Mi gran sorpresa

Capítulo # 59

Capítulo # 59

Aisha y Hanna se fueron casi corriendo.

—Creo que ya es hora. Que hablemos sobre tu abuelo —le dijo Taisha con los brazos cruzados.

—Ese tema no se toca —le dijo serio.

—Soy tu esposa y quiero saber —dijo ella muy seria.

—Ok, mi madre nació en cuna de oro. Era hija de un presidente muy famoso en esa época, cuando conoció a mi padre —comenzó a contar.

—Tu padre tiene dinero —interrumpió ella.

—En ese entonces no, mi padre vivía modestamente, no tenía el dinero que tiene ahora —le explicó.

—La clínica —dijo ella sin entender.

—Mi tía Mía se casó con mi tío Gerard, quien es dueño de disqueras. Con ayuda de Gerard, mi abuelo Mark pudo abrir la clínica y así poco a poco mi padre y mi abuelo tienen ahora una fortuna, pero Marco se enteró de que mi madre estaba enamorada de mi papá y se opuso tanto que la llevó lejos por un tiempo del país —le dijo sentándose en el sofá—. Cuando mi padre logró encontrar a mi madre, todo cambió. Se casaron a escondidas y mi madre le dijo mentiras a Marco; luego de unos meses, mi madre quedó embarazada de mí y tuvo que huir para que Marco no se diera cuenta con ayuda de Gerard. Mis padres estuvieron en Londres; cuando mi madre tenía casi nueve meses, nací yo en Estados Unidos. Mis padres se quedarían unos días, pero Marco los consiguió y, al verme, se emocionó, tanto que cambió su forma de ser —explicó seriamente.

—Sí los perdono. ¿Qué pasó? —le preguntó ella asombrada.

—Cuando tenía los seis años, todo cambió; el hermano de mi madre comenzó a poner trabas entre mi padre y Marco. Lo lógico, Marco le creyó más a su hijo que a mi padre; mi madre se fue disgustada de la familia, hasta que mi madre dio a luz a Maddie; desde entonces todo cambió —le dijo serio.

—Tu madre estuvo enferma —dijo ella mirándolo.

—Marco no se despegó ningún momento de mi madre, y muchas veces le dio las gracias a mi padre por salvarla. El día de su muerte, Marco estaba como loco y comenzó a echarle la culpa a mi padre; nos mudamos para acá y no supimos nada de ellos. Hasta ahora —le dijo mirándola.

—Pero no hay razón para tanto odio; además, tu abuelo está arrepentido y no me dijo mentiras —comentó ella, seria.

—No quiero saber nada de él —dijo Hans con rudeza.

—Es tu abuelo —le recordó ella, molestándose.

—Para mí, no lo es.

—Ok, no me meto en eso —dijo perdiendo la cabeza.

—En serio —le dijo mirándola.

Taisha estaba seria.

—En serio, tengo algo que decirte.

—Dime.

—En estos días, te he mentido; he estado viendo a un médico —le confesó nerviosa.

—¿Médico? —repitió sin poderlo creer.

—Sí, es que hace dos meses estaba muy preocupada porque no quedaba embarazada y fui con Alan, así se llama el doctor; me consiguió un problema en la matriz, estaba en tratamiento por dos semanas, por eso no pude estar contigo —le dijo explicándole.

Hans estaba asombrado.

—¿Qué?

—Sí, hoy fui —le dijo sentándose al lado de él.

—¿Y qué te dijo? —le preguntó angustiado.

—Que ya puedo tener relaciones y que en cualquier momento puedo quedar embarazada —le confesó feliz.

Hans estaba emocionado.

—En serio, mi amor, hay que ponerse a hacerlo ya.

Taisha estaba sonriendo.

—Deja, acuérdate de que todavía me duele la cabeza.

Hans alzándola y dando vueltas con ella.

—Te amo.

Aisha y Hanna mirándolos.

—Están felices —dijo sonriendo—. Como loquitos.

—Bájame —pidió ella feliz.

—No —robándole un beso que Taisha que ella disfrutó.

.

.

En la casa Harris.

Chad emocionado.

—Débora, te amo mucho.

Débora sonrió.

—Sabía que te iba a gustar.

—Vamos a vivir al lado de tío Erick y Alfred —dijo Chad emocionado.

—Sí, hablé con el señor y me la dio a un buen precio; Jasmín y Maddie me ayudaron, tus hermanos no saben nada todavía —le comentó ella feliz.

—Qué feliz estoy —le dijo emocionado.

—Lo sabía —dijo ella risueña.

—Me voy a mi nueva habitación —comunicó su hija y salió corriendo.

Chad agarrándola por la cintura.

—Te voy a dar tu premio —aseguró dándole un beso.

.

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En la casa Johnson Collins.

—Basta, Hans —dijo ella sonriendo.

—Estoy tan feliz —dijo; seguía dándole vueltas.

—Lo sé, mi amor —dijo feliz.

—Mañana comenzaremos a fabricar a nuestro bebé.

—Ok, mi amor.

—Vamos a descansar —dijo agarrándola de la mano.

—Sí.

Las horas pasaron. Hasta amanecer, Taisha se levantó temprano, hizo el desayuno y luego iría a llevar a las niñas a la escuela, aunque Hans estaba haciendo un trabajo; se le complicó un poco todo.

—Ese trabajo me tiene loco —confesó Hans desesperado.

—¿Qué estás haciendo, amor? —le preguntó ella acercándose.

—Una tesis sobre el sida, todavía me falta algo —le informó.

—No sabía —dijo colocándole la comida en la mesa.

—Me lo dieron ayer. Ayer adelanté un poco; espero terminarlo lo más rápido posible —dijo suspirando.

—Espero que sí —dijo ella.

Aisha bajó las escaleras.

—Buenos días.

—Buenos días —dijo su padre.

Hanna bajó a toda prisa.

—Ya tengo que irme.

—Tranquila —habló su madre y le sonrió.

—Tengo que presentar un examen urgente —dijo ella angustiada.

—Ok, vámonos —le dijo su madre.

—Ok, nos vemos allá —dice su hermana.

—Ok.

Taisha y Hanna se fueron para la escuela. Al llegar, la maestra le comentó que Hanna era buena; lo único malo era que era un poco perezosa. No se extrañó, ya que Hanna también había sacado lo de ella; se fue para la clínica.

Al llegar, comenzó con la rutina de siempre y luego se iría a hablar con Maddie sobre unas cosas. Las horas pasaron, todo normal como siempre, aunque lo único malo fue un niño que estaba furioso porque le iban a agarrar puntos. Como no se dejó, mordió a Taisha. La madre estaba muy apenada, pero Taisha no le tomó importancia, ya que cuando el pequeño se tranquilizó, le cayó encima a Taisha, abrazándola… Después de eso, ella fue para su casa; al llegar, se encontró con un regaño hacia Hanna y Hans demasiado enfadado.




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