Muthaes I. Los viajeros de Electi.

Proyectos

Al igual que esos cuatro novatos, Antoine solía ser demasiado suspicaz. Pero su sagacidad lo llevó a darse cuenta de que, si quería ganarse un lugar en Electi, debía pretender ser tan ingenuo y ambicioso como el resto de sus pobladores.

Esa suspicacia suya lo llevó a hurgar entre los documentos confidenciales de Electi, y fue donde halló gran parte de la realidad sobre el ejército de Gates. Antoine tenía dos habilidades, la primera y que fue con la que logró ganarse un pasaporte a Electi, era que podía reparar cualquier tipo de célula dañada. Era algo así como el médico de cabecera de todos los habitantes de ese planeta. Pero había una segunda habilidad en él que los consejeros desconocían, cuando él estaba reparando alguna célula de sus cuerpos, de algún modo podía sacar de ellos algunos recuerdos aislados. Atendiendo a todos los involucrados en el proyecto del ejército, pudo ver parte de sus secretos. En todos esos años se había arriesgado más de una vez para obtener más y más documentos y así enterarse de la realidad, sin embargo, aún había información que le faltaba revelar.

―Y eso es algo que debe estar oculto tras ese sendero al que se nos tiene prohibido pasar ―comentó Antoine mientras regresaban hacia la ciudad―. No he podido ver en la mente de los pobladores de esa ciudad qué secretos guardan tan celosamente como para evitar que cualquiera entre en ella, pero una cosa es segura, esa barrera psicológica que ponen no es otra cosa más que una trampa.

―Lo sabemos ―dijo Fernanda―. No tendrían tantos aparatos electrónicos en ese sendero si no fuera para descubrir a quien intente pasar.

―Es una forma de detectar rebeldes ―dijo Antoine―. En estos años he sabido de un par de personas que no pueden resistir la curiosidad y cruzan el sendero. Se supone que todos ellos son deportados a Ío, ¿pero saben qué es lo curioso de todo esto?, que nunca he visto una sola nave partir cuando son deportados.

―¿Qué hacen con ellos? ―dijo Nina, alarmada.

―Si usas la imaginación como la uso yo, temerás lo peor.

Los cuatro jóvenes se sentían cada vez más indignados por la gran cantidad de información oculta o falsa del gobierno. Podían especular que el primer objetivo de Gates fue clonar a su hijo para tenerlo de vuelta, sin embargo, no podían entender en qué momento y por qué motivo ambicionó crear todo un ejército al que pudiera controlar a voluntad. Sólo una cosa era segura, lo del intento de golpe de estado fue sólo un pretexto para formar ese ejército, sus verdaderas razones, quizá, estarían muy ocultas en lo profundo de su mente. Por desgracia, Gates nunca había tenido que ser atendido por Antoine por tiempo suficiente como para que él pudiera buscar alguna información adicional de él. De hecho, lo de su hijo lo supo cuando atendió a su esposa, la consejera Almond, por una infección en el oído. Almond no supo que su marido experimentaba con los genes de su propio hijo sino hasta después de la muerte de todos esos clones, y, de hecho, eso fue motivo de divorcio, y ahora que Gates insistía en tener a un genetista y a un clonador en Electi, las fricciones entre ellos habían empeorado.

―Son más de las dos de la tarde ―dijo Antoine observando su reloj―. El doctor Chiari no tarda en llegar para hablarles de sus proyectos.

―¿Quién es exactamente ese Chiari? ―preguntó Karsten.

―Es el jefe de supervisión de proyectos. Él les dará una lista de necesidades a resolver. Ustedes deberán elegir una de ellas y presentar una propuesta de cómo pueden ayudar a darle solución. En unos pocos casos, simplemente se les ordena qué hacer… y es también el encargado de intimidar. Cree firmemente que presionar a la gente y amenazarla con regresarla a Ío les obligará a mejorar. No le hagan mucho caso, sólo es un hablador con hambre de poder.

―¿Y cómo debemos actuar con él? ―preguntó Nina.

―No le teman, ladra, pero no muerde. ―Antoine rio―. Les daré un consejo, no elijan nada muy ambicioso, y en sus gráficas de Gantt siempre procuren que sus tiempos de entrega sean más prolongados de lo que pronostican. Aquí más vale entregar todo en tiempo para que el consejo se convenza de que vale la pena mantenerlos en Electi.

Habían llegado a la plaza comunitaria, por lo que tuvieron que cambiar su charla por banalidades como la moda y la comida.

Fueron de inmediato al edificio de laboratorios. Un hombre muy anciano de piel cetrina les esperaba en la sala de juntas, ahí también se encontraban Héctor y Jonathan.

―Marko y Jackson ―dijo el Anciano, quien ni siquiera se molestó en saludar o presentarse. Nina y Fernanda dieron un paso al frente―. En estos documentos ―Chiari les alargó un par de engargolados― se describen las necesidades que corresponden a energía, termodinámica y flujos de temperatura. Analícenlos a conciencia y hagan una propuesta que resuelva al menos una de esas necesidades.

―Sí, señor ―Nina asintió tomando el engargolado.

―Lane y Miranda ―Chiari se dirigió a Jonathan y Héctor―, ustedes irán al sótano, el general Gates se encuentra allá, es él quien les hablará de sus proyectos.

―¡Qué raro! ―exclamó Fernanda escondiendo sus palabras entre lo que parecía un ataque repentino de tos. Nina le dio un codazo.

―Rudisha y Attar ―Chiari miró a Sarik y a Karsten―, ustedes dos se quedarán conmigo para hablar de sus respectivos proyectos.




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