La ultima vez que lloré.

capítulo IV: la necia y el tonto

Me desperté con la espalda algo adolorida y algo apenado por haberme quedado dormido allí.  

— ¿Llevas mucho despierta? — Le pregunté. 

— Como dos horas. 

— y ¿por qué no me despertaste?  

— Estuviste despierto desde las dos de la mañana de ayer como hasta las nueve de la noche. Merecías descansar — me dijo — George, necesito que me perdones, no sabía a quién recurrir cuando me llamaron del hospital.  

— No te preocupes por eso.  

— Además te hice faltar al trabajo. No quisiera que te regañen por mi culpa.  

— Eso no va a pasar. ¿la bebé no se despertó en la noche? 

— Sí, pero la atendí y se volvió a dormir.  

— Bien. — dije y miré mi reloj. 

Ya eran más de las diez, no podía creer que había dormido tanto. Me pase la mano por el desordenado cabello para arreglarlo un poco. Serenity me paso una taza de café. Era extraño verla tan cansada y al ser tan natural se le notaba aún más. Llevaba el pelo suelto y sin peinar, sus ojos estaban irritados por haber llorado demasiado. Tenía puesto un abrigo amarillo que resaltaba su palidez y estaba descalza. Tirada en el sofá que quedaba al frente mío.  

La escena se interrumpió cuando la bebé despertó y ella se levantó para atenderla, la cargo y con ella en brazos fue a la despensa. 

— George, tendré que molestarte otra vez. Lo siento. Pero puedes ir a la tienda y traerme un par de botellas de fórmula — dijo, buscó en su bolsillo el dinero he intentó dármelo, pero la deje con él en la mano, por un vistazo rápido me di cuenta que solo quedaban dos pañales, me fui a comprar a la tienda.  

Volví poco después con 3 paquetes de 6 botellas de fórmula y una caja de pañales y se los entregué. 

— ¡George, no haces más que endeudarme contigo! Me siento como si estuviera aprovechando de ti. —  me dijo algo irritada — ¿por qué lo haces, dímelo?. 

— Es lo correcto— le dije. No entendía la razón de su enojo, pero cuando se está de duelo nunca se está de humor o se es muy sensato. 

— ¿Eso es todo lo que vas a decir? 

— Sí. 

Ella se sentó casi de golpe en el sofá de enfrente y se quedó casi inmóvil por un instante, se restregaba los ojos y se acomodaba el pelo. 

— Sabes, es difícil entender que ya no está, que no volverá. Creo que aún no lo asimiló, tengo la sensación de que voy a despertar y ella estará conmigo.  

— La muerte nos duele, aunque la veamos llegar, aunque sabemos que viene — le confesé — tú lo esperabas, aunque no lo querías. 

— ¿a qué te refieres? —  me preguntó mirándome a los ojos. 

— Grace estaba muy enferma, sabias que esto pasaría; sé que eso no disminuye el dolor. Pero créeme si te digo que cuando es algo que de ningún modo se esperaba, duele más. 

— Lo siento. —  me dijo cabizbaja— ¿eres viudo verdad? 

Solo asentí.  

— Sé que no es lo mismo. Pero, me puedes decir si me dejara de doler. 

— No lo sé. Se supone que debes aprender a vivir con ello. 

— Tus padres aún viven ¿verdad? 

— Si, ellos están en miami ahora.  

— Me imagine que seguían vivos. 

— ¿Por qué? 

— porque tu dolor hacia la muerte te recuerda a tu esposa, así que eso significa que tus padres aún viven. 

— Tiene sentido; pero ¿qué hay de tu padre? 

— Él está vivo, pero no es alguien de quien me guste hablar.  

— Yo creía que había muerto hace mucho; ¿eras muy pequeña cuando se separó de tu madre? 

— Él más bien la abandonó cuando supo que estaba embarazada. Creo que no quería atarse, unos cuantos años después se casó y tuvo hijos.  

— ¿Entonces lo conoces? 

— Sí, lo conocí en un parque cuando tenía 14. Él andaba con su familia, fue un encuentro incómodo. Digamos que se vio delatado por su reacción y la de mi madre; incluso su esposa se dio cuenta. Me parezco un poco a él. Y a mis hermanos. 

— Lo siento. — le dije. 

— Sabes que es curioso que me lleve bien con mis hermanos. Pero a él no puedo ni verlo. Creo que soy una pésima persona.  

— No lo eres. 

Luego de un rato, decidí irme a casa. Cuando salí la vecina de Serenity se quedó mirándome de una manera extraña pero no le preste atención y me subí en mi camioneta y me marché. Pensé en Grace y Serenity en poco tiempo se habían convertido en mis únicas amigas; las únicas capaces de soportar mi humor. Por eso se supone se supone que debería sentir algo de la muerte de Grace; pero no hay pena ni dolor, me acongoje un poco, solo eso. 




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