La ultima vez que lloré.

Capítulo II: Pequeña

Hoy fui a caminar y llevé al viejo perro conmigo, ya está sano. No necesita de mí así que sólo puedo decirle adiós, lo enviare a casa de mis padres. 

Volví a toparme con Serenity, me saludo con una gran sonrisa. Me sorprende un poco que un gélido día como hoy no esté encerrada o algo, en vez de sentada en un parque. 

Creo que es posible que tenga algún tipo de problema mental. Se acercó a mí y se puso a jugar con el perro. 

— Hola señor Harrison. ¿Como se encuentra? — me dijo finalmente. 

—  Bien ¿y usted? 

—  Bien salí a respirar, despejar un poco mi mente — mientras ella lo decía podía ver como en cada exhalación su aliento parecía una nube de humo. 

— Bien — le dije.  

— Bueno, ya tengo que volver a mi casa, si tardo más mi mamá se preocupará.  

Cuando se estaba retirando la vi resbalar en la nieve y caer. Fui a socorrerla, le di mi mano para ayudarla a levantarse, pero su tobillo se había torcido, decidí entonces levantarla y casi caigo, cosa que a ella le pareció graciosa. 

Cuando al fin la puse en pie ella simplemente no podía apoyar el pie derecho, se había hecho un esguince o eso es lo que creo. 

— Descuide, yo puedo llegar a mi casa no se preocupe — dijo mientras intentaba disimular su cara de dolor. 

— ¿En dónde vives? 

— A tres cuadras. 

— ¿Planeas ir saltando tres cuadras hasta tu casa? — le dije — ... ven conmigo, por lo menos yo vivo en esta misma calle. 

La lleve hasta mi casa y desde allí fuimos a ver un médico. Nos confirmó que era un esguince y le vendó el pie. Luego la llevé a su casa; era más bien un pequeño apartamento ya que al parecer solía ser una casa que alguien dividió en cuatro piezas pequeñas, de esas que están de alquiler por la zona. Según me dio a entender Serenity, eran sólo ella y su madre. 

Cuando entramos vi a su madre. Es evidente que tiene cáncer, una vez nos vio entrar en la casa casi corrió para ver que todo estuviera bien. 

El que su madre tenga cáncer explica porque Serenity siempre parece estar cansada. 

— Descuida Mami, Sólo me torcí el tobillo — le dice Serenity — no es nada; el señor Harrison me ayudó.  

"Mami" Serenity aún le dice "Mami" es como una niña pequeña. 

— Gracias señor — me dice la madre de Serenity — Como agradecimiento, por favor quédese a comer con nosotras. Prepararé algo; por cierto, mi nombre es Grace. 

— Gracias — le digo — Pero no es necesario. Además, no creo que ni usted, ni su hija estén en condiciones. 

La señora me sonrió de una manera burlona. 

— Señor Harrison. Tengo cáncer terminal. No me estoy muriendo... no, espera, sí, sí lo estoy haciendo — dijo en tono de juego. 

Que humor tan extraño el de estas mujeres. Se atrevían a burlarse de su propia desgracia. 

— Por favor señor Harrison quédese a comer. Yo puedo cocinar. —  me dijo Serenity. 

— Me quedaré, pero yo cocinaré. — debo admitir que en esas condiciones no era buena idea dejar a estas dos solas. 

Aunque al principio se negaron, pero sólo con mirarlas fijo me dejaron hacerlo. Puede que sea verdad que provoco miedo y no creo que eso sea malo. 

Comimos en silencio, de vez en cuando ellas cruzaban palabras una con la otra, de pronto nos interrumpió el llanto de un bebé, Serenity casi olvidándose de su condición intento levantarse. 

— Yo la traigo. — Dijo Grace y fue a buscar a la criatura. 

Cuando trajo a esa cosita tan pequeña, (no era posible que tuviera más de dos semanas) realmente me sorprendió. Serenity no tenía ningún rasgo de ser madre recientemente (aunque nunca se sabe) de hecho, ella tiene muy buena estructura física, si fuera más alta tal vez... 

— Mami, pásamela para darle la leche — Le dijo Serenity a su madre. — ¿y usted, señor Harrison, podría pasarme la fórmula que está en la despensa? 

— Es mejor para ella si le das el pecho — me atreví a decirle. 

— Admito que sería mejor y más práctico. Pero, no puedo amamantarla. No es mi hija. — me dijo ella. 

— ¿Ah, ¿no? 

— Es hija de una prima. Hace poco más de una semana, me dijo que se la cuidara un rato y no ha vuelto — me dice mientras acomoda a la bebé para darle la leche — No sé si es que no se ha fijado, pero yo andaba sin panza cuando lo conocí en el parque. 

— Esa muchacha no creo que tenga planes de volver — intervino Grace — es decir, la dejó aquí cuando tenía unos seis días de nacida, todavía no entiendo como alguien puede dejar a sus hijos así. 




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