La ultima vez que lloré.

Capítulo V: En los libros, la verdad

Hoy tomé la decisión más drástica de mi vida (y eso que últimamente mi vida ha ido decisiones locas) pero, ahora me ha pasado la cosa más extraña del mundo. Mi amigo George me ha pedido matrimonio en medio de una discusión. No sé ni que pensar, para ser sincera es algo que no me esperaba, es decir, se trata de George, al principio estaba desconcertada y decidida a decir "no" pero, la idea me ha estado dando vueltas por la cabeza.  

Me senté por un rato en el comedor. Y revise una última vez los papeles que estaban sobre la mesa, cuando pague las cuentas del mes solo me quedaran 42 dólares con 60 centavos, no me queda más que restregarme la cara con mis manos; La bebé empieza a llorar y me levanto a atenderla, y me doy cuenta que no se trata solo de mí, si Audrey tiene pañales y leche es por George. Él ha sido más que un buen amigo, el mejor que he tenido (aunque es casi indescifrable, y no expresa para nada sus emociones). Recuerdo que al principio se negaba a siquiera mirar a la bebé y ahora es casi normal que la cargue. 

No puedo creer que estoy pensando en aceptar la propuesta, por un momento intenté aclarar mi mente y centrarme. Pero, Si me mudo con mi tía no tardaré ni tres días en saltar por la ventana. Lo pienso más detenidamente; por la ansiedad estoy readquiriendo la manía de morderme las uñas y siempre que me estreso comienza a dolerme el estómago.  Él me ofrece seguridad, compañía, apoyó (cosas de las que mi madre y yo carecíamos). Ahora tengo a Audrey en mis brazos y es en ella en quien tengo que pensar; si tan solo estuviera sola no me importaría nada, incluso podría vivir en un refugio y con el tiempo conseguir un trabajo y empezar de cero. Pero no es así, sé lo que significa no tener un padre, y aunque mami era excelente, creo que le hizo falta alguien que estuviera con ella. 

Tomé mi decisión, lo haré... creí que podría hablar con George en la mañana, pero me di cuenta que no eran ni las 8 de la noche. Conociéndome tenía que hablarle o de lo contrario no podría dormir. Dejé a una vecinita cuidándome a Audrey y fui a casa de George, el camino jamás había sido tan largo, podía escuchar los latidos de mi propio corazón, del portal a la casa había como doscientos metros, ese día los sentí como si fueran varios kilómetros.  

Antes de tocar a la puerta me tomo un pequeño instante para respirar y recuperar la compostura. Toqué el timbre y cuando él abrió la puerta creí que iba a morirme. Me miró directo a los ojos y yo después de un breve suspiro para armarme de valor, le dije:  

— Acepto. 

George se quedó en silencio unos segundos 

— ¿Que aceptas qué? 

— Me casare contigo — me fue difícil decirlo. 

Nuevamente solo me miró (su expresión al igual que siempre, era sumamente seria, a veces incluso digna de temor) me invitó a pasar, las veces que estuve en casa de George no pase de la sala de invitados o tal vez nunca me fije, pero la casa era enorme y eso solo lograba intimidarme más. Nos sentamos en el salón principal, uno frente al otro; yo muriendo y él normal.  

— ¿Estas bien? — me pregunto 

— Siento que va a darme un ataque de pánico, pero estoy bien — le respondí intentando bromear. 

No sabía que decir o qué hacer, nunca pude ni siquiera imaginar una situación como esta. Mi vecina una vez me advirtió sobre George y sus intenciones y yo no hice más que reírme, Él nunca dio ningún indicio de nada, lo digo enserio jamás, ni en lo más mínimo, es más una estatua me hubiese dado más indicios.  

— ¿Estás segura de lo que estás diciendo? ¿de verdad quieres hacer algo así?  

— Sí. ¿o piensas hacerme algo raro? 

— De ninguna manera, es solo que no es una decisión sencilla; te lo dije antes, si quieres te doy el dinero y eres libre, podrás ir a donde quieras. Lo que no quiero es que tú y esa niña sufran sin necesidad. 

— Esto te sonará extraño. Pero, prefiero la segunda opción. 

— ¿Has tomado alcohol, o algún medicamento extraño?   

— No, no lo hecho, pero si tienes algo que pueda tomar te lo agradecería. 

—  No tengo nada, y aunque lo tuviera no te daría. No estás en condiciones de tomar. 

— Creo que te convendría recordar que quien propuso que nos casáramos fuiste tú. Sé que parece que tome una decisión precipitada, pero no fue así, he meditado mucho y buscado pros y contras, y creo que es lo mejor para Audrey. Quiero que tenga lo que jamás tuve; y yo, aunque admiro a las madres solteras y luchadoras no quiero acabar como una, porque no soy lo suficientemente fuerte.  

George sólo me miró fijamente a los ojos y se quedó meditando un momento. Luego se puso en pie. 

— ¿En qué piensas? — le pregunte, porque no puedo descifrarlo. 




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