Legnas Extras

9. Malcriada Vs Idiota

Capítulo dedicado a Luciana y María Morales. Feliz cumpleaños mis reinas

Miguel:

Ha pasado poco más de ciento trece años desde que conocí a los visitantes del futuro en el cuerpo de sus doppelganger y, por consiguiente, de que tuve en mis manos por primera vez a esa mocosa malcriada que no hay un día en que no me haya sacado de mis casillas.

Si tengo que ser cien por ciento sincero, algo que hago siempre, cada día he preferido mil veces estar de batalla en batalla que lidiando con ella. Es que es insoportable y, desde hace un tiempo para acá, no me hace ningún caso. Es más, creo que hace absolutamente todo lo contrario a lo que le digo que debe hacer, solo para molestarme y eso que ya no juego en su vida el papel de padre que decidí adoptar los primeros años.

Les cuento para ponerlos en perspectiva.

Después de que le pusiera la marca de Dios para contener sus poderes, esa que quedó incrustada en la piel de su muñeca como si fuese una marca de nacimiento, pusimos tierra de por medio y comenzamos desde cero. Decidí envejecer un poco mi apariencia y convertirme en su padre a los ojos del mundo y debo admitir que, por un tiempo, las cosas marcharon bien y ella se comportó. Hasta que se enamoró…

Terminó contándole a ese mocoso engreído todo el plan de Dios y yo me percaté de mi primer error: no haber borrado sus recuerdos, justo lo que hice desde que me di cuenta de lo que había hecho. Fue una locura hacer que todo el maldito pueblo olvidase nuestra presencia por esos lares, necesitaba asegurarme de que, si el chico se lo había contado a alguien, no pudiese recordarlo.

Eliminar los recuerdos de Alexa fue mucho más complicado; sus poderes se resistían a los mío, pero al final lo conseguí y nos creé una vida lo más lejos posible hasta que una tarde, alrededor de seis años después, llegó a la casa y me preguntó: “Papá, ¿por qué no me pongo vieja?”

Aquí voy a hacer una pequeña acotación. Cada vez que esa mocosa me llamaba papá, algo que por suerte no sucedía tan seguido, solo cundo quería conseguir algo, pues por lo general siempre prefirió llamarme por mi nombre, me estremecía. Odiaba con todas mis fuerzas ese apelativo y, por suerte, ese cuento de familia feliz no duró mucho.

Sus poderes, si bien estaban contenidos, salían a la luz de vez en cuando, específicamente cuando se enojaba; lo supe cuando casi mata a un hombre deplorable que intentó pasarse de la raya con ella. Estaba en la casa cuando sentí su fuerza e inmediatamente corrí hacia el foco.

La detuve y, asustado, volví a poner tierra de por medio. Si yo la había sentido, estaba convencido de que otras criaturas sobrenaturales también podrían haberlo hecho.

En el camino a nuestro nuevo hogar, le devolví sus recuerdos y le hablé nuevamente del plan de Dios; algo que decidí hacer cada vez que nos marchábamos de un pueblo, pues si bien a estas alturas aun no estoy muy claro del plan de nuestro Creador, siempre he sabido que ella debe estar convencida de que su propósito en el mundo es trascendental para la supervivencia de la raza humana.

Mi solución a sus salidas de control fue convertirme en su sombra. En nuestra siguiente vida creada, ya no fui su padre. Busqué dos devotos a Dios e inculqué en ellos la ilusión de una hija; les di a los tres recuerdos nuevos de toda una vida y yo me convertí en un chico más de su edad; de esa forma y, a pesar de nuestras cientos y cientos de discusiones, me las arreglé para estar a su alrededor cada vez que lo necesitaba.

Si bien su poder está contenido por la marca, cada vez que se enoja lo suficiente y estos salen a la luz, se me hace difícil contenerla, aun así, hasta ahora no ha sido nada que no pueda controlar. Eso sí, cuando la veo con intenciones de volarse, hago lo posible por calmarla, aunque eso sí que es casi imposible, pues, últimamente, es debido a mí que se enoja.

Todo este tiempo a su lado, me ha permitido conocer todas y cada una de sus facetas y he llegado a una terrible conclusión. La odio.

Odio a esa malcriada que le encanta llevarme la contraria, que no tiene temor de enfrentarme así sea para decirme cara de culo, que le gusta maniatar mi motocicleta para que no encienda solo por el placer de verme enojar, que, aprovechándose de su trabajo fuera de horario de clase en un pequeño restaurante de la zona, me trae un pedido totalmente diferente al que yo pido; por lo general, con mucho picante.

Pero, sobre todo, la odio por cómo me hace sentir; porque por primera vez en mucho tiempo, ese órgano humano que solo ha latido una vez por una mujer, ha vuelto a cobrar vida y me molesta porque me prometí no volverme a involucrar sentimentalmente otra vez. Es una mala idea en todos los sentidos, mucho más, si tenemos en cuenta quién es ella.

No sé cuándo comenzó exactamente, solo sé que me encuentro pensando todo el maldito tiempo en ella; en cómo le brillan los ojos cuando sonríe; en sus hoyuelos; en su mal genio, pero noble corazón; en esa boca que no se está callada ni un segundo y, para mi consternación, me sorprendo más de lo que me gustaría intentando hacerla enojar solo para que me preste un poco de atención.

Sí, lo sé, a estas alturas me queda claro que estoy jodido. Sin embargo, ya he tomado mi decisión; puede que esté sintiendo… algo… por ella, pero eso no significa que va a pasar cualquier cosa entre nosotros. Soy un Arcángel y soy perfectamente capaz de controlar esas emociones humanas que tanto odio por lo mucho que me hicieron sufrir hace ya tantos años. Solo debo ignorarla, dejar de molestarla y tratarla como lo que es, mi misión. Y precisamente eso es lo que llevo haciendo en esta vida que comenzó hace ocho meses; voltear la cara cuando la veo pasar, no frecuentar su centro de trabajo y evitar a toda costa encontrármela en los pasillos de la Universidad.




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