Muthaes I. Los viajeros de Electi.

Prefacio

Muthaes

C.C. Uctari

Capítulo I. Los viajeros de Electi

Capítulo II. La nueva tierra.

 

Todos los derechos reservados, está prohibida cualquier copia total o parcial de esta obra. 

 

Nadie sabe exactamente cómo ni cuándo sucedió, fue quizá alrededor del año 2050 cuando se presentaron los primeros desastres naturales anormales en el planeta tierra. Fenómenos como terremotos, erupciones volcánicas, huracanes fueron mermando tanto la vida en la tierra que, durante algunas décadas, la gente realmente se convencía de que el controvertido Armagedón estaba siendo una realidad y que algún dios estaba decidido a enviar el juicio final.

Y, en cierto modo lo era, pues en verdad estos cataclismos estaban terminando con la vida en el planeta, sin embargo, no era un dios quien estaba provocando estos desastres, sino el hombre mismo.

Igualmente, no se tiene la fecha exacta, pero se sabe que alrededor del año 2100, se reveló la verdad. La máquina de sismos de Tesla nunca fue un mito, sino una terrible realidad, esa máquina no sólo provocaba terremotos, sino que, accionada desde la atmósfera, podía iniciar fuertes huracanes. En algún momento de la historia, y nadie sabe la razón, los líderes mundiales decidieron hacer uso de ella. Quizá fue por racismo, o por detener la creciente sobrepoblación, o simplemente porque podían hacerlo. La razón que fuera, la usaron una y otra vez hasta que ellos mismos perdieron el control.

La tierra se volvía cada vez más inestable, las placas tectónicas se desplazaban a velocidades que nunca se habían visto, cientos de volcanes iniciaron actividad, e incluso nacieron otros nuevos, tanto sobre tierra como en ultramar y los huracanes llegaban a intensidades jamás imaginadas.

Cuando decidieron detenerse ya era muy tarde, la tierra había entrado en una reacción en cadena que no podían contrarrestar, y fue ahí que los líderes mundiales al fin decidieron confesar su fechoría, o al menos lo hicieron con un grupo de científicos reconocidos mundialmente, con el fin de que ellos ayudaran a revertir los efectos negativos que causaron a la tierra.

Reunieron a las más grandes mentes de todo el mundo, pero, para desgracia de la humanidad, aquellos científicos encontraron que no había forma de detener los desastres que aumentaban en cantidad y magnitud. Fue entonces que tomaron una decisión drástica. Un pequeño grupo de ellos había estado analizando la posibilidad de crear invernaderos sustentables para la vida fuera de la tierra, pero, para que estos funcionaran, necesitaban de zonas con alta actividad volcánica. Enviaron sondas robóticas de construcción a la luna joviana de Ío, con el fin de construir un invernadero lo suficientemente grande para albergar a la raza humana.

Pero, si dejar la tierra era ya de por sí algo difícil, su siguiente decisión fue aún más dura. El subsuelo se volvía más inestable, y pronosticaron que era cuestión de meses para que la vida no fuera sustentable en la tierra.

Cobardemente, los líderes mundiales se refugiaron en búnkeres bajo tierra, exigiendo a los científicos tener listas sus naves de escape hacia Ío, y así ellos pudieran salvarse sin importarles el resto de la humanidad, pues en Ío el invernadero construido por los robots aún no era lo suficientemente grande para albergar ni al 10% de la humanidad.

En los libros de historia de la antigua tierra se habla de que aquel grupo de científicos decidieron, por votación unánime, ir a Ío, dejando no sólo al resto de la humanidad, sino también a sus corruptos líderes, los causantes del desastre.

La vida humana encontró una nueva oportunidad en aquella luna inestable y, estando poblada únicamente por las más grandes mentes de la antigua tierra, la inteligencia ya no era algo aislado, sino una constante en toda la raza humana. Siendo una población de no más de dos mil personas, el mestizaje dejó atrás las antiguas razas humanas y dio pie a una nueva comunidad integrada en una rica mezcla genética por lo que, libres de la ignorancia, el racismo y la avaricia, vivieron los primeros años de Ío en paz y armonía.

Por desgracia la población creció, y aquella luna no tenía los elementos suficientes para agrandar el invernadero, el poco mineral que necesitaban para ello era reservado para reparaciones, pues siendo una zona con alta actividad volcánica, el invernadero estaba constantemente expuesto a daños. Los recursos, así como el espacio se reducían, los accidentes mortales en el invernadero eran una constante y la humanidad enfrentó nuevos problemas de supervivencia.

Pero también había surgido algo que daba esperanza. Tras 2,400 años, esa necesidad por adaptarse a ambientes cada vez más hostiles, llevó a unos pocos a evolucionar. Algunos humanos nacían presentando mutaciones menores, lo que les daba habilidades psíquicas o telequinéticas que les ayudaban a salvarse en caso de peligro. Y pronto hubo cambios más increíbles. Si dos mutantes se unían y engendraban un hijo, le heredaban habilidades tan impredecibles como extraordinarias. Por el carácter hereditario, ellos fueron conocidos como “muthaes”, por las palabras latinas mutatio y haerentia.

Fue también alrededor del año 2,400 de la era de Ío, cuando un grupo de exploradores encontraron un planetoide con condiciones para sustentar la vida. Se decía que aquel lugar era un verdadero paraíso, muy parecido a la tierra, con vegetación, agua y mucho oxígeno, pero era un lugar tan pequeño que no podía albergar a toda la humanidad. En cambio, ese planetoide al que llamaron Electi, sería morada de los más evolucionados, aquellos que demostraran ser de utilidad para la humanidad, pues los muthaes tenían también otra habilidad: eran capaces de construir máquinas y dispositivos que emularan sus propios dones de tal forma que, todo lo que ellos inventaban, podía ser usado para salvar a la raza humana en Ío.




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