La música sonaba y todos miraban admirando a la joven músico. Katerina había llegado a la vivienda de la señora Agata luego de medio día de trabajo en la plaza. Tuvo que hacer todo con prisas desde la mañana, comenzó su día eligiendo su vestuario de la mañana, como de la tarde; separó sus partituras en carpetas.
-Ella es muy sorprendente, ahora entiendo su fama - dijo una mujer alta a su amiga - aparte es bellísima
-Una pena quienes son sus padres - contestó mirando sus padres con desdén
Con sus ojos puestos en la muchacha, su joven maestro la miraba, anhelando un momento con ella.
«Es asombrosa»
La melodía cambió a una más alegre instando a todos a bailar.
Luego de varios aplausos al término de su última canción bajó del escenario permitiendo subir a la orquesta contratada por la dueña del hogar.
-Muchas gracias Katerina por venir, esto, Dios, ha sido maravilloso. Has logrado que todos disfruten más de lo que esperaba.
-En eso tiene razón tía, he disfrutado de sobre manera - se acercó a ella un joven alto y fornido.
Llevaba uniforme militar de gala intachable. Su cabello bien peinado era un interesante contraste con su mirada juguetona.
-Un gusto en conocerla señorita Katerina - el joven militar tomó su mano para besar sus nudillos - Me presento, soy Alexej, a su servicio.
-Es un honor conocerlo joven Alexej. Me presentaría, pero ya hicieron los honores - ella alejó su mano con delicadeza, eso hizo que el hombre sonriera de lado.
-Así es, mi tía no dejó hablar de la bella acordeonista.
-No me expongas sobrino, eso es de mal gusto - lo miró severamente.
-No comparto opinión, pero, detalles - movió su mano quitándole importancia.
-¿Les importa si se las robo un segundo? Me gustaría hablar con mi alumna - dijo Maxmilián mirando desafiante a Alexej
-No hay problema. Pero es raro que un maestro quiera hablar con su alumna fuera de su horario de clases - él hombre miraba divertido - Pero adelante, tu sabes lo que haces Maxmilián, viejo amigo.
-¿Puedo hablar contigo un momento Katerina?
-Claro - miró a la anfitriona - Permiso señora
-Adelante. Estás libre de disfrutar la velada.
Caminaron codo a codo alejándose lo suficiente para conversar sin oídos curiosos.
-¿Qué hacías conversando con él? - fue lo primero que dijo.
-¿Por qué? ¿Está mal?
-No, pero, es sólo que él no es buena persona. Es todo, evítalo si puedes - rascó su cuello - En fin, te hablaba para que pudiéramos bailar y practicar lo que aprendiste.
Sus ojos se iluminaron.
-¡Si! Me parece una buena idea.
-Bien, entonces. Señorita, ¿Quiere concederme esta pieza? - Estiró su mano como en otras ocasiones.
-Por supuesto - sonrió complacido.
La música comenzaba a sonar por la estancia. Tomados de la manos se dirigieron a la pista de baile, poniendo en práctica todo lo aprendido.
-Veremos que tanto mejoraste en estos días. ¿Practicaste verdad?
-No. Yo no tenía con quien practicar.
-¿Y tus padres? - preguntó curioso.
-A ellos sólo les interesa que mejore en el acordeón. Lo demás es una pérdida de tiempo.
El silencio se hizo mientras ellos giran danzando.
-¿Te importa si te la robo un segundo? - él hombre de antes estaba parado a su lado con una sonrisa burlona - sólo será un segundo. ¿Cierto su alteza? No es justo que sólo él tenga el honor de bailar contigo.
-Está bien, sólo será un segundo - miró a su maestro con el rostro sonrojado.
Tomando sus posiciones continuaron bailando la tercera canción que tocaba la orquesta. Su vestido color crema iluminaba el lugar junto con su sencillo peinado.
- ¿Le han dicho lo hermosa que es?
- ¿Por qué dice esas cosas? - su sonrisa coqueta no se apartaba de su rostro bien definido.
- Porque me parece muy bella señorita. Tan bella, qué estoy dispuesto a derribar al enemigo solo para desposarla.