Rayan Harrington
El aula donde estamos dando clase de Estructura de Datos 2 estaba llena de un murmullo constante, mezclado con el clic de los teclados y el roce de los lápices. Zeynep y yo estábamos sentados juntos, tan cerca que podía sentir el calor de su brazo contra el mío mientras intentábamos seguirle el paso al profesor.
En la pizarra digital, un diagrama de un árbol binario giraba lentamente, con flechas señalando nodos padres e hijos, mientras el profesor explicaba cómo implementar herencia y grafos en Java. Las palabras "clase base", "herencia múltiple" y "recorridos en profundidad" flotaban en el aire, pero mi cabeza estaba en otro lado, atrapada en la cercanía de Zeynep.
Ella garabateaba notas rápidas en su cuaderno, frunciendo el ceño cada vez que el profesor mencionaba un nuevo concepto. Yo intentaba concentrarme, pero sus pequeños gestos —la forma en que jugaba con el lápiz entre los dedos— eran una distracción imposible de ignorar.
—¿Esto de los grafos dirigidos tiene sentido para ti? —susurró Zeynep, inclinándose hacia mí. Su voz, baja y cercana, hizo que mi pulso se acelerara y por un segundo olvidé qué era Java.
—Más o menos —mentí, rascándome la nuca—. Creo que me perdí en el recorrido.
Ella soltó una risita suave, y juro que el aula se volvió un poco más brillante. Pero antes de que pudiera decir algo más, el profesor se detuvo y la señaló con una sonrisa.
—Zeynep, ¿sabías que el código que usamos hoy para simular un grafo en la máquina expendedora es muy similar? —dijo—. Solo que tu lo hiciste con el lenguaje de programación C++. Debes cambiar algunas cosas para que funcione, despues te explico ¿está bien?
Zeynep aceptó la ayuda solo que dejó caer la cabeza sobre la mesa con un gemido dramático.
—Madrugué por nada —murmuró, su voz cargada de frustración.
No pude evitar reír. Sin pensarlo, me incliné y me tiré encima de ella en un abrazo torpe, como si pudiera absorber su derrota.
—Vamos, eres la mejor en programación lograrás entender —dije, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba bajo el mío por un instante.
Desde los asientos traseros, Marcus y Sander intercambiaron una mirada traviesa.
—¡Vivan los novios! —susurraron al unísono, lo bastante alto para que yo los oyera, pero lo bastante bajo para que Zeynep, aún hundida en su cuaderno, no notara nada. Les lancé una mirada fulminante por encima del hombro, pero ellos solo sonrieron más, claramente disfrutando de mi incomodidad.
Intenté volver a concentrarme en la lección, pero mis ojos buscaban a Zeynep cada pocos minutos. Tomaba apuntes a toda velocidad, con el ceño fruncido, y de vez en cuando hacía girar el lápiz entre sus dedos. Cada movimiento suyo era como un imán.
—¿Me prestas un bolígrafo? —susurró de pronto, girándose hacia mí. Su rostro estaba tan cerca que pude ver esos hermosos ojos azules.
—Claro —dije, pasándole el mío con dedos torpes. Nuestras manos se rozaron por un segundo, un contacto fugaz que me hizo sentir como si el mundo se detuviera.
—Gracias —murmuró, con una pequeña sonrisa que me desarmó por completo.
El profesor seguía hablando sobre la implementación de grafos dirigidos en Java, pero yo apenas escuchaba.La clase terminó, y mientras recogemos nuestras cosas, Zeynep me alcanzó en el pasillo.
—Oye, ¿vas al entrenamiento hoy? —preguntó, ajustándose la mochila al hombro.
—Sí, claro. ¿Tú también? —respondí, tratando de sonar casual.
—Sí —dijo con una sonrisa.
Reí, pero algo dentro de mí dolía. Su tono era ligero, amistoso, pero había una distancia en sus palabras, como si marcara una línea invisible que yo no sabía cómo cruzar. Caminamos juntos hacia la salida, con el sol de la tarde bañando el campus en tonos dorados.
—Zeynep… —dije sin pensar, deteniéndome. Ella se giró, sus ojos fijos en los míos, esperando. Las palabras “me gustas” quemaban en mi garganta, pero mi valentía se esfumó.
—Nada, que te cuides —solté, odiándome por ser tan cobarde.
Ella asintió, con una sonrisa suave que no revelaba nada, y siguió caminando entre la multitud de estudiantes. Su cabello pelirrojo se movía al ritmo del viento, y me quedé viéndola hasta que desapareció entre la gente. A veces, la amistad es solo un disfraz para el amor que no nos atrevemos a confesar. Y mientras ella se alejaba, supe que ese disfraz ya quería quitármelo.
Uy ya Rayan no aguanta más esconder su amor por Zeynep, espero que ya pueden confesar sus sentimientos; ya estoy como Marcus y Sander jajaja. No olviden agregarlo a su biblioteca y a seguirme en mis redes
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