No te acerques a mamá

2. TENGO QUE DECÍRSELO

9c3DYFm.jpeg

~Briana~

Temblando, vuelvo a hacerme otra prueba y esta vez dejo que sea Isabel la que me diga el resultado.

—Volvió a salir positivo, mi amor —me dice con tono apagado mientras camina hacia aquí—. Está más que confirmado que estás embarazada; la pastilla que te di no funcionó.

—No le digas a mi papá, por favor —le suplico, llorando al ver la prueba que me acaba de entregar.

—Pero se te notará la pancita en unos meses —me explica con cariño mientras se sienta a mi lado.

Me recargo contra su cuerpo y ella me rodea con los brazos para contener mis sollozos. Dicen que las madrastras siempre son malvadas, pero la mía es una madre para mí, la persona en la que más confío.

—De todos modos, no quiero que él se entere todavía —sollozo—. Lo voy a decepcionar.

—Se va a sentir desconcertado, pero sabes que eres la niña de sus ojos, que te ama más que a nada en el mundo.

—Lo sé, pero papá tenía planes para mí y acabo de arruinarlo todo —gimoteo—. Quiero tener a mi bebé, no tengo dudas de eso, pero…

—¿Por qué no se lo cuentas primero a Luciano? —me propone—. Es el padre, tiene que saberlo.

Me da un vuelco al estómago. Tal vez hubiera sido mejor no contarle los detalles cuando recién sucedió todo, pero no tenía a quién más decírselo y ella sabe qué hacer en esos casos porque es ginecobstetra.

—No sé, Isa —susurro—. He estado evitándolo precisamente para no ser una molestia, pero…

—Yo no creo que seas una molestia, mi vida. Incluso fue ayer al consultorio para preguntarme por ti. Está desesperado porque no quieres verlo.

—No está desesperado por eso, sino porque no quiere que se sepa lo que pasó entre nosotros. Tiene una reputación que cuidar al ser la cabeza de los Alarcón. Además, ama a Camila y nunca dejará de hacerlo.

—Pero si la quisiera tanto, no se habría…

—Los hombres son así —suspiro—. Él solo buscaba un desahogo, algo que lo hiciera olvidar.

—No estoy de acuerdo con eso, pero respeto tu opinión —responde—. Aun así, deberías decírselo. Ellos jamás abandonarían a su propia sangre.

—¿Lo crees?

—Además, él sigue soltero. Aunque no te ame como mujer, seguramente se hará cargo del bebé que estás esperando.

—Pero no me quiero casar con él a la fuerza —murmuro—. No puedo atarlo a mí de esa manera.

—Tal vez no tengan que casarse, mi vida —me consuela, acariciando mi espalda—. Anda, tienes que decírselo. No puedes callarte algo así.

—Está bien, voy a hablar con él —suspiro—. Por favor, no vayas a decírselo a papá hasta que no haya resuelto este asunto.

—De acuerdo, mi vida —asiente—. De mi boca no saldrá nada, ya sabes.

—Gracias, te quiero demasiado —digo feliz.

—Eres como la hija que nunca tuve, mi cielo, ¿cómo no ayudarte? —me responde con ternura—. Te quiero tanto como quiero a tu hermano.

—Lo sé, y yo a ti te quiero como a una madre. Sabes que solo te digo Isa porque…

—Yo lo entiendo —me interrumpe, besando mis manos—. No necesitas llamarme mamá para saber que me quieres como a una. Siempre estaré contigo y te apoyaré, pase lo que pase. Si tu padre se enfurece, ya lo arreglamos a cachetadas.

En medio de mis lágrimas, suelto una pequeña carcajada.

—Puedes regresar a vivir con nosotros —me sugiere—. No me gusta la idea de que pases el embarazo sola, mi amor. Si estás cerca, te puedo monitorear.

—Primero tengo que decírselo a Luciano —suspiro—. No quiero tomar una decisión todavía.

—De acuerdo, entiendo, amor. Llámalo ya, ¿sí?

—Sí, pero ¿podrías acompañarme? Tengo miedo.

—Por supuesto, cariño. No voy a dejarte sola en esto.

Le doy un beso en la mejilla y me levanto para buscar mi celular. Luciano no responde, como era de esperarse, pero a los pocos minutos me regresa la llamada.

—¿Bri? —me pregunta con tono entusiasta, como si algo muy bueno le hubiera sucedido—. ¿Eres tú?

—Sí, soy yo —contesto con voz temblorosa—. ¿Estás ocupado? Tengo que decirte algo.

—Sabes que siempre tengo tiempo para ti —me responde, lo que acelera mi corazón—. Pensé que jamás volverías a hablarme.

—Tengo algo que decirte, ¿crees que nos podamos ver en mi departamento en una hora?

—Mejor te invito a comer —propone—. También tengo algo que decirte.

—Está bien —sonrío, sintiendo una emoción inexplicable.

—No sabes cuánto te extrañé, Bri. No vuelvas a alejarte —me pide.

—Escuché eso y es buena señal —dice Isabel con entusiasmo cuando cuelgo—. ¿De verdad quieres que te acompañe?

—Mmm… Podrías ir a dejarme y quedarte cerca —propongo.

—Perfecto, cariño. Vamos a ponerte guapa, ¿sí? Un anuncio así no se puede dar en pijama.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.