conectaba. Suspiré, pues agradecía que mi hijo tuviera a ese par en su vida. Eran los padrinos ideales para Louis.
En ese momento, sentí unos brazos rodear mi cintura.
Sabía muy bien a quién pertenecían esos brazos y ese aroma.
—¿Crees que se van a casar? —le pregunté a Matthew.
—Creo que están descubriendo algo que perdieron hace mucho tiempo —respondió, acariciando mi cabello—. Eventualmente, la relación fluirá.
—¿Como nosotros? —susurré, descansando mi cabeza sobre su pecho.
—Como nosotros. —dijo, dándome un beso en la coronilla de mi cabeza.
Pero cada día que pasaba, la lucha se tornaba mucho más difícil. Los medicamentos ya no controlaban el dolor como antes. Los mareos eran más frecuentes. Ya no iba a poder seguir yendo a la escuela a dar clases, mi sistema inmunológico me obligaba a vivir en una burbuja.
Sin embargo, seguí ofreciendo clases de piano particulares, mi madre se encargaba de hasta tomar la temperatura de quienes entraban y salían de la casa aparte de enviarlos a sanitizar sus manos.
Lo peor era que Louis iba creciendo, siendo más consciente de sus alrededores y lo estaba notando.
—¿Mamá duele? —me preguntó una mañana cuando me vio sostenerme del mostrador de la cocina durante un mareo particularmente fuerte que me hizo llevar mis manos a mi cabeza.
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Editado: 15.12.2025