- ¿Entendiste? Los movimientos básicos son 4 pasos. Más adelante veremos los siguientes. ¿Estás lista para practicar con música?
- Si, creo estar lista.
- Bien. Bernard es tu turno.
Cuando la melodía comenzó a sonar Maxmilián volvió a extender su mano hacía la mujer esperando sentir nuevamente ese calor. Colocó su mano izquierda en la cintura de ella y levantó su mano derecha junto con la mano de Katerina.
- Recuerda, es importante permanecer con la espalda derecha, mentón alzado y siempre mirando a los ojos.
Al compás de la música giraron una y otra vez a pesar de los constantes tropiezos y pisadas. El contacto con el joven la ponía nerviosa, sobre todo si tenían que mirarse a los ojos.
- Y dime preciosa ¿Desde hace cuando tocas en la plaza?
- Desde hace mucho tiempo, sino mal recuerdo desde los 8 años.
- Eras muy pequeña. ¿Te daba miedo?
- Si puedo ser sincera, estaba aterrada, pero tenía que hacerlo; mis padres no recibirian una negativa. Luego simplemente me acostumbre, pasaba más tiempo en la plaza que en mi casa.
Él joven maestro continuó con sus preguntas mientras giraba con ella al compás de la música. Tenía muchas, ya que sentía mucha curiosidad por la bella promesa de la música.
- ¿Has pensado que tu vida ahora va a cambiar drásticamente? Tendrás admiradores por todo el país, tendrás que ensayar muchas horas y trabajar unas tantas más. ¿Eso no te abruma? - Maxmilián la miraba hacía abajo con algo de preocupación, ya que veía a la acordeonista como alguien vulnerable.
- No he querido pensar en eso, se que soy capaz de acostumbrarme. Trabajo hasta tarde, ensayo hasta la madrugada y muchas personas ya me admiran, sin querer sonar altanera; así que creo ser capaz, pero eso no quita que esté asustada.
Me asusta más que cualquier cosa el cambio en mis padres, el dinero les fascina y no se como puedan reaccionar a tener más.
- Entiendo - ambos detienen sus pasos, pero sus cuerpos no se alejan el uno del otro - Si un día necesitas un hombro en donde, ya sabes, soy bueno escuchando. Podré ser de ayuda siempre que lo necesites, ahí estaré para ti - El joven bailarín le guiñó un ojo para luego soltarla - Esto será todo por hoy. Puedes ir con tus otros maestros. Vamos Bernard.
La mujer quedó sola en la sala analizando las palabras del joven bailarín. Nunca antes había tenido alguien en quien confiar, tal vez las cosas realmente estaban mejorando.
-Así que ya conociste al joven Maxmilián. Es un encanto de hombre.
-Hola Lirio - ella mordió sus uñas en un acto nervioso - Sí, lo conocí, es alguien amable.
-Y muy guapo, ¿viste sus ojos? Son como el océano en su profundidad.
-Sí, si lo vi - Lirio la miró sonriente.
-¿Cómo van las clases y todo este nuevo proceso?
Katerina estaba sorprendida qué ella le hablara y tuviera dudas al igual que el muchacho, ¿Ella era interesante? Eso se preguntaba.
-Todo va bien, ahora tengo que ir a otras clases.
-Ve entonces, no te quito más tiempo, suerte - La hermosa cantante se fue sin antes despedirse con un leve movimiento de mano.
Al terminar su jornada caminó de regreso a su casa con una sonrisa de oreja a oreja; feliz. Ella había podido completar el día exitosamente.
-Cuando camines, debes hacerlo con gracia, con elegancia. Los pasos son lentos, pero seguros, las prisas son para los pobres. Nosotros tenemos el tiempo en nuestras manos, así que debes caminar... Mejor te muestro - La maestra caminó elegantemente con dos libros en su cabeza para mostrarle a su estudiante como debía hacerlo. Espalda recta, mirada al frente, manos unidas, pasos cortos, unos, dos, suave y elegante - Así debes hacerlo, ahora vamos a practicar, toma este libro, practicaremos equilibrio.
« Uno, dos, debo practicar lo más posible. Esto tomará tiempo »
A medida que caminaba notó qué para nada lo hacía bien sin tener los libros en la cabeza, por eso comenzó a frustrarse.
« Debo ser la mejor, Por mis padres, ellos lo van a exigir »
Al caer la noche miraba por la ventana de su habitación. Sentía que algo iba a pasar, que algo se avecinaba, pero no sabía identificar si era algo bueno o malo.
Los siguientes días avanzaron lentamente. Iba a la plaza todas las mañana, luego de almuerzo iba al teatro a sus clases y en las noches, de regreso, ensayaba las canciones para la celebración de cumpleaños.
- Cuando te sientas a la mesa, se tiene un extenso protocolo que se debe llevar. ¿Tus padres te enseñaron alguno? - el profesor buscaba una nueva excusa para poder hablar mal de su progenitores
- Sé algunas cosas, pero no sé si las hago bien - Katerina se esforzaba por no bajar la vista como se le había enseñado.
-Bien. Lo primero, ¿Estás consciente que el primero en comer es el anfitrión? Es primordial tener eso claro.
-Si, eso lo sabía. También se que debo comer a una velocidad prudente, no dar tragos largos.
-Si, volviendo al punto anterior. Si él anfitrión dice que puedes comenzar sin él está bien.
-Entiendo - ella miraba los cubiertos qué estaban dispersos en la mesa
-Ahora te enseñaré a usarlos, no debes preocuparte por nada, soy uno de los mejores maestros del país. Primero debes saber que hacer con la servilleta.
Cuando estamos sentados tomamos la servilleta qué estará dispuesta en el lado izquierdo o en el plato y la colocaras en tu regazo, sólo ahí, no se te ocurra ponerla en otro lugar por favor. Tu padre una vez se la colocó en el cuello, tu madre se quiso morir cuando lo vió.
-Eso es gracioso - borró su sonrisa cuando vio serio el rostro de su maestro - Entendí todo ¿Dónde la dejo luego de terminar?
-En el lado derecho
-Comprendo, por el momento es fácil.
Katerina practicaba todo lo que le enseñaban en sus clases. Cómo comer adecuadamente, cómo caminar con clase, bailar de manera elegante y cómo comunicarse de manera asertiva.