La bella emperatriz Wen-Liu tenía ya nueve meses de embarazo en el pueblo más grande del país donde vivía. Ahí mismo se encontraba el emperador, viendo desde su balcón aquella linda vista de su querido pueblo Ivirkoep, el cual en el idioma y su traducción a otros se pronunciaba Virali.
Virali era el pueblo más grande del país que se encontraba en el medio. Era enemigo de muchos pueblos, entre ellos el Valle Fantasma, pero existía un día del año donde todos se reunían, pero ese día aún no llegaba.
El emperador observaba aquel hermoso paisaje y se decía en su mente: "Algún día este pueblo y los demás serán de uno de mis hijos". En eso alguien tocó su hombro; el emperador volteó a ver y era la dama de la emperatriz.
—Su señor emperador, la emperatriz, su esposa, está a punto de tener a su querido segundo hijo o hija.
Al escuchar esas palabras, el corazón del emperador empezó a latir: su segundo hijo estaba en camino. Este agarró sus vestidos y corrió; la dama quedó atrás y, al ver esto, corrió detrás de él.
—Esperé —gritaba la dama mientras corría, agarrando sus vestidos; de igual manera al emperador.
—¿Dónde está mi bebé? —dijo el emperador, tratando de abrir los aposentos de la emperatriz.
—Señor emperador, aún no puede entrar; aun la emperatriz se encuentra en labor de parto —le dijo la dama mientras respiraba hondo e inhalaba fuerte, tratando de agarrar aire de nuevo.
***
En el Valle Fantasma se encontraba el líder de la quinta generación; este se hacía llamar Líder Fantasma o Fantasma Mayor. Este tenía en su cuello un collar, el cual era azul, un azul apagado. Se supone que ese collar era parte de uno de los fragmentos más poderosos, pero al parecer todo era mentira. En eso, el fragmento brilló.
—Líder, su collar está brillando de nuevo —le dijo uno de sus perros fantasma mientras señalaba el cuello del mayor.
—Eh —respondió el líder, mirando el collar; al verlo, saltó de alegría—. Ha sido elegido un nuevo heredero para el fragmento del fénix e iré a conseguirlo.
Una tropa de fantasmas, de apodo no literal, se alistó para ir a Virali a conseguir el fragmento más poderoso, el del fénix.
***
El emperador seguía afuera esperando el nacimiento de su hijo o hija; al lado se encontraba la dama de la emperatriz. En eso, las puertas del aposento se abrieron de dos en dos y salieron las parteras mientras daban una reverencia y se iban.
—Ya nació —dijo el emperador, agarrando la mano de una de las parteras, la más joven, la que se había quedado atrás.
—Sí, señor —dijo la partera, apartando la mano del emperador y marchándose.
La dama estaba a punto de hablar cuando el emperador entró a la fuerza y vio a su linda esposa acostada y en sus brazos sosteniendo un pequeño bulto con trapos blancos, rojos y color dorado.
—Es mi hijo —dijo el emperador, mirando con amor a la bella emperatriz.
—Sí, y es niño —dijo la emperatriz sonriendo de oreja a oreja mientras miraba a aquel bebé y ponía su mano para que este agarrara su dedo.
—En serio —dijo el emperador con lágrimas en los ojos. Poco a poco se acercó y miró a aquel bebé. El bebé se encontraba con los ojos cerrados, no tenía cabello y sus mejillas eran rojas como las de la emperatriz.
—¿Cómo lo llamaremos? —dijo la emperatriz, pero la cara del emperador había cambiado de felicidad a tragedia.
—¿Qué es eso? —dijo señalando el cuello de su hijo.
—¿Qué cosa? —dijo la emperatriz, mirando a su hijo; en eso exclamó—: ¡Por Dios, ¡ese no es!
—El fragmento del fénix —dijo la dama, viendo una luz roja salir del cuello del bebé.
—No puede ser; si este es el fragmento, el líder de los fantasmas lo sabrá en poco tiempo y no dudará en seguir la dirección del fragmento —dijo la emperatriz mientras miraba al emperador con ojos llorosos.
—No lo permitiré, tienes —sin terminar de hablar, la campana de guerra sonó.
—Ya están afuera —dijo la dama mientras se apartaba de la entrada.
—Mi vida —le dijo el emperador a la emperatriz—, tienes que huir tú, el bebé y la dama.
—Pero, amor —dijo la emperatriz tratando de levantarse con el bebé en brazos—, no puedo dejarte, somos pareja; además, el líder me encontrará, quieras o no.
—¿Cómo se enteró de que aquí está el heredero? —dijo la dama.
—Emperatriz, mientras él sea un bebé —dijo el emperador—, el líder lo encontrará en cualquier lugar. Tienes razón, pero es mejor que huyas a que nos arrebaten a nuestro único hijo.
La emperatriz empezó a llorar. —¿Y qué pasa si mueres? Si el líder vino aquí, es porque su fragmento está brillando nuevamente; es mejor que vayamos juntos.
—Mi vida, desde que te conozco, supe que serías la luz de mis ojos, pero...
—Pero qué...
—Ocupamos una distracción y yo prometí protegerte a ti de todo mal.
El emperador se acercó a la emperatriz con lágrimas corriéndole la cara y le dio un beso de despedida. El beso fue salado y a la vez dulce; el corazón de los dos latía más fuerte que nunca. El bebé empezó a llorar y en eso se escuchó el grito de un hombre afuera.
—Entregadme al bebé.
El emperador soltó los labios rosados de su esposa y desenvainó su espada; miró a la dama con lágrimas, después a su hijo, y avanzó afuera mientras se secaba las lágrimas con sus manos sudadas.
—No te lo daré.
—Emperador, cuánto tiempo —dijo el líder mientras sonreía.