Mi gran sorpresa

Capítulo # 50

Capítulo # 50

En el cine.

Sophia acercándose.

—Hola —dijo ella.

—Hola, ¿cómo estás? —le preguntó él.

—Muy bien —respondió alegremente.

—Mami, vamos —dijo la pequeña jalándola.

Taisha arrodillándose un poco para estar a la altura de la pequeña.

—Hola, Salma, ¿cómo estás?

—Bien, Taisha. Por fin mi mami me va a llevar a ver la película que quiero —comentó emocionada.

—¡Ah!... —dijo mirando a Sophia—. Mala, ¿cómo es posible que no la hayas traído antes? —comentó seria.

—Taisha —dijo apenada.

—No, te pongas brava, apenas le dije ayer —le dijo Salma apenada.

—¡Aaaa, espero que la disfrute! —ella sonriéndole a la pequeña.

—Sí.

—Nos vemos antes que no queden tiques —dijo Sophia moviéndola.

—Adiós, nena —dijo Hanna, encantada.

—Adiós —comentó la niña.

—Adiós —dijo Taisha sonriéndole.

—Sophia ha cambiado mucho —comentó Aisha.

—Sí, lástima que enviudara tan rápido —dijo Hans, sorprendido de cómo ella se había enamorado de un buen hombre y que lo perdiera en poco tiempo.

—Lo bueno que tiene a Salma —le recordó su esposa.

—Sí, igualita a ella, vámonos —dijo él.

En estos cinco años, todo había cambiado un 100%. Sophia conoció a un hombre en uno de sus viajes y se enamoraron perdidamente; luego de unos meses se casaron y al poco tiempo quedó embarazada y tuvo a Salma, quien le cambió la vida a ella y a su pareja. Su esposo murió después de que Salma cumpliera los dos años, desde el nacimiento de Salma. Taisha y ella se habían vuelto amigas. Taisha la veía muy insegura e inexperta con el tema de cuidar a la niña. Sin contar que había dejado a un lado a la niña, porque su difunto marido había dejado una enorme herencia para su hija y ahora debía de cuidarla por el futuro de Salma.

Hans llevó a su esposa e hija a una hamburguesería para que disfrutaran un poco.

—Estaba deliciosa la hamburguesa —comentó Hanna con el estómago lleno y tocándoselo.

—Sí, tenía un hambre —dijo Hans, asombrado de cómo su hija se había devorado la comida.

—Vamos para la casa —habló Aisha.

—Sí, tengo sueño —comentó Hanna.

—Sí, vámonos —dijo Taisha.

La familia Johnson Collins salió del lugar con una sonrisa en los labios; le encantaba que sus hijas estuvieran disfrutando del día y cómo se habían divertido.

En el camino estuvieron platicando.

Al llegar, Taisha ayudó a Hanna a ponerse el pijama y luego se acostó a dormir, mientras Hans se había quedado en la sala viendo un caso de leucemia, mientras Aisha estaba estudiando.

Aisha bajando las escaleras.

—Hola, papá.

—Hola, princesita, ¿y eso que estás despierta? —preguntó su padre.

—Es que estoy estudiando —le anunció.

—¿Y te lo sabes? —le preguntó mirándola.

—Sí, todo completo —contestó orgullosa.

—Mi princesita es una buena estudiante —comentó radiante.

—Sí, y mucho. Me voy a tomar un vaso de leche para dormir —dijo ella bostezando.

—Ok, ve —habló él.

—¿Y mami? —le preguntó.

—Está dormida.

Aisha dándole un beso en la mejilla.

—Buenas noches, papi —dijo y se fue para la cocina. Abrió la nevera y sacó la leche, tomó un poco y se fue a dormir.

Hans terminó de ver el caso y se fue a dormir.

Ya había amanecido.

—Mamá, tengo que irme —anunció Aisha.

—Ok, que te vaya bien, hija —le dijo Taisha sonriendo.

—Sí, mami, gracias.

Aisha se había ido con Hans, que estaba listo para llevársela.

—Mami, ya estoy lista —anunció Hanna alegre.

—Ok, vámonos.

—Mami, ¿papi ya se fue? —le preguntó Hanna buscándolo con la mirada.

—Sí, vámonos ya —dijo ella.

—Sí —habló Hanna.

Taisha se fue primero para la escuela a dejar a Hanna y luego se iría para la clínica.

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Una hora después.

En la clínica.

—Maddie, ¿ya llegaron los equipos nuevos? —Hans preguntó.

—Sí, Hans, todo listo —contestó ella.

—Desde que eres el director, la clínica ha mejorado mucho más —comentó Chad.

—Sí, es verdad —afirmó Maddie.

—¿Y Taisha, que no la he visto? —le preguntó su amigo extrañado.

—Me imagino que dentro de un rato vendrá —dijo él.

—Los dejo —dijo Maddie caminando hacia su consultorio.

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En la casa Harris Johnson.

—Mami, vámonos ya —dijo Julieta impaciente.

—Espera, por favor —le pidió Jasmín.

—Sí, vámonos, mami —dijo Bruno.

—Basta —habló ella seria.

Bruno y Julieta solo se miraron.

—¿Otra vez molesta? —le preguntó Alfred mirándola.

—Claro que sí, me dejas sola con los niños; acuérdate de que son dos —dijo frenética.

—Y te he dicho que me puedo llevar a uno de los dos para los viajes —dijo él suspirando.

—No y no —dijo molesta.

—Mami —habló Julieta.

—Julieta, silencio —le ordenó su madre.

—No la trates así —dijo su esposo molesto.

—Cállate, Alfred, me tienes harta con tanto reclamo; niños, caminen. Nos vamos —le dijo seria.

—Jasmín —dijo con fastidio.

Jasmín agarró a los niños de los brazos y se fue para la florería.

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En la florería.

—Ya deja eso así, Odette —pidió Olivia.

—Quiero ayudar, mami —dijo sonriéndole la pequeña.

—Te lo agradezco.

Jasmín llegando.

—Julieta y Bruno, vayan a jugar con Odette —le dijo seria.

Los niños alegres.

—¡Sí!

Olivia, mirándola.

—¿Qué pasa?

—Lo peor que me puede pasar —le comentó Jasmín, triste.

—¿Qué?

—Me peleé con Alfred.

Olivia estaba asombrada.

—¿Qué?

—Siempre hay una primera vez —le confesó con una leve sonrisa.

—Pero tener casi once años de matrimonio perfecto, se pelearon —dijo sin poderlo creer.

—Te lo juro, está insoportable —comentó con fastidio.

—Jasmín, últimamente tú también —le dijo con seriedad.

—Lo sé, pero es que —dijo, saliendo unas lágrimas—. Lo mío es por mi enfermedad.




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