Más Allá de la Amistad

Capítulo 3 Partido de Baloncesto

Zeynep Keller

La semana había pasado más rápido de lo normal, tanto que ya era viernes, lo que significaba el partido de los chicos.

La invitación me emocionaba; normalmente, solo vengo a clases y me voy a casa. Los fines de semana, al menos, convivo con mi equipo de voleibol.

En la universidad hay muchos equipos deportivos: algunos entrenan entre semana, otros, como el mío, los fines de semana.

—¡Por fin se acabaron las clases! —dijo Sander, saliendo del salón con una sonrisa enorme.

—Lo dices porque estás emocionado por el partido —comentó Marcus, sosteniendo su chaqueta del equipo de baloncesto.

—Claro, ¡y además tendremos a una animadora en las gradas! ¿No es así, Zeynep? —dijo Sander, mirándome con picardía.

—No es para tanto. Seguro tendrán más animadoras; ustedes son de los más populares del equipo —respondí, empezando a caminar hacia el gimnasio de ODTÜ donde se jugaría el partido contra el equipo rival.

—No me importa, con que estés tú como nuestra amiga me basta —dijo Rayan, rompiendo su silencio. En clase apenas me había saludado, lo cual me pareció extraño. Pensé que quizás lo había molestado, pero tal vez solo estaba imaginando lo peor. Esta semana me había acostumbrado a charlar con él en los descansos. Verlo practicar sin que se diera cuenta era especial. Cómo encestaba el balón, cómo su piel morena brillaba por el sudor. Espero que sean las hormonas, pensé, y no que esté empezando a sentir algo por él con tan poco tiempo.

Al llegar al gimnasio, los chicos se fueron a los vestidores a cambiarse, y yo busqué un lugar en las gradas.

—¿Zeynep? ¿Qué haces aquí? —preguntó Madison, una compañera del equipo de voleibol. Hablamos a veces en los descansos, pero no he sido muy abierta con ella. Tal vez no estaría mal intentar ser más amigable y dejar la timidez atrás.

—Me invitaron a ver el partido. ¿Y tú? —respondí.

—Vine a alentar a mi hermano.

—¿Tienes un hermano en el equipo? ¿Cómo se llama? Si no te molesta, claro.

—Para nada. Se llama Rayan.

—¿Rayan? ¿Rayan Harrington? —pregunté, sorprendida.

—Sí. ¿Por qué? —dijo ella, frunciendo el ceño.

—Es mi compañero de clase. Él y sus amigos me invitaron.

—¡Qué pequeño es el mundo! —dijo Madison, sonriendo mientras tomaba un sorbo de su batido.

Charlamos un rato hasta que las luces se apagaron, señal de que el partido iba a empezar. Estaba nerviosa; nunca había venido a animar a chicos, y menos a un grupo de amigos. Era una sensación bonita, como pertenecer a algo. Salí de mis pensamientos cuando anunciaron a nuestro equipo de baloncesto.

El partido comenzó, pero Rayan, desde la cancha, buscaba algo en las gradas. Cuando me encontró, le sonreí, y él pareció olvidar todas las jugadas que había practicado. Ese cruce de miradas, aunque breve, hizo que mi corazón latiera más rápido. Él, como capitán, tuvo que concentrarse en el juego.

El marcador subía para ambos equipos, pero al final, todo dependía de un punto. Rayan tenía el balón. Antes de lanzar, miró hacia las gradas, hacia mí, y sentí que esa canasta era para mí. El balón tocó el aro y entró, dándole la victoria al equipo. El gimnasio estalló en aplausos y gritos.

—¡No lo puedo creer! —dijo Madison, saltando y abrazándome.

—¡Ganamos! Sabía que lo harían, son muy buenos —dije, sonriendo.

—No hablo del triunfo. ¡Mi hermano te dedicó la canasta! —dijo con una mirada pícara.

—Estás exagerando. Solo miró al público porque sabía que ganaríamos —respondí, aunque sí sentí que me miró solo a mí, como si fuera la única en el gimnasio.

—No, Zeynep. Te miró a ti antes de encestar. Eso, en baloncesto, es dedicar la canasta.

No podía creer que Rayan lo hubiera hecho, pero no quería ilusionarme. Somos amigos, nada más, me dije, aunque una parte de mí no podía ignorar esa mirada.

Mientras, Rayan celebraba con el equipo, pero no dejaba de pensar en lo que había hecho. No se arrepentía de dedicar la canasta a Zeynep, pero no sabía si lo hizo por amistad o por algo más.

—Ahora que estamos solos, dinos la verdad —dijo Sander, cruzado de brazos, en un rincón cerca de los vestidores.

—No sé de qué hablas —respondió Rayan, esquivando la mirada.

—No te hagas, Rayan —dijo Marcus, molesto—. Sabes de qué hablamos.

—Está bien, no lo pensé, solo pasó. Sí, le dediqué la canasta a Zeynep.

—¿Entonces te gusta? —preguntó Sander, sonriendo.

—No estoy seguro. Pasamos tanto tiempo juntos que no sé si la quiero como amiga o… algo más —admitió Rayan.

—Eres un caso, amigo. Creo que te gusta, pero temes arruinar la amistad —dijo Marcus, acertando de lleno.

—No niego que me atrae, desde su físico hasta su forma de ser. Aunque es tímida, me da curiosidad conocerla más —confesó Rayan.

—Estás en negación, amigo —dijo Sander, poniendo una mano en su hombro—. Pero ten cuidado con ilusionar a Zeynep. No la lastimes, ¿entendido?

—Sí, Marcus. Es lo último que quiero —respondió Rayan.

En las gradas, Zeynep esperaba para felicitar a los chicos. Al verlos salir, corrió hacia ellos y abrazó a Rayan primero.

—¡Felicidades! —dijo, emocionada. Rayan la abrazó por la cintura, sintiendo su calidez.

—¡Me siento excluido! —bromeó Sander, mientras Marcus sonreía.

—No se preocupen, todos merecen un abrazo —dijo Zeynep, abrazándolos también.

—Gracias por las felicitaciones. ¿Nos acompañas a celebrar? —preguntó Rayan, nervioso por el abrazo, pero encantado con su entusiasmo genuino.

—Claro, aunque no puedo quedarme mucho. Mañana tengo práctica de voleibol —respondió Zeynep.

—¿Tú juegas? —preguntó Marcus, sorprendido.

—Sí —dijo ella, caminando hacia la salida del gimnasio.

Rayan no podía dejar de pensar en lo bonita que se veía con sus trenzas rojizas y cómo se sintió su abrazo. La sostuvo por la cintura casi sin pensarlo.

—Oye, hoy descubrí que soy compañera de equipo de tu hermana, Rayan —dijo Zeynep, emocionada, sacándolo de sus pensamientos. Llevaba su chaqueta del equipo de baloncesto, que combinaba con su boina francesa negra, se la prestó ya que hacía mucho frío y ella no trajo algo con que abrigarse.




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