Alan corrió hacia la habitación, detuvo la puerta antes que la cerraran. Su rostro denotaba mucha molestia cuando agarró a la joven del brazo. El otro chico estuvo por protestar, pero Sara se le adelantó.
— ¡Qué rayos te pasa! —Se soltó de su agarre y Bastian ya estaba por sujetarlo del cuello.
—Tienes que venir conmigo. —No pensó demasiado, solo debía impedir por todos los medios que ellos dos se encontraran solos en la habitación.
— ¿Para qué?
—Tu hermano me mandó a buscarte, se murió tu tía.
— ¿Cuál tía? —Bajó los hombros influyendo tristeza, enterneciendo su rostro y mostrándose más hermosa que nunca ante él.
—Ah... no lo sé, no conozco a tu familia. —Intentó mantenerse firme en su papel, esquivando sus ojos—. Vamos —volvió a tomarla del brazo, esta vez con más delicadeza.
Caminaban apresurados por el pasillo, dejando al jugador de futbol atrás. Sara tomó su celular y llamó a su hermano. Alan puso una mueca de horror, pero siguió caminando, al menos la había alejado de su enemigo.
—Nico, ¿qué pasó?, ¿cómo fue?, ¿cuándo murió? —Lo interrogó desesperada, buscando respuestas.
— ¿De qué hablas? —preguntó Nicolás, Sara le realizaba extrañas llamadas a veces, pero aquella estaba fuera de esquema.
— ¿Cómo que de qué? Alan me dijo que murió nuestra tía.
—Sara, no tenemos ninguna tía, dile que no invente estupideces —le cortó y la muchacha se detuvo de golpe.
— ¡Te pasaste de los límites! —le gritó—. Creí que algún pariente mío había muerto.
—Debió ser un mal entendido. —Intentó salir del paso y sin mirarla continuó su camino.
Sara corrió tras él y lo detuvo con torpeza, casi haciéndolo caer al piso.
—Lo de las plumas ya fue mucho y esto todavía más, no te atrevas a hacerme algo de nuevo. —Lo amenazó poniéndose realmente enojada.
— ¡Pues tú no vuelvas a salir con ese tipo y asunto solucionado! —le gritó de vuelta, arrepintiéndose por su impulsivo comentario.
— ¿Tienes algún problema con que él y yo salgamos? —Cruzó los brazos esperando una respuesta.
Los nervios consumieron al muchacho. Intentando apaciguar la adrenalina del momento respondió:
— De hecho sí, él te hizo peores cosas que yo y le hablas como si nada, mientras que a mí me haces la vida imposible.
—Eso es porque a diferencia tuya él sí se disculpó. Y no estamos saliendo, simplemente me acompañaba, somos amigos, es todo —explicó razonablemente, intentando darse a entender. Sabía que aun si salía de verdad con el chico rubio al otro no debía importarle, sin embargo, no quería dar una idea equivocada.
—No puedes ser su amigo —dijo tajante—. Es enemigo de tu hermano, lo estás traicionando.
Sara abrió la boca impresionada un momento. Luego la consumió la culpabilidad. No era tonta ni ingenua, sin embargo podía ser muy inocente en ocasiones y Alan ya aprendía a usar eso en su favor.
El joven tragó saliva, un silencio se hizo presente. Los ojos cristalinos de ella, su suave cabello cayendo sobre su rostro y su pequeña boca realizando una graciosa mueca que sólo había visto en ella, comenzaban a tortúralo. Sin hacer nada más que manifestar su tristeza y culpabilidad, podía logar que Alan se sintiera nervioso, la adrenalina le fluyera y sintiera un intenso calor subir por su pecho. No pudo despegar sus ojos de ella, ya era demasiado, Sara lo volvía loco. El fuego que consumía su interior se intensificaba, la presencia de la joven era el combustible. No aguantó más, explotó.
Intempestivamente la rodeó con un brazo y con el otro levantó su rostro, lo suficientemente alto para dar alcance a su labios.
Ella se tensionó un momento, no podía soltarse, él sujetaba su angosta espalda con firmeza. Entonces cedió, tampoco podía aguantarlo. Relajó sus músculos y lo rodeó con sus brazos, poniéndose de puntas para acoplarse mejor.
Siguieron el juego largo rato, Sara parecía distinta cuando besaba: serena y apasionada. El aroma de su perfume lo intoxicaba más y sus labios igual de dulces deleitaban su boca. Lentamente, con esfuerzo, se fueron separando, abriendo los ojos pausadamente. Cruzaron miradas, callados, sin realizar movimientos en aquel vacío pasillo.
Ninguno podía explicar lo que pasó, o tal vez sí, habían hecho lo que deseaban desde hacía tiempo, pero ninguno daría su brazo a torcer, el orgullo de ambos impedía que aceptaran lo que acababa de ocurrir. Igual que cuando se conocieron, se contemplaron fijamente, esperando quien se rendía primero y daba las explicaciones. Ya se desesperaban, ninguno se rendiría, lo que no sabían era que ambos ya habían perdido ante sus sentimientos.
—Sara, te estaba buscando, vamos a llegar tarde. —Sin que ninguno de los dos se diese cuenta, Dafne apareció junto a ellos. Llevó a Sara con ella mientras Alan permanecía de pie, en el mismo lugar, mirando como la chica que le quitaba el sueño volteaba hacia él.
***
Suspiró lánguidamente recostándose en su cama. Su amigo ya estaba dentro, cambiándose a un atuendo semi elegante poco habitual en él. Ni siquiera se dio cuenta, no prestaba atención a nada externo a sus pensamientos. Más que nunca le era imposible sacar a la muchacha de ojos azules de su cabeza. Había sido muy impulsivo al besarla y hubiera esperado recibir un golpe o una amenaza de muerte como respuesta, sin embargo, eso no pasó; Sara le correspondió. ¿Qué significaba aquello?, le hubiera gustado pensar que a ella también le gustaba, que le despertaba los mismos peculiares sentimientos.
— ¿Qué sucedió? —Nicolás se acercó a su compañero, tenía curiosidad por lo ocurrido después de verlo en la cancha.
—Nada —soltó indiferente, salió de su trance y lo observó bien por primera vez desde que entró a la habitación—. ¿A dónde vas?
—A una fiesta, Dafne aparecerá en una campaña de cosméticos, hoy es la presentación y me obligó a ir. —Habló con desgana, realmente molesto por tener que asistir.