Muthaes I. Los viajeros de Electi.

El valle del hedonismo

Habían hablado de la posibilidad de delatar a Héctor, pero era demasiado arriesgado. De entrada, no podían revelar que lo habían sabido de boca de Antoine, pues nadie en ese planeta sabía que él era capaz de sacar recuerdos de la gente y, segunda, estaban seguros de que, aunque pudieran probarlo, Gates buscaría la forma de salir impune con tal de seguir usándolo.

Pasaron sólo algunos días de aquel altercado que tuvo Fernanda con Ágata, y entonces Jerónimo la visitó en el laboratorio, se disculpó con Nina e invitó a Fernanda a salir a pasear con él por la ciudad.

―Sé que prometí no buscarte ―le dijo―, pero tenía que decírtelo. Sé cómo ayudarte para que te den no solamente una estadía permanente en Electi, sino un pase a la ciudad de Mayab.

―¿Yo?, ¿en Mayab? ―dijo Fernanda, asombrada.

―Lo que te voy a decir es un secreto, nuestra ciudad tiene un primer ministro, y él es nada menos que mi padre. Le hablé de tu situación y está dispuesto a apoyarte, me dio una lista de necesidades que tenemos en Mayab en las que nos puedes ayudar con tus habilidades ―Jerónimo le alargó un sobre―. Analízalos, estoy seguro de que podrás con más de uno de esos proyectos.

―Gracias, pero… si las demás se enteran…

―Yo me encargaré de que no te hagan daño ―Jerónimo dio un paso adelante y quedó frente a ella, tomando sus manos―. Además… no pude cumplir la promesa de alejarme de ti, simplemente te metiste muy profundo aquí ―Jerónimo señaló su cabeza―, y no he podido sacarte.

Fernanda no sabía qué decir, se quedó inmóvil cuando Jerónimo la tomó suavemente por la nuca y la besó, un beso que comenzó suave, pero que rápidamente subía de intensidad. Fernanda se dejó llevar por unos segundos, pero él apretó su cintura, y en su vientre Fernanda podía sentir el pene de Jerónimo erguirse y casi por instinto, lo empujó.

―Lo siento ―dijo ella, jadeando―, no es que no me interese… ahora mi prioridad es pasar esta primera ronda. ―Y dicho eso, se echó a caminar.

Era casi media noche, con tanto trabajo y con lo que pasó con Jerónimo se había olvidado de cenar, así que abrió su refrigerador. No había otra cosa que un envase con jugo de frutas, el cual bebió de un solo trago y comenzó a desvestirse para tomar una ducha y mientras se bañaba pensaba en lo que había ocurrido. Le habían vendido la idea de que Jerónimo era solamente un casanova, pero algo hubo en esa mirada que la hacía dudar, nadie hablaba de un primer ministro en Mayab, si él le había confesado un secreto tan herméticamente guardado quizá sería porque iba en serio con ella. Pero entonces en su mente surgió el beso. Ella sabía lo que era un beso de amor, pues lo había tenido en su primer año de relación con su exnovio, y también sabía lo que era un beso de lujuria, pues lo sintió con su otro exnovio en sus últimos meses con él. El beso de Jerónimo parecía más lleno de lujuria que de sentimientos, así que prefirió no pensar más en el asunto.

Salió de la ducha y tomó su ropa de cama para vestirse, pero conforme se vestía, más pesada se sentía. Apenas logró llegar a su cama, Se olvidó por completo de su ropa, simplemente se dejó caer en la cama y se quedó profundamente dormida.

―¿Fernanda? ¿Fernanda? ―el sol entró al mismo tiempo que la voz de Nina le terminaba de despertar de ese profundo sueño―. ¿Fernanda?, ¿qué es lo que pasó?, ¿dónde estuviste?

―¿Qué? ―Fernanda se incorporó, aun somnolienta―, ¿de qué hablas?

―De ayer ―Sarik estaba junto a Nina―, no pudimos encontrarte en todo el día.

―¿Ayer? ―Fernanda frunció el entrecejo―, ayer estuve con Nina llenando los reportes.

―Eso fue anteayer ―exclamó Nina.

―¿Qué? ―Fernanda se levantó al escuchar eso, pero al hacerlo sintió que varias partes de su cuerpo le escocían, se encogió por el dolor.

―¿Estás bien? ―preguntó Karsten, deteniéndola para evitar que se desplomara en la cama.

―Me duele… Por favor, llamen a Antoine.

Antoine llegó casi de inmediato. Hizo salir a todos menos a Nina, y pidió a Fernanda quitarse toda la ropa. Fernanda estaba confundida, recordaba no haber podido siquiera ponerse el piyama, y ahora estaba vestida con la misma ropa que se había puesto antes de perder la conciencia. Cuando se quitó la ropa, Nina respingó.

―¡Fernanda! ―exclamó viendo una gran cantidad de heridas en su torso―, ¿qué te hicieron?

Fernanda palideció al ver esas heridas. Antoine terminaba de lavar sus manos y su rostro se ensombreció al ver las heridas de su amiga. Pero se mantuvo con calma mientras la auscultaba. Las heridas iban cicatrizando una a una conforme él las tocaba. Pero su gesto se ensombreció todavía más cuando llegó a su vientre.

―¿Qué pasa? ―preguntó Fernanda cuando le vio llevar su mano a su boca, alarmado.

―Detecto presencia de semen en tu vientre.

―¿Qué? ―gritaron ambas a la par.

―Te haré una revisión ginecológica.

Avergonzada, Fernanda se colocó con las piernas abiertas sobre la cama. Antoine se apresuró a realizar el examen y con calma la ayudó a recostarse por completo, cubriendo su desnudez con una sábana.

―Creo que has sido violada. ―Fernanda sintió que el mundo entero se le venía encima al escuchar eso―. He tomado una muestra de semen, no te preocupes, hallaré al culpable.




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