La ultima vez que lloré.

Capítulo XXII: una locura

Cuando despierto y veo a George a mi lado, abrazándome como si me protegiera del mundo y de todo lo malo. Mi padre está en la casa (aún es extraño saber que lo he perdonado) ha pasado mucho en poco tiempo, mi corazón está algo cargado, pero me quedo abrazada a George. Él tampoco lo ha tenido fácil, pero por lo menos no volvió a tener pesadillas (creo), por alguna razón parece estar en una especie de tranquilidad, lo veo mucho más relajado. 

—  Buenos días — me dice cuando despierta y se da cuenta que yo también estoy despierta. 

— Buenos días —  le respondo. 

Sin decir nada nos quedamos acostados uno junto al otro, mirándonos como si el tiempo no pasara. 

— ¿Podemos quedarnos así? —  me dijo. 

Moría por decirle que sí, pero hoy hay demasiado trabajo y a diferencia de George no puedo darme el lujo de faltar solo porque me da la gana, además, hoy incluso él no puede faltar. 

— ¿No es hoy la junta anual con todos los accionistas para la que he estado trabajando como loca? 

— Sí — dijo — Lo es. 

— Entonces no podemos quedarnos así, no hoy. 

— ¿Tu presentación esta lista? — dijo después de un breve silencio. 

— Claro; Si quieres puedes dormir un ratito más, voy a preparar el café y el desayuno. 

— No, estoy bien, te ayudare. 

— Es solo un desayuno. 

— ¿Tu, Audrey, el desayuno y yo? — me propuso. 

— Esta bien, pero recuerda que .... mi papá está aquí. 

— Lo tengo pendiente. 

Despertar a Audrey es todo un problema, es curioso que haga un berrinche por querer seguir durmiendo cuando es un caos dormirla. 

— Nooo — dice entre sollozos. 

— Puedes seguir durmiendo cuando te arregle. 

La bañe y la cambie, aunque parecía más decaída de la cuenta (ella no es persona matutina) lo que me hace sospechar que puede estar enferma. 

Bajé con ella en los brazos y vi a George que está sirviendo el desayuno y mirándose al estilo duelo con mi padre. 

— Amor — le digo, obviamente a George — creo que Audrey está enferma. 

— ¿Tiene fiebre? 

— Si tuviera fiebre estaría segura de que está enferma. 

—Dámela — me dijo y le di a Audrey que extendió sus brazos hacia George. 

Él la sentó en la mesa. 

— Audrey di AAA. — le dijo. 

Audrey abrió la boca tanto como pudo y George le miro la garganta, luego le reviso los ganglios del cuello. 

— Creo que tiene amigdalitis otra vez. 

— Me alegra que seas un experto — le dije un poco sarcástica — ¿qué hacemos ahora?, no podemos faltar al trabajo hoy. 

— Darle su medicina; y bueno, en la guardería tienen una buena enfermera. No quiero dejarla, pero la verdad es una infección leve. 

Mi padre solo nos observaba y no decía nada sobre el asunto, me pregunto si para él será tan difícil de adaptarse como lo es para mí, es extraño estar juntos en un mismo lugar, él solo me mira con cierto aire de nostalgia y tristeza, como si tratara de adaptarse a la idea de que no soy una niña. 

— Hay algo que quiero mostrarte — le dije a mi padre. 

Busque un par de álbumes que tenía guardados, no sabía si dárselos, el aniversario de la muerte de mi madre es mañana y solo ver algunas de esas fotos me da tristeza, mi vida junto a mami grabada en esos instantes eternos, esas fotos que guarda lo que me queda de mami. 

— Siempre fuiste hermosa — me dijo — No debí...; enserio quisiera volver el tiempo atrás y no haber sido un idiota. 

— Solo olvidemos eso — le dije 

Él observaba las fotos detenidamente. 

— Tu hermana se parece a ti, tiene ese mismo gesto. 

— Entonces, supongo que también me parezco un poco a ti. 

Hablamos un rato y luego fue la hora de despedirnos, George y yo lo llevamos a mi padre a su trabajo después de haber dejado a Audrey en la guardería y nos fuimos a la empresa, llegamos un par de minutos tarde, pero mi jefe no me puede decir nada sobre eso. 

La reunión era muy importante y un montón de accionistas, inversionistas y otros aliados estarán aquí esta tarde y para mí eso significa mucha preparación, no puedo olvidar que he venido de una especie de nada, así que desde luego esto es algo que no había vivido y que para ser sincera no esperaba vivir, pero aquí estoy preparándome mentalmente para hablar con un montón de gente que está acostumbrada a hablar con los verdaderos expertos en el área, que suerte que no hay registro de pérdidas desde que se implementó el programa de seguridad, y las ganancias han aumentado considerablemente. 

Como pasa siempre que uno está nervioso tengo un nudo en el estómago y el tiempo se pasa más rápido de lo que quisiera, George entra en mi oficina como si supiera que necesito apoyo. 




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