La última defensa de la creación: Vol. 1

64 Pérdida

—¡¿Ese tipo es humano?! —Nicolás dijo una pregunta retórica con mucha seriedad. Incluso, absorbido por la tarea pesada de batallar contra las poderosas Pesadillas, tuvo la osadía de chismear la pelea ajena. La curiosidad le ganó.

—¡A tu izquierda! —gritó Adelaida, detonando la urgencia en su voz.

—¡Demonios!

El oponente venía desde arriba y amenazaba con volverlo trizas. Nicolás realizó la única maniobra que se le ocurrió para evitar ese fatídico final: saltó apresurado en la primera dirección que vio. Tal maniobra eludió con éxito el ataque. Él cayó sin equilibrio entre un montón de ruinas y la Pesadilla creó un hueco en el suelo al impactar sus manos.

—¡Te tengo! —expresó feliz la pelirroja. Soltando una patada tenaz, mandó a volar al enemigo lejos. Logró obtener segundos valiosos para recomponer su estrategia de pelea—. Idiota, ¿crees que estamos jugando acaso?

Sin necesidad de gritar, Nicolás la oyó desde donde estaba. —Mi culpa —reconoció mientras se levantaba y sacudía el polvo de su ropa—. Tuve una falla de niño, lo siento.

—Bueno, ¿y qué fue eso que te dejó como un imbécil? Tiene que… —La mujer detuvo sus palabras cuando miró hacia el punto donde supuestamente Gunnar estaría combatiendo las dos Pesadillas—. ¡¿Qué?!

Allá lo único que se veía eran los dos cadáveres. Él ya estaba situado al lado de Silvia y el animal luminoso que, aunque tenían curiosidad de saber por qué su pelaje brillaba, ellos y muchos otros solo especularon.

—¿Ya es un Controlador? —Fue la respuesta más coherente que le subió a la cabeza—. Incluso así, todavía se vería apurado…

—No lo creo, Adelaida. Aún no ha encontrado su Semilla Oculta —opinó Nicolás—. Odio admitirlo, pero ese tipo es impresionante.

Adelaida guardó silencio y lo observó. “Debería abstenerme de intentar algo en contra de esos tres”, concluyó, enfocándose hacia el presente problema.

—Hagamos esto rápido, ¿no quieres ayudarles a tus tíos? Quizá llegues tarde si no se te quita lo imbécil.

—También son tus tíos… Olvídalo, ya me sé el sermón —Nicolás le respondió.

Ellos se acomodaron y recibieron a la Pesadilla que volvió energética para la segunda ronda. Al parecer, se enojó por la patata y deseaba desquitarse para saciar su frustración.

El dúo respondió a la altura, sin ser obligados a revelar todavía los poderes obtenidos luego del descubrimiento de la Semilla Oculta. Los sonidos de impactos entonces se oyeron.

Del mismo modo, Benjamín y Sophia se enfrentaban a su respectivo rival. A diferencia de la pareja de pelirrojos, ellos lo pasaban mucho peor. No eran Controladores, por ende, la fuerza física era de menor grado. Sufrirían para lograr la victoria.

—Gun, se acabó el descanso —Le avisó Silvia, que yacía acariciando la cabeza de Caesar, intentando en vano calmarlo.

—Vuelvo enseguida —informó él, comiendo el cerebro de la Pesadilla que previamente mató. Ya había demorado el primero y este era el faltante—. Huele a muerte.

—¿Mm?

Silvia perdió la oportunidad de preguntarle sobre aquella extraña insinuación, puesto que él se mandó a toda velocidad a eliminar al nuevo oponente. Ella simplemente lo olvidó y se concentró en el panorama general de la batalla.

Los otros Liberados a través de sus trucos y métodos hacían lo posible para atacar o defenderse, sin embargo, la diferencia con respecto a las luchas anteriores era muy drástica. Donde quiera que apuntaba, no faltaban los gritos de dolor, impotencia y miedo de las personas, originados al presenciar la muerte de sus colegas, sufrir lesiones o reaccionar de esa manera después de entender que el ataque venidero les quitaría la vida. Iban cayendo uno por uno, como moscas.

—Montón de inútiles —calificó Silvia posterior a su observación. Cambió de enfoque y lo que vio le alzó las cejas de manera instintiva—. Oh, por Dios… ¡¿Ya?!

Gunnar camina hacia ella sosteniendo en su mano izquierda la cabeza de la Pesadilla que acababa de asesinar. Tenía los mismos pequeños cortes en la piel que cuando le regaló la camisa a Silvia. Es decir, el oponente perdió sin haberle tocado.

—Cuchillo —le dijo.

Saliendo de su estupor, la rubia agarró dicha arma solicitada y se la envió. —Puedes quedártela, también tengo dos dagas que recogí al toparme con ellas hace unos minutos.

Aunque Gunnar podía sacar el cerebro con la espada, optó por la acción más simple. Con firmeza, clavó el cuchillo y atravesó el cráneo. Lo siguiente que ejecutó fue crear una raja en diagonal y abrir la cabeza, consiguiendo el cerebro. Mordió y se detuvo en la mitad.

—Aquí tienes —Se lo obsequió a Silvia.

—Oh, gracias, Gun —recibió la comida y terminó de devorarla. Entonces, recordó la pregunta que le tenía antes de que se fuera, por lo que le iba a comentar la duda, pero, algo sucedió.

—¡¡Nooooooo!!

Se oyó un grito desgarrador y Silvia giró casi por instinto, localizando la raíz del sonido. Algo le dijo que ahí estaba la respuesta que quería conocer, y efectivamente, tenía razón.

—¡¡Ayuda!! —Richard suplicó al contemplar a su esposa siendo perforada en el pecho por la Pesadilla con la que peleaban—. ¡¡Carmen!!

El hombre yacía tirado en el suelo con una mano extendida, como si esa acción impidiera, milagrosamente, lo que veía justo al frente.

—¡¡No puede ser!! ¡¡Carmen!! —Richard sentía que su corazón se apretaba con fuerza y el alma se le escapaba del cuerpo; era un sentimiento indescriptible. Para él era imposible mantener la calma. La culpa lo acosaba—. ¡¡Carmen!!

—Corre… te lo ruego… Odiaría saber que… —La mujer no alcanzó a finalizar sus palabras cuando la luz de sus ojos se fue. El monstruo retrajo el brazo y ella se tumbó al suelo.

Para Richard, el sufrimiento ascendió a escalas nunca experimentadas, puesto que él debió ser el que moriría si Carmen no lo hubiera empujado, y en definitiva, intercambiado su vida. Las imágenes se reproducían una y otra vez, lamentándose haber errado su ataque y caer en una posición vulnerable que el oponente supo explotar.




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