Más Allá de la Amistad

Capítulo 17 Regalo sorpresa

Zeynep Keller

Pasaron los días hasta el más esperado: el día de mi cumpleaños llegó y me sentía muy feliz. Cuando me levanté de la cama, escuché mi celular sonando. Seguro era una llamada de mis padres. Con el teléfono en la mano, vi que efectivamente eran ellos.

—Günaydın —dijeron mis padres al mismo tiempo—. Mutlu yıllar küçük kızım.

(Buenos días. Feliz cumpleaños, pequeña).

—Günaydın, teşekkürler baba ve anne.

(Buenos días, gracias papá y mamá).

—Espero que tengas un lindo día —dijo mi madre con dulzura en la voz—. Y no se te olvide la cena de esta noche —añadió mi papá.

—No se preocupen, ahí estaré.

Después de colgar, me arreglé para ir a la universidad. Al llegar al salón, vi a Sander levantarse de su asiento y correr hacia mí. Me alzó en el aire y me hizo girar.

—¡Mutlu yıllar, Zeynep! —dijo en turco mientras seguía sosteniéndome.

—¡Teşekkürler! Pero… ¿cómo te enteraste de que hoy es mi cumpleaños?

—Madison nos lo dijo a Marcus y a mí —respondió cuando por fin puso mis pies en el suelo.

—Interesante… ¡Oh! —exclamé al notar que alguien me tapaba los ojos.

—Mutlu yıllar —escuché en turco. Por la voz, supe que era Marcus.

—¿Marcus? —pregunté todavía con los ojos cubiertos.

—El mismo —dijo quitándome las manos.

—Gracias a los dos —les dije sonriendo mientras los miraba.

—De nada. Por cierto… —Sander sacó algo de su bolsillo—. Ten, tu regalo.

—¡Ay, qué lindo! Gracias —respondí al tomar una cajita pequeña. Dentro había un collar con un dije en forma de balón de voleibol.

—Yo te traje un chocolate —dijo Marcus entregándomelo.

—Gracias… Es inesperado que sean tan cariñosos conmigo.

—Tonterías, eres nuestra amiga y, además, la única mujer del grupo, así que te lo mereces —dijo Sander sonriendo.

—Hola, ¿y por qué le dan regalos a ella? —se oyó la voz de Elif detrás de nosotros.

—Porque es su cumpleaños —respondió Marcus, mirándola con cara de fastidio. Al parecer, Rayan no era el único al que le caía mal.

—Ah, entiendo. Feliz cumpleaños, Zeynep —dijo Elif con una sonrisa forzada y se acercó a darme un abrazo que devolví algo incómoda.

Cuando terminaron las felicitaciones, llegó la profesora. Me sorprendió que Rayan todavía no apareciera. El tiempo pasaba y no había señal de él; empecé a preocuparme, pensando que quizás le había pasado algo. Sin embargo, su voz me sacó de mis pensamientos.

—Buenos días, profesora. Lamento la demora, tuve un inconveniente —dijo Rayan desde la puerta.

—Otra vez llegando tarde, Harrington. Bueno, tome asiento y preste atención.

—Está bien —respondió mientras entraba. Al pasar junto a mi asiento, susurró apenas se sentó—: Mutlu yıllar, güzelim.

(Feliz cumpleaños, bonita).

Le devolví una sonrisa de agradecimiento; era mejor no hablar mucho para no enfadar a la profesora.

Al parecer Elif también lo oyó, porque se la veía molesta. A mí no me importaba: Rayan ya me había dejado claro que ella no le interesaba en absoluto.

En el recreo nos sentamos a comer tranquilos hasta que Sander rompió el silencio:

—Dinos, Rayan, ¿dónde está el regalo de Zeynep?

Yo estaba tomando un batido de melocotón y casi me ahogo con el sorbo. Rayan solo sonrió ante el comentario. La situación me hizo sonrojar de vergüenza. ¡Primero casi me ahogo y ahora esto! ¿Qué seguía, tropezarme y caerme de cara?

—Tranquilos, mi regalo no lo dejan entrar aquí —dijo Rayan con una sonrisa pícara mientras me miraba. Volví a sonrojarme.

—Uhhh, interesante —comentó Marcus observando la escena.

El día transcurrió hasta que terminó la jornada. Al salir del edificio de la facultad, vi que Rayan se adelantaba y nos dejaba atrás, lo cual me pareció raro.

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Rayan Harrington

Me adelanté hasta la entrada para recoger el regalo de Zeynep. Le había pedido a Madison que lo buscara en mi dormitorio y ella, encantada, lo hizo. Según ella, haría cualquier cosa por su futura cuñada.

—¿Lo trajiste? —le pregunté al llegar.

—¡Claro que sí! ¿Crees que te iba a fallar? Le va a encantar, es adorable… aunque fue difícil meterlo en la caja —dijo sosteniendo la caja. Noté que se movía bastante; incluso vi cómo la tapa estaba a punto de levantarse.

—Ya veo —dije poniendo rápidamente la mano encima para que no se escapara. Era muy travieso. Cuando lo vi en el refugio de mascotas supe que era perfecto para ella.

—Gracias, Madison —dije tomando la caja.

—No hay de qué, hermanito. Con permiso, voy a felicitar a Zeynep.

Al girarme, vi que ella ya venía hacia nosotros. Los nervios me atacaron de golpe. Escuché a mi hermana abrazarla y felicitarla.




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