Más Allá de la Amistad

Capítulo 8 Los Harrington

Me quedé viendo cómo abría el portón pequeño de su casa, con el corazón latiendo como si hubiera corrido una maratón. Pero en lugar de girar hacia mi dormitorio, tomé una decisión impulsiva. No podía ir a mi habitación y quedarme dando vueltas en la cama, torturándome con lo que debería haber dicho. Necesitaba claridad, y solo había un lugar donde podía encontrarla: la casa de mis padres. Sin pensarlo demasiado, puse el coche en marcha y tomé la carretera hacia el barrio donde se ubica mi antiguo hogar.

Mi mente estaba demasiado ocupada repasando cada momento con Zeynep, cada palabra que debería haber dicho y no dije. Cuando llegué, el aire fresco me recibió, y por un momento, sentí que podía respirar de nuevo. Una mezcla acogedora de dos mundos: la calidez turca de mi madre y la precisión británica de mi padre.

Cuando crucé la puerta, el aroma del börek recién horneado y el té negro hirviendo en la tetera me golpeó de lleno. Mi madre, Aylin Yilmaz una morena turca con unos hermosos ojos miel y cabello castaño rizado, me recibió con un abrazo que casi me asfixia.

—Rayan, oğlum! —dijo, con ese tono que siempre me hacía sentir como si tuviera diez años otra vez—. ¡Por fin vienes a vernos! ¿Por qué no avisaste?

Hijo mío!

—Fue algo espontáneo —respondí, sonriendo mientras me libraba de su abrazo para mirar a mi padre, James, que estaba sentado en el sofá con un libro en la mano y una taza de té perfectamente preparada.

—Spontáneo, dice —bromeó mi padre James Harrintong, con su acento británico impecable, un hombre con ojos celestes y cabello rubio—. Eso suena a que algo te tiene con la cabeza en las nubes, hijo. ¿Qué pasó?

—Yo te diré baba, mi hermanito querido anda confundiendo a mi amiga Zeynep; así que me imagino que estuviste con ella hoy después del entrenamiento—dijo mi hermana con un börek en la mano. Mi padre en cambio me dio una mirada tan enojada que quise salir corriendo, por otro lado mi madre me pegó en la cabeza por escuchar la razón de mi visita.

Me dejé caer en el sillón frente a ellos, sintiendo el peso de la situación. Mi madre se sentó a mi lado, claramente intrigada.

—Anne, baba… —empecé, alternando entre turco e inglés, como siempre hacíamos en casa—. Admito que la cagué. Con Zeynep.

Mi madre alzó una ceja, su mirada afilada como siempre.

—Anlat bakalım, Rayan. Ne yaptın bu sefer? —preguntó, cruzando los brazos. Su tono era una mezcla de curiosidad y esa autoridad maternal que siempre me hacía confesar todo.

Cuéntame, Rayan. ¿Qué has hecho esta vez?

Suspiré, pasándome una mano por el pelo.

—Se llama Zeynep como dijo mi hermana. Es increíble. Inteligente, divertida, auténtica. Pero le dije que solo quería ser su amigo y ahora no sé cómo retractarme sin parecer un idiota.

Mi padre soltó una risa baja.

—Oh, Rayan, you’ve gone and put your foot in it, haven’t you? —dijo, con ese tono sarcástico que solo un padre británico puede dominar—. ¿Por qué demonios le dirías que solo quieres ser su amigo sí está claro que te gusta?

Oh, Rayan, has metido la pata, ¿verdad?

—No lo sé, baba —admití, frustrado—. Tenía miedo, supongo. Miedo de que me lastimaran, de que no funcionara. Pero ahora no puedo dejar de pensar en ella. Y me dijo que nunca ha tenido novio, y yo… no sé, sentí que era una señal.

Mi madre chasqueó la lengua, un gesto muy suyo cuando estaba a punto de soltar una verdad incómoda.

—Rayan, aşk korkaklar için değil —dijo, su voz firme pero cariñosa—. Si esta chica, Zeynep, te gusta de verdad, no puedes esconderte detrás de palabras como ‘amigos’. La vida es corta, oğlum. Si no hablas con el corazón, te arrepentirás.

Rayan, el amor no es para los cobardes

—Your mother 's right, you know —añadió mi padre, tomando un sorbo de té—. No puedes quedarte ahí sentado analizando todo como si fueras un maldito filósofo. Si te gusta, díselo. Sé sincero. En el peor de los casos, te dirá que no y tú seguirás adelante. En el mejor de los casos... bueno, puede que consigas a la chica.

Tu madre tiene razón, ¿sabes?

Me quedé en silencio, absorbiendo sus palabras. Mi madre me dio una palmada en el brazo, sonriendo.

—Hadi, Rayan. Sen cesur bir adamsın. Ve y dile la verdad a esa chica. Pero primero come un poco de börek, ¡estás muy delgado!

Vamos, Rayan. Eres un hombre valiente.

Reí, a pesar de todo, mientras ella empujaba un plato de börek hacia mí. La mezcla de sus consejos —la pasión directa de mi madre y la sabiduría de mi padre— me dio algo de claridad. Tenían razón. No podía seguir escondiéndome. Zeynep valía el riesgo.

Esa noche, mientras me acostaba en mi vieja habitación, tomé una decisión. Hablaría con Zeynep, que no quería ser solo su amigo. Que la quería en mi vida, de verdad. Por suerte mi hermana no dijo más nada solo se quedó escuchando la conversación.




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