Legado

Miedo

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Los miembros de la Sociedad Regente, aguardaban observando a través de sus ventanas en el Le Meridien Dom Hotel, la reunión en Colonia había sido convocada hacia tan solo pocas horas. Las luces del edificio se podían observar desde lo lejos a través de la niebla que se elevaba durante las noches alemanas. El lugar contaba con un salón especial en lo alto con vista directa hacia la Catedral de Colonia, en donde cinco miembros se reunieron tras recibir la llamada del ultimo que faltaba.

El hotel contaba con todos los lujos: spa, piscina, buffet, cine. Las comodidades, sin embargo, carecían de interés para los miembros, quienes estuvieron acostumbrados toda su vida a frecuentar lugares más ostentosos.

La Sociedad Regente se reunía cada año en un lugar distinto del mundo, visitando regularmente países entre Europa y Asia, cada integrante de la Sociedad contaba con un personal de casi cien personas, entre profesionales, analistas y coordinadores de operaciones, que ejecutaban labores especiales para cada uno, de manera distinta. No obstante estaba terminantemente prohibido que cada uno de estos trabajadores intercambie información con otro empleado de algún otro miembro de la Sociedad.

La escolta de cada uno de ellos, eran guardias con entrenamiento militar, equipados con armas con sensores de huella digital e imperceptibles ante los detectores. La Sociedad Regente era para el mundo una empresa de gestión de inversiones cuya sede central se encuentra en Nueva York. Sin embargo, para unos pocos, era una pequeña organización desde la cual, tres hombres y tres mujeres escribían constantemente los capítulos del mundo.

Al convocarlos, cada uno de los miembros fue subiendo al salón principal, el último en aparecer fue Henry Schulz, un hombre alto y fornido, de piel blanca y ojos azules. Su físico imponente y su personalidad directa, no habían desaparecido con los años, muy por el contrario, habían fortalecido al heredero de un conglomerado multinacional.

Esa noche, al llegar, Henry caminó con paso firme hacia cada uno de los miembros.

—La reina Olivia ha muerto. —anunció, sin saludar— Me lo acaba de comunicar uno de los miembros del palacio.

—¿Será el momento adecuado para estrechar lazos el príncipe Jacob?— Preguntó Sofía.

—Jacob también ha muerto— cada uno se detuvo un momento y se observaron mutuamente—. De hecho lo han asesinado —continuó diciendo—. Los reuní aquí esta noche para que pudiesen compartir quien de ustedes ordenó ello sin consultarlo con el resto, ¿hay algo de lo que debamos enterarnos quienes no estamos involucrados?

Las reuniones de la Sociedad Regente les permitían lidiar casi con cualquier asunto político en el mundo, por delicado que fuera, y salir siempre impunes. Dentro de sus decisiones habían sido colocar presidentes en el poder, obligar a la abdicación de reyes, e incluso desaparecer políticos. Las decisiones siempre habían sido elegidas cautelosamente y en beneficio de aquel selecto grupo. Esa noche, sin embargo, el silencio se apoderó del salón mientras aguardaban una respuesta de alguno de ellos.

Desde hacía tres años, los seis miembros acordaron que dejarían el deceso de la reina Olivia en manos del tiempo, a su vez, cada uno de los miembros utilizó sus influencias para estrechar relaciones con el Reino unido, no solo financieramente sino también políticas, sin embargo el asesinato del futuro rey, se estaba a punto de desperdiciar todo lo que habían construido.

En ese momento tras observar su teléfono, Juliet rompió el silencio.

Comenzó a reproducir el video que uno de sus trabajadores le había enviado, un video en el que había una bandera inglesa con un emblema de fondo y palabras en latín las cuales parecían no tener sentido.

— Un infórmate mío del palacio me ha enviado este video. Al parecer el príncipe Alfred habría encontrado este video junto al cuerpo de su hermano. Lo están adjudicando a Amelie Williams, quien esta mañana envió otro video a la BBC el cual ha sido publicado hace una hora a través de ese canal.

«Amelie Williams» pensó Henry, buscó y visualizó el video de la BBC una y otra vez hasta recordar de donde se le hacía familiar aquel rostro.

Tras un momento el líder de aquel grupo, mantuvo la calma e intentó que no se le notara nervioso. El control era su especialidad: prever todas las posibilidades, anticipar cualquier respuesta y amoldar la realidad al resultado deseado. Tenía un expediente inmaculado de éxitos y discreción, aquel hombre temido por millonarios, políticos, jeques y hasta gobiernos enteros. Sintió que esta mujer podía estar delante de los pasos de la organización.

Hacia el oeste, las precarias y débiles luces de los faros habían comenzado a iluminar la catedral de Colonia. Con paso tranquilo y cogiendo una copa de whisky, Henry Schulz, esperaba pacientemente la noticia del asesinato del príncipe Jacob y el video que había sido encontrado junto a él, no salieran a la luz.




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