Más Allá de la Amistad

Capítulo 9 Cine y Roces

Zeynep Keller

Cuando se acabó el fin de semana debía regresar al campus para mis clases, salí de casa temprano para llegar a mi dormitorio y alistarme, arreglé mi mochila con un cuaderno, lápices y mi laptop. Al llegar al salón solo estaban algunos compañeros, sin embargo con el paso del tiempo llegaron más hasta que vi a Rayan entrar con Sander y Marcus. Cuando me vieron se acercaron donde estoy y se sentaron cerca de mi, como es costumbre él ocupó el asiento a lado mío.

—Bueno estudiantes hoy vamos a trabajar en grupo de 4 integrantes, realizarán un laboratorio simulado en la laptop de alguno de sus compañeros que luego presentarán como nota.

—Perfecto nos salvamos que nuestra bella Zeynep tiene laptop porque a nosotros se nos olvido no es así Marcus—dijo Sander mientras le pega a Marcus en la cabeza y le quita la gorra para ponérsela él.

—Hey juro que la tenía en el auto, pero pues no está bien feliz en la mesa de mi cuarto o eso me dijo mi mamá—dijo Marcus recordando su conversación.

—Tranquilos como siempre yo al rescate, vamos a ver este taller y sacaremos buena nota; no es así Rayan—dije viendo que estaba distraído.

—Claro como tu digas—dijo poniendo una mano en mi muslo sin que los demás supieran, eso me puso muy nerviosa porque en ningún momento la quitó tanto que cuando terminamos el taller la profesora vio lo que estábamos realizando y nos evaluó, sin embargo no pasó de desapercibida la mano de Rayan en mi muslo para ella, para mi alivio no dijo nada. En cambio sacamos la nota más alta que es 100.

Después de la clase, la profesora nos felicitó por el trabajo en equipo y nos dio una sonrisa cómplice que me hizo sonrojar. Rayan, como si nada, retiró su mano de mi muslo con una calma que contrastaba con los latidos acelerados de mi corazón. Sander y Marcus, ajenos a todo, celebraban la nota perfecta con palmadas y bromas.

—Zeynep, eres nuestra salvación oficial —dijo Sander, todavía con la gorra de Marcus en la cabeza, girándola hacia atrás con un gesto exagerado.

—Oye, devuélveme eso, ladrón —respondió Marcus, intentando recuperar su gorra mientras Sander se la quitaba de un salto.

Rayan, en cambio, no dijo mucho. Solo me miró de reojo, con esa sonrisa suya que siempre parecía esconder algo más. Guardé mi laptop en la mochila, tratando de ignorar el calor que todavía sentía en la pierna donde había estado su mano.

—¿Qué tal si celebramos la nota con un café? —propuso Marcus, finalmente recuperando su gorra tras un breve forcejeo con Sander.

—Buena idea, pero yo invito —dijo Rayan, poniéndose de pie y colgándose su mochila al hombro. Su tono era casual, pero sus ojos se detuvieron en mí un segundo más de lo necesario.

Caminamos hacia la cafetería del campus, que estaba llena de estudiantes charlando y riendo. Nos sentamos en una mesa al fondo, cerca de una ventana con vista al césped. Mientras Sander y Marcus discutían sobre qué tipo de café era mejor, Rayan se inclinó hacia mí y murmuró:

—¿Te puse nerviosa antes?

Tragué saliva, fingiendo mirar a la ventana.

—No sé de qué hablas —respondí, intentando sonar despreocupada, pero mi voz me traicionó con un leve temblor.

Él soltó una risa baja, apenas audible, y se recostó en su silla, satisfecho con mi reacción. Antes de que pudiera responderle, Sander interrumpió:

—¡Oye, Zeynep, dinos la verdad! ¿Cómo haces para ser tan organizada? Nosotros somos un desastre y tú siempre nos salvas.

Sonreí, agradecida por el cambio de tema.

—Alguien tiene que mantenerlos en línea —bromeé, mientras Marcus asentía con fingida seriedad.

El resto de la tarde pasó entre risas, café y las bromas tontas de Sander, que no paraba de intentar robarle la gorra a Marcus otra vez. Pero, aunque intentaba concentrarme en la conversación, no podía evitar sentir la mirada de Rayan de vez en cuando, como si estuviera esperando el momento perfecto para volver a descolocarme.

Cuando salimos de la cafetería, el sol ya estaba bajando, tiñendo el cielo de tonos anaranjados.

—¿Vienes con nosotros al cine esta noche? —preguntó Marcus, mientras caminábamos hacia el estacionamiento.

—Tengo que revisar unas cosas —respondí, aunque en realidad sólo necesitaba un momento para ordenar mis pensamientos después de un día tan intenso.

Rayan se acercó mientras los otros se adelantaron.

—Avísame si cambias de opinión —dijo en voz baja, con esa intensidad en su mirada que me hacía difícil pensar con claridad.

Asentí, sin prometer nada, y me despedí con un gesto antes de dirigirme a mi dormitorio. Mientras caminaba sola por el campus, no podía dejar de pensar en su mano en mi muslo, en su risa, en esa forma suya de hacerme sentir que cada momento con él era un juego en el que yo no sabía todas las reglas.

¿Qué estaba pasando entre nosotros? Y, más importante, ¿estaba lista para descubrirlo?

Esa noche, en la soledad de mi dormitorio, las preguntas seguían dando vueltas en mi cabeza como un carrusel sin fin. ¿Qué estaba pasando entre nosotros? La forma en que Rayan me miraba, la calidez de su mano en mi muslo, esa risa baja que parecía reservar solo para mí… todo era confuso y, al mismo tiempo, emocionante. Pero también aterrador. ¿Estaba lista para descubrirlo? No estaba segura.

Me tiré en la cama, mirando el techo, con mi laptop abierta a un lado, aunque no tenía ánimos de estudiar. Saqué mi teléfono y vi un mensaje de Rayan: “Si cambias de opinión, estamos en el cine de la plaza. Sala 3.” Mi corazón dio un pequeño salto. No había mencionado el cine desde que nos despedimos, pero ahí estaba, insistiendo sin insistir, como si supiera que no podía resistirme por mucho tiempo.

Me levanté y me miré en el espejo. Mi cabello estaba un poco desordenado, y mis ojeras delataban las noches en vela pensando en tareas… y en él. ¿Iba a ir? Una parte de mí quería quedarse en la seguridad de mi cuarto, pero otra, más fuerte, me empujaba a salir. Me puse una sudadera, agarré una cartera y salí antes de que pudiera arrepentirme.




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