Esa misma noche, Nina, Sarik y Fernanda se toparon con Jonathan de camino a casa. Sarik saludó sólo por cortesía, pero Jonathan no le contestó, en cambio se dirigió a Fernanda.
―¿Ya estás lista para hacer las maletas?
―En tus sueños ―gruñó Fernanda.
―El rumor ya se corrió, la intención de traerte fue que nos mantuvieras entretenidos, pero en tu jueguito de hacerte la célibe, resultaste una decepción.
―¡Retira tus palabras! ―Sarik lo tomó por la solapa.
―Pues no son mías, sino de toda la comunidad científica ―Jonathan habló con cierto temor―, no me culpes a mí.
―Pues la comunidad va a sufrir un golpe cuando vean que Fernanda se queda mientras que tú te vas, farsante.
―Si no quieres ser tú el que termine de viaje a Ío ―dijo Karsten acercándose amenazador―, será mejor que mantengas tu boca en la lengua, a menos de que quieras que Gates reciba refuerzos en su sospecha de que sólo eres un mutante.
Jonathan comenzó a respirar bufando de enojo, quiso soltarse, pero Sarik lo mantenía fuertemente agarrado por la solapa.
―No entiendo por qué me odian tanto ―se quejó Jonathan―, yo sólo quería una oportunidad con esta zorra, ¿y? no es nada que otros no esperaran.
―Escúchame idiota ―Fernanda estalló―, no soy la zorra de nadie, y aunque lo fuera, me acostaría con todos, menos contigo, soy mucha mujer para una piltrafa como tú.
Sarik empujó a Jonathan, haciéndolo caer en la grama y continuaron su camino.
Dedicaron el siguiente día para planear su nueva intrusión. Lo más difícil era desaparecerse de la zona de laboratorios en pleno día sin que nadie preguntase por ellos, pues necesitaban horas para revisar a fondo todo el lugar, así que decidieron turnarse. Uno de ellos se quedaría, para verificar que nadie preguntara por los demás, y cada dos horas se relevarían para hacerse ver entre los demás científicos.
Llegó el día y el primero en quedarse fue Antoine, los demás entraron a la ciudad prohibida desde que despuntó el sol. Si de noche parecía maravillosa, con la luz del día su esplendor resaltaba aún mayor. Todo alrededor de la plaza principal eran únicamente locales destinados al placer y la diversión, encontraron incluso un parque acuático con atracciones cuyo mantenimiento sería seguramente lo más costoso de todo ese sitio. Más allá de esa plaza había sólo un par de edificios que aparentemente fungían como hoteles exageradamente lujosos, de hecho, cada piso era para una sola habitación, algo demasiado ostentoso aún en la era de la antigua tierra.
Más allá de los edificios había un vasto valle agrícola, donde máquinas robotizadas sembraban, cosechaban y acarreaban gran cantidad de frutos y vegetales, los cuales eran llevados por las entradas traseras de los locales de la plaza principal y a un lado, un corral lleno de animales terrícolas, tal y como los que dejaron extinguir en Ío. Fernanda observó a un rebaño de ovejas con lana rizada y con una sonrisa, se dirigió a Karsten.
―Mira ―le dijo―, nuestros ancestros.
Sarik observó los rizos de Fernanda y sonrió. Les sugería regresar a los edificios cuando recibieron un mensaje electrónico de Antoine. El general Gates había ido a discutir algunos asuntos con Héctor y ahora se dirigía hacia el sendero.
―Como sea ya pasaron las primeras dos horas. Fernanda ―dijo Karsten―, regresa tú y dile a Antoine que venga.
Karsten abrió un portal e hizo a Fernanda transportarse a su casa y, en pocos minutos, Antoine estaba con ellos. Lo primero que hizo fue preguntar por Fernanda, y en cuanto le comentaron que era ella quien lo relevaría, Antoine chasqueó la lengua.
―Quería advertirle antes de que regresara, aparentemente denigró a Jonathan, diciendo algo de que se acostaría con todos menos con él…
―En efecto, se lo dijo anoche ―interrumpió Nina―, pero fue porque Jonathan la estuvo acosando.
―Pues Jonathan buscó la grabación y se lo hizo saber a todos. En este momento Fernanda está en boca de todos, con fama de piruja elitista y Jonathan en plan de víctima.
―¡Pobre Fernanda! ―exclamó Sarik―, sólo espero que la esperanza de salir de aquí sea suficiente para que resista estos nuevos rumores.
Dejaron el tema, ya que, en ese momento, Gates llegó a la plaza. Decidieron que sería conveniente vigilarlo, para ver si podían obtener alguna información adicional de él. Lo esperaron cerca de la entrada y a hurtadillas le siguieron justo hasta uno de aquellos hoteles. El militar ingresó a una enorme sala de juntas, en donde inició una videoconferencia con un hombre de edad avanzada, vestido con ropas de seda, exageradamente adornadas.
―¿Qué hay, Donald? ―preguntó el anciano―, ¿no vendrás a darme el informe personalmente?
―Me quedaré el resto del día con Héctor y Jonathan―dijo el general―. Esos muchachos presentaron avances significativos, pero estoy teniendo mis dudas.
» Analicé a fondo los embriones que Jonathan creó, y creo haber encontrado la presencia de ADN extraño. Tengo que asegurarme de que este estúpido clonador no me haya hecho trampa. Si queremos evitar fallas como con las primeras muestras, debemos asegurarnos de que los clones sean 100% sacados del ADN de Jay.