Más allá de un te quiero

LA TUTORÍA

La mañana viste de armoniosos colores: los árboles frondosos, a pesar del aire frío que anuncia la llegada del otoño y cuyas hojas – que caen al suelo con el viento –, se tornan de colores rojo, amarillo y naranja.

Para Isabela es la mejor época del año. Le encanta saltar en las hojas mientras va de camino a la escuela, o simplemente cuando sale al inmenso jardín delantero de su casa. Es algo que le ha gustado desde pequeña y que aún a sus casi dieciocho años no ha podido dejar de hacer.

 

Su mejor amiga Debby, rueda los ojos con expresión divertida cuando la ve saltar del último escalón hasta su auto.

—¡Isabela! – la voz de su madre la hace detenerse poco antes de subirse al auto de su amiga. La mujer se acerca a ella con una sonrisa en sus labios –. Olvidaste tu abrigo, cariño.

—Buenos días señora Morigne —la saluda desde su puesto tras el volante.  

—¿Cómo estás Dabria? —Mira de nuevo a su hija, entregándole el abrigo—. Abróchalo bien cielo, hace mucho frío y no queremos que te pongas enferma.

—Mamá no es para tanto. — la joven no puede evitar poner los ojos en blanco.

—¡No me hagas esos gestos Isabela! — La mujer envía una expresión de advertencia a su hija — ¿Tienes todo para tu ensayo de hoy?

—Sí, mamá. Lo terminé hace días.

—No te olvides de que hoy tienes clases de piano a las cuatro.

—No lo he olvidado.

—Y recuerda pedirle la carta de recomendación a la señora Shaw y hablar con la señorita Gretchen.

—Lo haré mamá. Voy a llegar tarde a clases.

—Oh, cierto. Vete cariño— la mujer deposita un beso en la mejilla de su hija —. Nos vemos en la tarde.

—Hasta luego, señora Morigne.

—Nos vemos Dabria. Conduce con cuidado y usa el cinturón, por amor a Dios.

—Claro, siempre lo olvido. Que despistada soy.

Isabela ahoga una risa mientras ve a su amiga colocarse el cinturón. Sabe que ella odia usarlo porque dice que le arruga la ropa. Cuando su amiga pone el auto en marcha, suelta la carcajada al mirar su gesto de fastidio.

—¿Qué te resulta tan gracioso, que me tenga que colocar ésta estúpida cosa delante de tu mamá, o que me haya llamado Dabria? —pronuncia su nombre apretando los dientes con cierto desdén.

—Ambas cosas  —contesta Issy entre risas.

—¿Por qué lo hace? Sabe que odio que me llamen por mi nombre. Odio mi nombre.

—Es un nombre precioso, te lo he dicho mil veces. Y ya sabes que mamá no tolera los apodos o los diminutivos. Para ella son una falta de respeto.

—No te ofendas, pero para tu mamá, todo es una falta de respeto.

—Isabela no responde, pues no hay nada que pueda decir respecto a eso, ella sabe que su madre es estricta respecto a muchas cosas y extremadamente tradicional para otras. Pero también sabe que no siempre fue así…, no del todo.

—Ya puedes quitártelo, no le diré nada. —agrega en cambio conteniendo nuevamente la risa.

—¿Y ya para qué? Mi atuendo ya está arrugado.

—No sé por qué te preocupas tanto, siempre te ves fabulosa.

Y es cierto, Debby es una chica hermosa, alta y delgada, de cabello rubio, ojos verdes, grandes pechos y curvas estupendas. Muchos de los chicos del instituto están babeados por ella, pero su amiga no les presta atención a ninguno. Algo que admira Isabela de Debby, es su absoluta seguridad ante todo, su confianza y esa forma tan determinada que tiene siempre ante cualquier situación.  

Isabela en cambio considera que es un poco más retraída, tímida y sobretodo, muy insegura para algunas cosas.

—¿Ya le dijiste a tu mamá? —le pregunta Debby cuando toma la primera transversal. Al ver la cara de confusión de Isabela, pone los ojos en blanco—. Sobre el campamento.

—Oh, eso  —se muerde el labio un momento—. Es que ayer estuve estudiando hasta ya muy tarde y…

—Y no le pudiste decir, ya sé. ¡Issy, el campamento éste mes! ¿A qué estás esperando?

—Igualmente sabes que me dirá que no.

—Pues no tendría por qué hacerlo, técnicamente serás mayor de edad para entonces.

—Y técnicamente vivo aún con mis padres. Dependo de ellos así que no tengo demasiadas opciones.

—Pues eso es, pídeselo a tu padre. Él es más comprensible siempre.

—No servirá de mucho.

—Issy, por favor  —Debby detiene el auto en un semáforo y se gira para mirar a su amiga con ojos de cachorrito—. Ya sabes cuánto tiempo llevo esperando éste campamento y no quiero ir si tú no vas.

—¿Es en serio? ¿Quieres que vaya para servirte se sujeta velas con el mala conducta de tu novio?

—¡Ay, claro que no! Y no le digas así a Harry, él es muy divertido, si te dieras la oportunidad de conocerlo mejor, lo sabrías.

—No creo que eso suceda, y menos con la clase de amigos con los que se rodea.

—Si lo dices por Alec, también él es muy divertido.

—Isabela vuelve a permanecer en silencio y mira por la ventana sin agregar nada al respecto mientras el auto vuelve a ponerse en marcha. Ella sabe realmente quién es Alec Hunter, no le hace falta conocerlo mejor ni mucho menos darse cuenta de nada respecto a él pues le basta con lo vivido para saber qué clase de chico es.

—No quiere ir por allí, no quiere pensar en eso que ocurrió hace casi dos años, pues eso la llena de mucha tristeza, hace que se le forme un nudo en la garganta y sus ojos se humedezcan casi al instante.

Un minuto después, Debby detiene el auto en su lugar habitual en el estacionamiento del instituto. Se da un vistazo en el espejo retrovisor, se aplica algo de labial y sale del auto.

Debby lleva puesta una blusa de tirantes, encima un suéter ceñido al cuerpo, abrochado justo hasta donde comienzan sus senos dejando ver un escote un tanto revelador,  un pantalón exageradamente ajustado y unas zapatillas. Su cabello rubio está corto hasta los hombros con algunas hondas en las puntas. Muchos chicos voltean a mirarla cuando pasan por el pasillo en dirección a sus casilleros, es algo a lo que ya está acostumbrada por lo que ni siquiera se inmuta.



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Editado: 06.10.2019

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