Morir por amor o morir de amor

Capítulo 1

Aún recuerdo la primera vez que oí ese acordeón, se escuchaba desde la última planta de la mansión Sládek, era una hermosa melodía aunque aún en mis cortos 8 años pude notar la tristeza que había en ella.

Cuando pregunté qué era aquel sonido recibí por respuesta un simple.

-Es lady Katerina, cielo, ella es quien toca.

Con los años descubrí que esa casa estaba abandonada, ¿Cómo entonces podría estar alguien tocando todos los días esa hermosa melodía?

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Varias décadas antes.

-Mamá ya me voy a la plaza.

- Bueno hija, que ganes mucho dinero.

-Claro - dijo ella un poco decepcionada.

Un día de otoño hace muchos años una muchacha salía de su casa lista para ayudar a llevar el pan a la casa, no eran pobres, pero sus padres tenían gustos de ricos; compraban toda clase de cosas sin sentidos para aparentar un estatus más alto, por eso Katerina salía todas las mañana a la plaza a hacer en lo que único que era buena, tocar el acordeón.

En las calles decían que ella había nacido con un don natural para el instrumento pero la verdad era más cruel. Desde pequeña, desde su inocente petición fue obligada a practicar día y noche aquel dichoso instrumento, pero a pesar de todas las horas esclavizada ella no había perdido la pasión por su amor a primera vista. Su sonido le parecía relajante y mágico le permitía olvidar todo.

- Madre qué es eso tan hermoso? - Katerina miraba embelesada el aparato de la vitrina.

- Es un instrumento hija, avanza - su madre tironeó de su pequeño brazo.

- Y como se llama?

- Camina por favor Katerina - Ella desvió su mirada a su padre esperando una respuesta.

- Es un acordeón, y es caro, así que ni lo pienses.

- Pero ...

- Pero nada, camina como dijo tu madre.

- Pero padre, prometo practicar mucho, seré la mejor del mundo, todo el mundo querrá verme - su madre detuvo su andar.

- Amor, ¿estás pensando lo mismo que yo?

- Claro que sí - una sonrisa se puso en sus caras - ¿Si te compramos el acordeón prometes practicar mucho y hacer lo que nosotros te digamos?

Con un rostro lleno de ilusión ya que la niña se había enamorado del instrumento, firmó su sentencia de muerte - Lo prometo padre y madre, haré lo que ustedes digan siempre.

Tarareaba la melodía que estuvo practicando durante todo un mes mientras avanzaba por las calles de Praga. Las personas que la veían la saludaban alegremente. Del pueblo recibía el amor que no recibía en casa.

- Señorita Katerina tome para usted - un niño de unos 5 años se acercó con una flor amarilla en la mano - ¿Tocará hoy?

- Así es, voy camino a la plaza ahora.

- Genial, madre, ¿Podemos ir?

- Jan tengo cosas que hacer, podemos ir otro día.

- Pero yo quiero ir hoy, por favor - el niño unía sus manos en una tierna súplica.

- Ya veremos querido, si nos vamos ahora puede que alcance a hacer todo - los ojos del pequeño Jan brillaban.

- ¡Siiii! entonces vamos - comenzó a tirar a su mamá del brazo - adiós señorita Katerina, nos vemos.

Katerina los miro con tristeza, pues envidiaba a ese niño y el cariño con el que su madre lo miraba, pues no lo miraba como una letra de cambio.

Desde ese fatídico día la muchacha había perdido su libertad; no podía jugar con sus amigos, ni ir a la escuela, tampoco le pedían hacer cosas en la casa ya que solo debía practicar para así algún día poder ganar dinero a costa de su hija.

Mientras recordaba los pocos momentos en que sus padres han sido amables con ella, Katerina comenzó a instalarse en su habitual lugar en la plaza frente a la biblioteca de la ciudad.

Primero desplegó un pequeño asiento de madera, luego el atril y en él colocó la carpeta con todas su partituras; un poco más allá dejó un sombrero café y finalizó sacando de su maleta un bello acordeon negro con detalles plateados, igual que el que tuvo de niña.
Cuando ya estaba instalada miró a su alrededor y vio como muchas personas ya se estaban acercando para escucharla; hombres, mujeres, niños y ancianos.

A una distancia prudente, en una banca cerca de un frondoso árbol, un joven Lord miraba el espectáculo como todas las mañana antes de ir a trabajar.

- Señor Sládek - su asistente se acercó a la banca - lo necesitan con urgencia en el palacio - Él hombre estaba asustado, sabía que al joven Señor no le gustaba ser molestado mientras miraba a la muchacha.

- Diles que no podré ir aún - El hombre no quitaba su vista de la acordeonista - ¿Cómo esperas que vaya al palacio? Aún no toca ninguna canción.

- Lo sé mi Señor, pero debía avisarle - tragó en seco

- Bueno, ya me avisaste, ahora déjame disfrutar la vista.

El joven Lord llevaba un mes presenciando el show diario de la señorita Katerina, todas las mañana bajaba de su mansión y ocupaba un asiento en la plaza. No faltaba ningún día, aún si tuviese responsabilidades, incluso si enfermaba siempre estaba ahí, él era su mayor fan.

[Suena una melodía]

Apenas ella comenzó a tocar otras varias personas corrieron para estar más cerca de la joven talentosa; eso hacía que su corazón se llenara de un cálido sentimiento, se sentía orgullosa de su arduo trabajo tras bambalinas.

Algunos niños bailaban al son de la canción que tantas horas había practicado, ver eso sin duda le alegraba el día.

- Mira mamá soy una bailarina - decía una niña

- Que hermosa canción Amelia, se siente como aquel día en ese baile, ¿ Te acuerdas? - Dijo un anciano a su esposa.

- Con esta canción de fondo Linda te pregunto, ¿Quieres ser mi novia? - dijo una pareja más alejada del círculo.

- Siiiii, claro que sí.

Y mucho más lejos que aquellos jóvenes novios y con la vista un poco tapada, Lord Sládek disfrutaba del talento de la mujer a la que tanto admiraba.




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