Era la hora.
Mientras la perilla giraba Amelie se sentía culpable de haberle apuntado con el arma a la secretaria del arzobispo para que pueda realizar una llamada a la catedral de San Pablo. La brisa nocturna le agitaba el cabello.
Las calles cerca a la iglesia estaban desiertas a esa hora, todos se encontraban trasnochados o en camino al palacio de Buckingham. Ajeno al desconcierto y a la tecnología Dutton no se había enterado aun de la muerte de la reina, había aprendido a hallar la paz en las voces tranquilizadoras que le llegaban de su propia alma. Pero aquella noche sus voces callaban tanto como la iglesia vacía en la que se encontraba.
La historia de la majestuosa Catedral de San Pablo, en Londres, es fascinante y rebosante de curiosidades. Construida sobre los vestigios de una antigua iglesia dedicada a San Pablo, el edificio actual se erige como un símbolo imponente de la ciudad. Su arquitectura, se distingue por su cúpula magnífica, que ofrece vistas panorámicas de Londres.
Asimismo la Catedral de San Pablo alberga la Cripta, donde reposan los restos de notables personajes, como Winston Churchill, Alexander Fleming y Arthur Wellesley. Además, su Galería de Piedra ofrece una experiencia única al caminar por pasillos estrechos y escaleras empinadas.
Los detalles arquitectónicos revelan secretos, como la Gran Maqueta, que proporciona una visión detallada de la catedral antes de su construcción. Cada piedra cuenta una historia, además de poseer vidrieras que narran eventos bíblicos y momentos clave de la historia británica.
Al verse a los ojos, la mirada de Amelie detectó cierta incomodidad en Edward Dutton mientras le hacía pasar al interior del templo, cosa que no le sorprendió, ya que le había hecho levantarse a deshoras.
—¿Es usted americana? —preguntó.
—Alemana de nacimiento —puntualizó Amelie sin añadir más conjeturas.
Dutton asintió. Era un hombre cansado de ojos serenos y profundos.
—¿Y nunca ha visitado la catedral? ¿Desea un tour? He memorizado cada palabra de los guías y curiosidades que mencionan a los visitantes durante treinta años así que si gusta yo…
—No hace falta. –Respondió Amelie con una sonrisa en el rostro, al notar que el Dutton no se había alarmado con su presencia cayó en cuenta que no sabía quién era así que aprovechó para deshacerse de él-. Quiero pedirle disculpas por haberle despertado tan tarde. Estoy segura que desea volver a la cama, solo quiero darle una visita rápida a la catedral y luego me retiraré.
—Es más bonita de día. –Añadió Dutton-. Durante la noche no se aprecian las vidrieras ni las pinturas bajo la cúpula.
—No lo dudo. Sin embargo, le agradezco que me haya brindado la oportunidad de verla esta noche.
—Ha sido la secretaria del arzobispo quien me lo ha pedido. Se nota que tiene amigos influyentes.
Al llegar al corredor central Amelie notó que los ojos de Dutton se le iban a la cúpula.
—No hace falta que me acompañe. Ya ha sido muy amable. Me las arreglaré sola, no se moleste.
—No es molestia —insistió—. Además, ya estoy despierto.
Amelie se detuvo. Habían llegado al primer banco y su objetivo quedaba a menos de quince metros. Se dio la vuelta y se acercó mucho al pequeño cuerpo de Dutton, y notó que él no parecía tener intención de dejarla sola.
—No quiero parecer maleducada, pero no estoy acostumbrada a hacer visitas turísticas en las casas de Dios. ¿Le importaría dejarme un tiempo de recogimiento para poder rezar antes de seguir con la visita?
Edward Dutton vaciló.
—Ah, sí claro. Le esperaré ahí detrás.- Respondió mientras levantaba los hombros-.
Amelie le plantó suavemente la mano en el hombro y lo miró.
—Discúlpeme por favor, ya me siento culpable por haberlo despertado. Pedirle que siga despierto me parece demasiado. Por favor, vuelva a la cama. Yo puedo disfrutar sola del templo y salir por mi cuenta. O lo despertaré en cuanto termine.
Dutton no estaba muy convencido.
—¿No había dicho que quería solo una visita rápida? No tendría sentido irme a dormir si ese fuera el caso. — Añadió con una sonrisa.
—De acuerdo, si no le molesta, ¿podría mostrarme todo desde el inició? Quisiera saber quién o quienes fueron las personas que construyeron este lugar.
—Para ello mi Lady debemos bajar al sótano, el anfritión se encuentra en la Galería de Piedras.
Bajo la imponente cúpula de la Catedral de San Pablo, Amelie siguió a Dutton por intrincados pasillos hacia la cripta. La luz se desvanecía gradualmente, envolviéndolos en una penumbra misteriosa. Guiada por la tenue luz de las velas, Amelie descendía, sintiendo la presencia histórica del lugar. El silencio solo era interrumpido por sus pasos y el susurro de la historia que emanaba de cada piedra, mientras Dutton, con solemnidad, revelaba secretos enterrados en la oscura cripta.