La última defensa de la creación: Vol. 1

26 Pelea por el territorio I

—¡Demonios! ¡Duele! —Ryan se agarraba la herida y aullaba por el dolor.

Jayden, ignorando el lloriqueo de su compañero, frunció las cejas en señal de mal humor. "Esto definitivamente no es como lo imaginé...", susurró, dejando claro que la situación estaba tomando un rumbo inesperado. 

—¡¿Esa cosa blanca que golpeó a Emma es en verdad un chimpancé?! ¡¿Ella está bien?!

La fuerza de Silvia ya era un problema y ahora la aparición de un animal extraño y poderoso añadía más dificultades a la situación. Con solo un golpe, se hizo evidente que este ser no era nada ordinario. Tenían que manejar las cosas lo mejor posible.

Mientras ellos dos intentaban canalizar las cosas, no muy lejos, justo en una montaña de escombros, Emma se puso de pie y expuso su condición. Portaba una expresión oscura y apoderada de rencor. Varias lesiones leves se visualizaban en el cuerpo debido al fuerte golpe, pero su brazo izquierdo estaba tan lastimado que se veía muerto. Ahí fue donde recibió la totalidad del impacto y eso causó una fractura en la parte superior (Húmero). 

Emma, a pesar de no demostrar el dolor, su cuerpo hablaba un idioma diferente.

—¿Qué carajos es esa cosa? —susurró la misma pregunta de sus compañeros.

Estaban atónitos al presenciar semejante chimpancé y desconocían que los animales podían desarrollarse más rápido que los humanos. Era una situación completamente loca. 

Jayden, como líder del grupo, estaba en la obligación de hallar una manera de evitar una confrontación que pudiera poner en peligro la vida de todos. Pelear por una causa tan irrelevante no tenía sentido, especialmente si los oponentes eran tan poderosos. Para calmar las aguas, se dirigió a Silvia con voz calmada y serena.

—Parece que hemos cometido un error al invadir tu propiedad. No deseamos tener una pelea innecesaria. ¿Podemos concretar un acuerdo sensato?

—¡¿Qué estás diciendo, Jayden?! ¡¿Acaso tienes miedo?! —Ryan protestó.

—¡Cállate y déjame hacer las cosas a mí!

De inmediato, el joven herido tragó sus quejas y orgullo para permanecer mudo, no sin expresar su molestia mediante el gesto facial. Emma, allá en los escombros, no dio su opinión y esperó la conclusión.

Los ojos de Jayden se dirigieron a Silvia, que estaba tranquila mirando la escena. Ella notó quién era el jefe de los tres y cuando vio su mirada, algo le dio gracia.

—¿Conmigo? Creo que te equivocas de persona.

Sus palabras causaron una desviación de enfoque en los canadienses y se posaron en el hombre de cabello negro y buen aspecto: Gunnar.

Lo pasaron por alto porque no había hecho nada que lo destacara, así como la rubia o la reciente acción del primate. Este descubrimiento subió el termómetro de peligro. Nadie era líder de semejantes Liberados porque sí.

—No. Ustedes morirán aquí hoy —sentenció Gunnar, sin contemplación.

Jayden oscureció su rostro. El peor resultado tomó forma, pero no se rindió.

—¿Por qué? Estos dos recibieron su merecido. Repito, no queremos tener un enfrentamiento con ustedes.

—No han recibido nada. Quisieron matarnos, ahora enfrenten las consecuencias —expresó, desenfundando las dos espadas relucientes entretanto se acercaba en medio de Silvia y Caesar.

—Tú lo pediste —El dos estrellas, un poco decepcionado, se rindió.

Sucedió lo que tenía que suceder. Los canadienses se prepararon y esta vez no iban a ser tan descuidados.

—Somos 3 contra 3 —Rayn expresó lo obvio, sin embargo, tenía su propósito—. Nadie toque a esa mujer. Es mía.

Exigió revancha con Silvia, creyendo haber perdido el primer round por confiado. Ella se limitó a sonreír con desprecio.

Por otra parte, el primate saltó explosivamente hacia Emma, mas antes le informó algo a su hermano mayor para que fuera más precavido; y Jayden, intuyendo peligrosidad en Gunnar, optó por emparejarlo.

El chimpancé había advertido que, en los alrededores, varias existencias poderosas yacían estacionadas. Entre ellas, unas caras conocidas observaban en primera fila lo que sería, sin objeción, el primer combate entre grandes Liberados en la ciudad.

—¡Dios mío, esto va a estallar! James, me alegro de no ir en contra de esos monstruos antes.

—Esta pelea está en otra liga. Son personas aterradoras. Me hubieran hecho puré un golpe del animal.

—¡Cállense todos! Veremos cómo concluye esto —rugió el gigante. 

Los expandilleros habían venido corriendo desde el supermercado hasta allí para establecer una especie de trato con Gunnar y su equipo. 

Ellos no se acobardaron y eligieron permanecer en la Tierra, pero les había costado la vida de 2 miembros. Nunca pensaron encontrar esta escena. En lo profundo de sus corazones el arrepentimiento los carcomía.

En el lado opuesto de la expandilla, a una distancia dos veces mayor respecto a la pelea, 4 hombres se mantenían atentos a lo que estaba sucediendo. Entre ellos, se hallaba uno que Gunnar y su equipo no podían olvidar. Se trataba de un hombre de mediana edad, con tres estrellas en su uniforme de agente. Era Malcom, el líder del pequeño grupo que había llegado en helicóptero y logrado derrotar a la Pesadilla gigante. Junto a él, se encontraban su subordinado Robert y los dos jóvenes. 




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