Muthaes I. Los viajeros de Electi.

Habilidades y rumores

Se les asignó habitación, cada uno de ellos compartiría dormitorio con dos jóvenes de su mismo sexo. Sarik conoció esa noche a dos de sus rivales, uno de ellos era un atractivo chico con combinación de facciones nórdicas y del medio oriente, con piel morena, ojos azules y cabellera color arena. Era el único de todo ese grupo que no usaba su cabello tan largo y este caía hirsuto hacia sus hombros. El otro era un corpulento muchacho de facciones toscas y piel pálida pero muy enrojecida en las mejillas y en su abultada nariz.

―Gusto en conocerlos ―dijo el moreno―. Mi nombre es Karsten Attar. Vengo de los pastizales del este.

―Es un gusto, soy Sarik Rudisha ―Sarik le extendió la mano―, soy de la ciudad fronteriza del oeste.

Ambos miraron al chico corpulento, esperando que se presentara con ellos, pero no dijo nada, sólo les dirigió una mirada desdeñosa y se recostó en su cama.

―Bueno… ―Sarik miró a Karsten con un gesto de incomodidad―, sólo vine a dejar mis pertenencias. Voy con una amiga mía a buscar algo para cenar, ¿quieres acompañarnos?

Karsten asintió, cada uno acomodó sus pertenencias en un armario y regresaron al vestíbulo. Por su parte, Nina compartió habitación con la atractiva chica que les llamó jugueteros en el vestíbulo y una joven muy esbelta de pelo castaño rojizo. Por la forma en que hablaban y se vestían, era notorio que ambas eran de la ciudad central y veían a Nina como un bicho que infectaba su habitación, así que sólo dejó sus pertenencias sin siquiera saludarlas y regresó al vestíbulo.

Sarik presentó a Nina con Karsten y ahí fueron abordados por una mujer muy extraña. Ella les hizo una especie de entrevista, pero, por alguna razón, no parecía muy interesada en esperar a que ellos dieran respuestas completas, sólo fijaba en ellos una mirada que les hacía sentir incómodos. Aquella mujer agradeció por la entrevista y se alejó. Los tres jóvenes encogieron los hombros y se fueron hasta una fuente de sodas en lo alto de un edificio, desde ahí podían ver el palacio de gobierno, con sus preciosos jardines atendidos por robots.

―¿Cuál es su habilidad? ―preguntó Karsten.

―Yo puedo manipular la energía eléctrica ―comentó Nina.

―Yo puedo usar una especie de magnetismo para desafiar la gravedad ―Sarik encogió los hombros―, ¿y tú?

―Yo puedo abrir portales que me permiten trasladarme entre distancias de varios kilómetros. De hecho, mi viaje desde los pastizales me llevó sólo un par de segundos.

La habilidad de Karsten les pareció increíble, durante esos minutos de convivencia, notaron que él era un joven muy sencillo y amable. Por tres generaciones, su familia se dedicó a dar mantenimiento a las máquinas agrícolas. Sus padres desarrollaron mutaciones relacionadas con el desarrollo celular, algo que resultó útil para aumentar su producción, así que jamás les faltó lo indispensable, pero nunca fueron adinerados, y era quizá por compartir ese nivel económico bajo que pronto se adaptó con Nina y Sarik. No tardaron en comenzar a criticar los recursos gastados en mantener el palacio de gobierno en ese estatus de lujo, hablaban de ello cuando fueron interrumpidos por un hombre que se acercó a ellos misteriosamente.

―No critiquen absolutamente nada del derroche de dinero del gobierno ―musitó acercándose a su mesa―, los que critican al gobierno, nunca obtienen un pasaporte.

―¿Qué? ―los tres fruncieron el entrecejo.

―En su evaluación habrá preguntas sobre su percepción ante temas como el que están hablando ―continuó el hombre―, sean inteligentes e ingenien respuestas que les hagan creer que ustedes piensan que la gente elegida para ir al Electi merecen también ese tipo de lujos. Y tú ―señaló a Sarik―, te van a interrogar sobre tu corte de pelo, no dejes que piensen que es por rebeldía.

―No es por rebeldía ―refunfuñó Sarik―, es por comodidad.

―Eso está bien, menciona que para ti la comodidad está por encima de la moda. ―Ahora miró a Nina―. En cuanto a ti, usa algún maquillaje que esconda esa palidez. En el centro comercial hay una estética en donde te pueden enseñar a maquillarte, y procura un peinado y ropa que te hagan lucir sensual.

Y dicho esto, el hombre se retiró, yendo con la mujer que los había entrevistado minutos atrás, dejando a los tres chicos con muchas preguntas sin responder.

Al siguiente día se dieron por iniciadas las audiencias y todos los solicitantes eran libres de presenciar las exhibiciones de habilidad que cada uno de los muthaes tenía para el jurado. En ellas hubo de todo: telequinesis, fuerza sobrehumana, control sobre los elementos, en fin, el tipo de cosas que eran comunes en los muthae. El primer día, el único que interesó a los jueces fue un chico llamado Luca, apodado “el hechicero” por su habilidad de aparecer cosas de la nada. Muy diferente de la pelirroja que compartía habitación con Nina, “la chica empatía”, al tocar a cualquier persona, ella era capaz de hacer que empatizaran con sus emociones, y, aunque prometía dispositivos que lograran una paz duradera, el único que le prestó atención fue el general Gates.

La otra chica que compartía habitación con Nina tuvo su presentación un día después. Ella era capaz de absorber el calor de cualquier cuerpo y traspasarlo a otro de forma permanente. Esa joven, de nombre Fernanda, convirtió dos cajas de cartón, una en un generador térmico y la otra en un congelador.




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