Legnas: la profecía 2

4. Vitae

Adams

 

La última semana ha sido una reverenda mierda.

Perdí a mi mejor amiga, a mi rey y por un buen tiempo pensé haber perdido también a la única chica que realmente me ha gustado en los últimos dos siglos. Por eso, verla ahora con los ojos abiertos, respirando con normalidad, aferrada a mis brazos, me provoca un alivio inexplicable.

Beso su cabeza una y otra vez intentando calmar los espasmos de su cuerpo, su llanto silencioso, pero devastador que me llega al alma; sin embargo, ese momento de alivio, de agradecimiento, de tranquilidad, de consuelo, a penas dura unos segundos porque un grito ensordecedor se extiende en la habitación.

La chica de ojos lilas está arrodillada en el suelo, con sus bonitas facciones distorsionadas por el dolor y arañando su espalda con movimientos desesperados.

—¡Saaam! —lo llama pero él parece tan sorprendido que no consigue reaccionar.

Sus ojos están abiertos de par en par, incluso me atrevería a decir que está asustado. La chica vuelve a gritar su nombre mientras se retuerce en el piso por el dolor.

Sin esperármelo, Sharon se libera de mis brazos y baja de la cama hasta donde está la chica, Isabel  y Alysson se le unen y juntas intentan descubrir qué le sucede.

—¡Saaam! —Vuelve a llamarlo con más fuerza aun y esta vez reacciona—. Quítamelo. Quítalo. Me duele —dice con voz baja, casi sin fuerzas, mientras las lágrimas corren por sus mejillas sin control.

—En la espalda —les indico acercándome a ellos al ver cómo continúa jalando la bata desde atrás.

Sus quejidos de dolor son agonizantes, su frente está peraleda por el sudor, tiene la respiración acelerada y los ojos entrecerrados como si estuviese a punto de caer en la inconsciencia.

Sam raja la bata desde atrás mientras yo la sostengo para que no se mueva tanto.

¿Qué carajos es eso?

Miro a mi hermano quien me devuelve la mirada con rictus preocupado.

¿Quién demonios es esta chica?

En su espalda baja hay una especie de semilla como si de un tatuaje se tratara, pero eso no es lo raro, sino, que de ella están saliendo lo que creo yo, son raíces extendiéndose hacia abajo, hasta donde su ropa interior no nos permite ver más.

—¿Qué es eso? —pregunta Isabel exteriorizando nuestros pensamientos.

Nick, Sacarías y Lucio también se acercan mientras la chica sigue agonizando. El brujo se arrodilla junto a nosotros y poniendo la mano encima del tatuaje, por llamarlo de alguna manera, cierra los ojos.

—No es magia… al menos no una que haya visto antes.

Otro grito de dolor atronador se escapa de la chica y a mí se me eriza la piel. Sam pasa sus dedos por la zona como si con ese gesto pudiera borrar el dibujo, pero las raíces, que comienzan a salir finas de la semilla, se hacen más gordas y largas con el paso de los segundos.

El cuerpo de la chica se convulsiona y sus dos corazones laten a un ritmo para nada normal.

—¡Saaam! —grita y veo cómo el mencionado parece querer morirse por no saber qué hacer—. Quítamelo, por favor, a… ayúdame.

—Apártense —ordena el vampiro, cruza un brazo por debajo de sus rodillas y el otro por su cabeza y la eleva en el aire. Se dirige a la cama y la sienta en sus piernas.

La chica envuelve sus brazos alrededor del cuello de su protector y él la abraza en un vano intento de consuelo y yo no puedo evitar pensar en lo raro que se ve él, con toda la fortaleza que lo caracteriza, acariciando tan delicadamente el cabello de la chica.

Besa su frente una y otra vez mientras murmura que todo estará bien, que ya pasará, que debe resistir y por algún motivo, ese gesto me parece demasiado íntimo y que todos estamos aquí estorbando.

Parece que no soy el único en pensarlo, porque el resto de los presentes, aunque se les nota la preocupación, concentran su atención en cualquier cosa menos en la pareja sentada en la cama.

Abrazo a Sharon con fuerza sintiendo la calidez de su cuerpo al que me he acostumbrado a una velocidad increíble, mientras al fondo continúan escuchándose los lamentos de la chica que, por suerte, poco a poco disminuyen.
Sharon se separa de mí y se acerca a ellos.

—¿Está consiente? —le pregunta a Sam, ella tiene los ojos cerrados.

—Está viva, es lo único que sé.

El lobo, se levanta de su lugar cerca de la puerta y… espera… ¿Qué carajos hacía mientras la chica sufría de esa forma?

Bueno, como decía, el lobo se acerca a la cama y se sube a ella. Sharon se aparta de su camino, pero Sam le enseña sus colmillos. El color rojo de sus ojos me dice que está enojado y por lo general, eso no es bueno.

El lobo le gruñe y el vampiro aprieta más a la chica a su cuerpo.

—Dice que solo quiere revisarla —traduzco.

—¿Ahora? ¿Después de que no hizo nada mientras se retorcía de dolor?

—Dice que no podía hacer nada —digo luego de otro gruñido por parte del animal—. Que eso debía suceder, que es parte de su naturaleza y… Espera… ¿Qué demonios es ella?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.